Por: Fernando Luis Egaña…
A pesar de todos los desmanes, abusos y tropelías para impedirlo, el pueblo venezolano derrotó a la hegemonía en las votaciones parlamentarias del domingo. Y de manera especial derrotó al desgobierno de Nicolás Maduro. No, no fue una bofetada, como dijo éste: fue una patada y certeramente dada. La mega-crisis pasó factura a través del voto castigo, y era muy difícil que no fuera así, porque Venezuela entra en terrenos de crisis humanitaria.
La victoria corresponde a las aspiraciones democráticas y de cambio de la nación venezolana. La plataforma unitaria ha sido un cauce legítimo y afirmativo para esas aspiraciones. Tiene ahora una responsabilidad todavía mayor: llevar adelante el anhelo del cambio, que si bien aún no se encuentra claramente definido, sí existe y sí tiene una gran energía, como lo demuestran los resultados del 6-D.
El mandato nacional no es tanto para una agenda técnicamente parlamentaria como para una agenda política que promueva el cambio, la libertad y la justicia. Y el cambio se materializará cuando la hegemonía ya evidencie que no puede hacer lo que le de la gana, sino que tiene que aceptar las reglas de la Constitución, incluso si se acuerpa la voluntad social para una transición política y gubernativa, que le abra espacios a Venezuela, asfixiada como está por las cadenas del despotismo y la depredación.
Volviendo a las parlamentarias, es imperativo que a la oposición se le reconozca la mayoría calificada de diputados, porque ello lograría evitar que la hegemonía tratase con éxito de neutralizar a la nueva Asamblea a través de su consabido proceder de zarpazos disfrazados de legalidad. Esperemos, así mismo, que de la bancada opositora surja un liderazgo unitario, de amplitud, de solidez y con una visión de cambio político más allá de la labor propiamente legislativa, deliberativa o contralora.
Se comienza a abrir un camino que puede sacar al país del abismo en donde se encuentra. Un camino que será complejo, casi un campo minado. Pero ese camino era una ilusión y ya es una realidad. Un paso de gran importancia que tiene que reforzarse y consolidarse. La hegemonía, no lo dudemos, hará lo que pueda para sobrevivir. Es demasiado lo que en está en juego. Demasiado latrocinio. Demasiada impunidad. Demasiado horror a un país de instituciones y de funcionamiento democrático.
Hay tres palabras que parecen resumir lo que está ocurriendo. Derrota, victoria y mandato. Derrota de la hegemonía. Victoria de la aspiración democrática. Mandato de cambio y cambio de fondo.
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