Diáspora universitaria: (II parte)

En el artículo anterior se trató el tema en boga de la infame fuga de cerebros, verdadera catástrofe nacional, porque no solo las autoridades universitarias brindaron estadísticas sumamente preocupantes, sino también más allá de la investigación emergente que generó tales datos cuantitativos, lo grave es la descapitalización del recurso humano en la práctica, en los hechos del día a día de cada dependencia de la institución superior. Cada vez que alguien se marcha definitiva o encubiertamente del país, deja un hueco académico o administrativo, técnico u obrero, difícil de superar incluso a mediano plazo, dada la asfixiante situación financiera de la universidad emeritense. Los cuentadantes, máximas autoridades de cada Núcleo o Facultad, deben apagar cada fuego imprevisto que aparece amenazante, no sólo para ellos, sino para los estudiantes que anhelan cursar sus asignaturas con tranquilidad, sin ausencias profesorales. A esto se suma los concursos declarados desiertos por la nula participación de profesionales egresados de esta institución o de otras que no llegan a cubrir las plazas vacantes de cargos docentes debido más que nada, a la baja remuneración salarial ofrecida.

La profesora María Luisa Troconis, Coordinadora de la Dirección de Asuntos Profesorales (DAP) de la ULA, expuso algunas de las causas de esta problemática social tan compleja. Argumenta la educadora que la diáspora académica se debe, entre otras razones, a los bajos sueldos, a la imposibilidad de adquirir bienes y servicios y a la negativa de financiar eventos internacionales o nacionales que proyecten a la universidad en el concierto mundial del conocimiento.

En el fondo del asunto lo que priva definitivamente es la imperiosa necesidad económica del personal ulandino que obliga irresistiblemente a nuestra gente a caer en brazos de la » otra » … alternativa. Ella se convirtió de repente en alguien tan seductora con sus encantos ya desaparecidos de la cónyuge legítima. Es el propio adulterio laboral cometido no con premeditación y alevosía o por mera curiosidad u otra razón estética, sino que es causado por la gravísima situación económica y social que presenta el recurso humano de la universidad, al igual que la mayoría de los venezolanos y extranjeros que hacen vida del eminente Cecilio Acosta.

En el pasado acto de grado en el Aula Magna de nuestra Alma Mater, celebrado el viernes 29 de abril de 2016, el rector profesor Dr. Mario Bonucci, exhortó con enorme preocupación en su discurso de graduación dirigido a los graduandos, familiares, amigos y a los profes que acompañamos a nuestros exestudiantes, casi como un ruego desesperado, que se queden en Venezuela a luchar por sus sueños y esperanzas de un futuro mejor.

La solución definitiva y correcta de este flagelo social, sin duda alguna es lo que vienen exigiendo y planteando las autoridades universitarias: el depósito inmediato de los recursos financieros justos y ajustados a la inflación actual, monto requerido con urgencia y el respeto a la autonomía universitaria.

Aparte de esta salida institucional y la solución del anterior artículo, planteo el reclutamiento casi forzado de algunos recién graduados, tal como los dos jóvenes suma cum laude, egresados el pasado viernes. Si se les pudiera convencer, retener y motivar a que se queden a trabajar, formarse como docentes, ofreciéndoles un paquete de beneficios atractivos en lo posible, que incluyan un postgrado gratis, entre otros aspectos, quizás se pudiera revertir o cuando menos minimizar un poco el efecto perjudicial de la diáspora universitaria.

Ramsés Uribe, profesor NUVM de la ULA
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@ramthalneo