Muchos preguntarán un poco extrañados, como cuando nos hablan de alguien completamente desconocido, ¿quién es ese tal Ortega?. La verdad no es un advenedizo cualquiera. Si muchos no saben de este personaje supernotable, puede deberse, entre otras causas, a la pésima educación de estos años, al hecho lamentable de estar pendientes exclusivamente de las penurias diarias, perdiendo de vista el horizonte cultural de hoy día y del pasado que nos interpeló nuestro héroe del pensar y continúa haciéndolo desde su obra full de sabiduría social, política, estética y filosófica.
Ortega y Gasset fue un brillante filósofo español del siglo XX, y si eso es poco trazo, también descolló como periodista, escritor y académico. Autor prolífico de obras de temática infinita y un bellísimo estilo literario, estudiadas en muchas universidades no sólo ibéricas sino latinoamericanas; también ha sido traducido al inglés, alemán y francés. Como periodista funda periódicos y revistas, además de publicar artículos de diversos temas culturales, aparte de los filosóficos. En la política se destacó como activista y diputado, luchando por la República y la democracia. En la educación universitaria, realiza labor incansable en la Universidad Central de Madrid, incluso muestra su auténtico y sólido talante como docente al continuar su noble accionar profesoral luego de perder su cátedra por culpa de la guerra civil española de 1936; funda el Instituto de Humanidades. Ortega, antes y durante su exilio, expone personalmente su filosofía por distintas latitudes, como Argentina, Portugal, París, Holanda, Estados Unidos y Alemania. Como autor, escribió cerca de 40 títulos, uno de los cuales, El Espectador, cuenta con 8 tomos.
Aunque Ortega y Gasset nunca pisó suelo venezolano, si estuvo en Argentina durante su exilio por tierras americanas tras la difícil situación política de su España natal. A pesar de ello dejó una huella profunda en todo el continente, gracias a sus discípulos como por ejm en México, José Gaos, inoculando el gusanillo travieso del pensamiento filosófico de los grandes personajes de la historia de la razón, como de su propia cosecha raciovitalista, que es algo así como destacar primeramente la vida en cuanto tal, que es aquello que somos esencialmente y en segundo lugar, la razón, que también somos. Vida y pensar junto con la razón histórica, he ahí el trinomio de diamante y cacao del ser humano, pues sería ilícito borrar de un plumazo el pasado, alerta Ortega. Pretender un hombre nuevo de la nada, sin asideros serios y firmes, es muy peligroso, es lo que ha pasado en Venezuela.
¿Cómo puede tener alguna relación cercana Ortega con el acontecer nacional?. En mucho, hay que responder. Cada uno de sus libros, además de estar escritos con una impecable calidad literaria que destaca el lenguaje castellano, como pocos, presenta una filosofía contemporánea de interés para todos los hispanohablantes pues trata de asuntos afines, cercanos a nuestras costumbres y cotidianidad latinoamericana. En la Universidad de los Andes, varios investigadores tenemos años trabajando la obra del ilustre madrileño.
Sus frases con rotundidad paradigmática por demás, resultan francamente inspiradoras para nosotros, en esta complejísima y pésima circunstancia orteguiana, pues al decir del autor, “sólo cabe progresar cuando se piensa en grande, solo es posible avanzar cuando se mira lejos.” Otra frase contundente es: “ La vida cobra sentido cuando se hace de ella una aspiración a no renunciar a nada”. Ya lo dijo todo Ortega, nuestro filósofo de cabecera, o casi todo lo necesario para superar con creces este momento aciago de nuestra realidad nacional. Al tener una visión optimista del país, pese a todo lo malo que hay, seguro llegaremos al éxito de Venezuela. Hay que ver más allá de la tristeza, la calamidad generalizada y las ilusiones rotas; las narices sucias y la barba enredada. La vida buena como la conocimos hay que rescatarla, no tenemos por qué olvidarla, dejarla huérfana a un lado del camino empedrado. Hay que negarse rotundamente a dejar degradarse el maravilloso paisaje social que tuvimos.
Como siempre hemos sostenido en anteriores textos, al rescatar los valores humanos universales se puede nutrir o reinventar nuestro presente en aras de empinarnos exitosamente al porvenir, Dios mediante. Si tenemos la capacidad de resetear nuestras penurias, no sólo económicas, sociales y políticas, sino especialmente la pobreza mental y espiritual, entonces el país brillará con nuevas luces de esperanza. Tenemos un futuro repleto de oportunidades siempre y cuando seamos valientes para soñar otra vez y reconstruir un mejor país, apertrechados con los ideales de democracia, justicia, libertad y progreso material y espiritual.
Profesor ULA, del Nuvm
Correo: ramaseum@yahoo.com
Twiterr: @ramthalneo
Imagen artística: Ramsés Uribe