Al contemplar una escena de amor incondicional protagonizada por dos niños en las calles de Nueva York, corriendo el uno hacia el otro con los brazos abiertos, realmente nos emociona. Esos pequeños se quieren y lo saben expresar. Ellos, en su bendita inocencia, no han sido tocados por prejuicios de ninguna clase. Uno es catirito, el otro negrito, cada uno tiene muy marcadas las tipologías de su raza. Sin embargo, para Maxwell y Finnegan no existen diferencias que los separen. Lo único que parece importarles es la expresión pura y simple del cariño fraternal que se profesan. El padre de Maxwell, Michael Cisneros, quien pudo filmar la escena, dijo que los menores se conocen desde hace un año y desde entonces son inseparables. “Siempre están muy emocionados de verse, incluso si solo han estado separados un día o dos”, comentó Cisneros al Huffington Post.
Sin darse cuenta los amiguitos han dado una lección y han puesto a reflexionar a muchas personas sobre la importancia de apreciar a sus congéneres por su valor intrínseco, porque lo demás: raza, credo, posición social, militancia política, son cuestiones tan efímeras como la vida misma. En un abrir y cerrar de ojos, toda la existencia puede transformarse para bien o para mal, pero en ambas situaciones, la equidad, la imparcialidad, el coraje , el respeto al prójimo , la integridad, son los valores que deben prevalecer en todo momento y en cualquier circunstancia.
Nuestro mundo tan ancho y ajeno, repleto de problemas, incomprensiones, odios, angustias, sufrimientos, injusticias, guerras, ha tenido un grandioso ejemplo que pone de manifiesto que los seres humanos, si nos lo proponemos, podemos hacer cambios significativos en nuestras conductas para que la sociedad global sea más feliz, menos competitiva, más amorosa, solidaria, honesta, porque a la larga, todos somos iguales, hijos de Dios, que habitamos este planeta llamado tierra , donde nacemos, crecemos, nos desarrollamos y finalmente dejamos de existir.
Desde tiempos inmemoriales los prejuicios entre seres humanos, han existido, motivados por: raza, condición social, militancia política, credo o religión y las páginas de la historia universal se han visto manchadas por la sangre derramada en conflictos absurdos y abominables producto de la incapacidad de los hombres en aceptar y respetar las diferencias individuales o grupales o por sentirse en posiciones de dominación e ínfulas de poder.
Para crear una cultura inclusiva, todos debemos reconocer nuestras propias ofuscaciones y analizarlas y así, actuar en consecuencia sobre aquellas que sean injustas o que puedan causarles daño a otras personas, como los prejuicios raciales, sociales, culturales.
El abrazo solidario.
Los venezolanos que están abandonando el país,ya se cuentan por millones, y esta cifra crece en la misma medida en que las condiciones para vivir en Venezuela se hacen más difíciles. Esparcidos como semillas al viento tratando de volver a echar raíces, en otras latitudes, están sufriendo xenofobia por parte de los países receptores. Entendemos, que está crisis de migrantes nos tomó a todos por sorpresa y se ha convertido en un problema humanitario, pero Venezuela siempre fue suelo de acogidas, de sonrisas, de bienvenidas al que quisiera permanecer aquí. Causa profundodolor ver cómo muchoscompatriotas, son tratados con desprecio por intentar buscar refugio, lejos de lo que les es más entrañable: la tierra que los vio nacer, esa, no es una sensación grata.
No es utópico pensar que si el mundo tomara como ejemplo a los niños de esta crónica, a los que se abrazaron, y para los cuales no existen diferencias que los separen, nuestra sociedad saldría beneficiada, porque el amor y la solidaridad demuestran la calidad moral del ser humano que las prodiga.
Qué hermoso sería que imitáramos la conducta de Maxwell y Finnegan, porque el afecto y la amistad son más fuertes que el desamor y las rivalidades.
Arinda Engelke. C.C.