(Mateo 25, 31-46)

Subrayo esta frase de Jesús, él apartará a los unos de los otros, transcrita por Mateo, con el propósito de resaltar que Jesucristo es el objeto directo de nuestra contemplación y acción, y lo específico que tenemos que aportar al mundo; así entonamos con gratitud: “El corazón me dice que te busque y buscándote estoy” (Salmo 26).

La frase, lejos de entenderla y divulgarla como una sentencia definitiva, más bien recalquémosla al tono del buscándote estoy del salmista, porque sin duda es una faena que estamos labrando.

Por supuesto, en dicha faena corremos el riesgo de ceder al automatismo en la realización del bien o de engolosinarnos con los protagonismos o fanatismos, y de este modo lo experimentamos como una acción desapasionada, una sucesión repetitiva de experimentos: ver cuál de ellos tiene un resultado más eficaz, para la publicidad o los elogios.

El evangelio nos dice: Obrar la generosidad ha sido, es y será siempre provechosa y fecunda, cuando no buscamos a menudo una autoridad indecisa, sino con perseverancia la del que no cambia de aspecto, del que ni por loca ocurrencia tenemos la idea de sustituirlo, aun siendo sus hermanos más insignificantes el hambriento, el sediento, el forastero, el desnudo, el enfermo, el encarcelado.

En esta línea, el libro de la Sabiduría dice: Los que confían en el Señor comprenderán la verdad.

Comprenderla es una tarea en la que planteamos y estudiamos la cuestión orientadora de todo un programa teológico, lo cual es muy cierto.

Sin embargo, no nos detenemos sólo en tal programa, sino que al mismo tiempo nos envolvemos en el misterio actual de servir a Dios, por el cual nutrimos el ejercicio soberano de auxiliar al más insignificante.

Así pues, al principio evité considerar la frase, él apartará a los unos de los otros, como una “sentencia definitiva”, —a Dios no le ordenamos lo que sabia y bondadosamente hace—, porque el pasaje sagrado nos invita o ofrecerle al mundo el mensaje de Jesús, el cual, antes del juicio final, quiere discípulos y discípulas y la salvación de todos.

Desde luego, el peligro actual es una especie de activismo en el hacer, en el dar ayuda a los más vulnerables que, paulatinamente está dejando a muchos en el automatismo de la caridad; por ende, es prioritario responder al llamado divino sin caer en simulaciones.

Nuestro esfuerzo por apartarnos de esa actitud, a la vez erige una profunda respuesta a quienes arguyen que la creencia en la autenticidad del “justo juez” (San Pablo), ha perdido su poder; al contrario, tal genuinidad, además de indicarnos, “el Reino de los cielos exige esfuerzo, y los que se esfuerzan logran conquistarlo” (Mt 11, 12), asimismo nos asegura que ÉL mismo lo preparó para todos.

De hecho, con trabajo, fe y alegría, con esperanza, comprendemos que los tormentos no están preparados para nadie; por ende, optemos siempre en palabras y obras por la autoridad de quien exclama: Vengan benditos de mi Padre.

02-11-25

Pbro. Dr. Horacio R. Carrero C.

horaraf1976@gmail.com