Por: Andrés E. Mora M…
La selección venezolana absoluta de fútbol, la misma que es conocida como la Vinotinto alrededor del planeta a partir de la exitosa gestión del profesor Richard Páez Monzón al frente de ella entre 2001-2007, esa que tanto ha dado de qué hablar en los últimos meses al despertar, una vez más, en todos los que habitamos en esta hermosa tierra, y los más de 7 millones de paisanos allende de ella, la esperanza e ilusión – ¡Mano, tengo fe! – de verla en el próximo mundial, emulando lo que en dos ocasiones ha alcanzado tanto la Vinotinto sub-20 como la sub-17, debutó en estas lides cayendo 1-0 ante Perú en Lima, el 16-05-1965, en lo que fue el primer encuentro del grupo 1, que compartía con Uruguay también, correspondiente a la Clasificación Conmebol para la Copa Mundial de Fútbol de 1966 a celebrarse en Inglaterra del 11 al 30 de julio.
Aquel combinado nacional, pionero en el trajinar premundialista, con el argentino Rafael Franco, exjugador de Newell’s y River, como Director Técnico, salió al engramado del Estadio Nacional de la capital peruana con Felipe Mirabal; David “El Indio” Mota, Freddy Elie (capitán), Luis Zarzalejo y Octavio D’Suze; los hermanos José y Antonio Ravelo; Argenis Tortolero, Luis Mendoza “Mendocita”, Luis Guillermo Pineda y Rafael Santana, recordó el periodista Kiko Perozo en su blog “Desde mi Arquería” en septiembre 2013.
Ese 4-2-4 propuesto por Franco, dibujo táctico con el que Brasil levantó la copa Jules Rimet en los mundiales de 1958 y 1962, no le rindió frutos a nuestra selección de mayores en su primera incursión en eliminatorias sudamericana, al finalizar sin puntos en cuatro salidas, con cuatro goles a favor y 15 en contra. De tal manera que el sueño de clasificar al Mundial Inglaterra-66 se desvaneció en apenas 17 días, entre mayo 16 y junio 2 de 1965, el estrecho lapso de tiempo asignado para tales fines, que contrasta con los dos años establecidos por la Conmebol para dirimir los cupos al Mundial 2026.
No obstante, y a pesar de que Venezuela «salió con la tablas en la cabeza» en su primera pretensión mundialista – cuestión que no ha cambiado en absoluto jugadas otras 15, aunque en la décima sexta estamos confiados en alcanzar el objetivo –, 1966 fue un año exitoso para nosotros, los venezolanos, por ser testigo de un evento trascendental para nuestra nación, si bien, no estuvo relacionado con la cita mundialista de entonces.
Es así como el 17-02, nueve meses después del mencionado estreno premundialista ante Perú, cinco meses antes de que subiese el telón del mundial jugado en suelo inglés y luego de cuatro años de negociaciones, Venezuela hacía realidad su vieja y digna aspiración de contar con un documento, legalmente sustentado, que le permitiera resolver la controversia limítrofe con Gran Bretaña sobre la frontera con la Guayana Británica, posteriormente conocida como Guyana desde que el otrora imperio británico reconociera su independencia el 15-05-1966, al firmarse el Acuerdo de Ginebra.
Acuerdo a través del cual se buscaba ponerle fin a la polémica derivada por la línea fronteriza decidida por el Laudo Arbitral de París de 1899 – inicua sentencia arbitral, proceso que se ha demostrado ampliamente estuvo viciado como consecuencia de un compromiso político que «expulsó» con «roja directa» al derecho internacional no más iniciado el «juego» – que le aseguró a Gran Bretaña, tal y como el “gol fantasma” ante Alemania le garantizó a Inglaterra levantar el trofeo del mundial organizado por ella, el 90% del territorio en disputa, área de 159.542 kilómetros cuadrados, posteriormente heredada por su excolonia, Guyana, que dio origen a la zona de reclamación del Esequibo el cual, conforme con los legítimos títulos, pertenece a Venezuela.
Dice el Artículo I del Acuerdo: “Se establece una Comisión Mixta con el encargo de buscar soluciones satisfactorias para el arreglo práctico de la controversia entre Venezuela y el Reino Unido surgida como consecuencia de la contención venezolana que el Laudo arbitral de 1899 sobre la frontera entre Venezuela y Guayana Británica es nulo e írrito”. Si bien es cierto que las partes difieren en la interpretación del mismo, no es menos cierto que acordaron lo siguiente:
1- Guyana reconoce que el laudo de París que definió sus fronteras fue nulo e írrito.
2- Se comprometen en llegar a un acuerdo definitivo, pero el Esequibo sigue en posesión de Guyana hasta que se logre una solución según el tratado.
3- La solución debe ser pacífica.
Desde entonces, es «mucha el agua que ha corrido bajo ese puente» y muchos los mecanismos implementados, pero sin resultados satisfactorios. Empero, todo cambió con el «autogol» del de Sabaneta en 2004, para muchos ejecutando una orden emanada desde la Habana: “Venezuela no se opondrá a ningún proyecto de Guyana en beneficio de su pueblo, ni a que empresas extrajeras exploren yacimientos petroleros y gasíferos en el disputado territorio de Guyana… debemos abordar las relaciones con Guyana con un perfil distinto”.
Ahora, los corresponsables de aquella «anotación en contra» promueven un referéndum consultivo sobre el Esequibo – “Errado, inconstitucional, inútil, inconveniente, inoportuno, irresponsable y contrario a los intereses del país”, expresó en un documento contundente Allan Brewer-Carías, Individuo de Número de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales – queriendo hacer ver que el Acuerdo de Ginebra no contempla acuerdo judicial. Algo totalmente falso.
“El Acuerdo de Ginebra marcó la ruta para la solución de esta controversia (…) Entre esos medios de solución estaba el arreglo judicial, que fue el escogido por el secretario general de la ONU. Es por el Acuerdo de Ginebra que este caso está en la Corte Internacional de Justicia”, explicó Héctor Faúndez Ledesma, experto en derecho internacional y miembro de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales, al portal cambio16.com…
Así pues, rojos-rojitos dejen el «manguareo» y preparen la defensa para el 8-4-2024… ¡¡La historia apoya a Venezuela!! ¡¡No hay excusa!!
Prof. Titular jubilado ULA – Cronista deportivo
aemora@gmail.com, @amoramarquez
18-11-2023