El Big Ben Deportivo: En harapos pa’ Cochabamba 2018

Por: Andrés E. Mora M…

“Vea Ingenuo, hoy es un día de profunda reflexión para todos nosotros en Colombia”, le comenta un inusualmente parco y circunspecto Pedro Pablo Montoya, el «ppm», a Ingenuo Sinduda, el profesor jubilado de la ULA con el que el cucuteño mantiene una estrecha amistad desde que ambos coincidieron en Inglaterra cursando estudios de PhD en la Universidad de Bristol. Para aquel entonces los vientos de la «revolución bonita» aún no soplaban por estas tierras en las que, ahora, adentradas en las destructivas entrañas del «Socialismo del Siglo XXI», el más que nunca deslegitimado régimen, enemigo acérrimo, desde siempre, del saber y del conocimiento, ha enfilado sus baterías, una vez más, en contra de las universidades nacionales haciendo uso, en esta ocasión, de un nuevo elemento, por demás perverso, propio de su naturaleza inmoral e inescrupulosa y que, en conjunto con la bien conocida política de asfixia presupuestaria que ha implementado desde hace años y que ha llevado al colapso de las máximas casas de estudio del país, apuesta por la frustración y desmoralización de los trabajadores del sector universitario cuando, en pleno apogeo del espiral hiperinflacionario intencionalmente provocado por su desquiciada política económica, se burla de ellos descaradamente al decretar un aumento salarial el primero de abril, que luego irresponsablemente no asume.

“Mire pues, Ingenuo, es que estamos a pocas horas, no más, de las elecciones presidenciales y eso me preocupa. ¡Es que no podemos embarrarla mañana equivocándonos con el voto!”, le dice el «ppm», inquieto, al caraqueño-merideño en la conversación telefónica que ambos sostienen en la mañana de este sábado 26 de mayo. “Vea Ingenuo, hoy amanecí triste y cabizbajo porque me vino a la memoria, apenas abrí los ojos, las espeluznantes imágenes de la poderosa explosión ocurrida en Villavicencio aquella trágica madrugada del domingo 7 de abril de 2002. Esa desgracia dejó un saldo de por lo menos doce jóvenes muertos y decenas de heridos. Es que mire Ingenuo, ese asesinato colectivo, vil y cobarde, fue uno de los muchos actos barbáricos ejecutados por la FARC y eso no lo podemos olvidar cuando depositemos el voto. Mañana es el día propicio para que todos le hagamos saber, pacífica y contundentemente, nuestro repudio, tanto al candidato de esa organización delincuencial como, también,  al otro aspirante, ese que es afín a la revolución que los tienen pasando innumerables penurias, hambre y sufrimiento a ustedes en Venezuela”, expresa con voz grave Montoya.

“No hay manera de olvidar ese terrible momento, estimado «ppm»”, expresa Sinduda. “El atentado criminal fue planificado en momentos en que la ciudad, situada a 113 kilómetros al sureste de Bogotá, celebraba el 162 aniversario de su fundación y servía de anfitriona de la semifinal de la Copa Davis entre Colombia y Uruguay. Se evidenció, entonces, que la intención de detonar el carro-bomba a esa hora de la noche – alrededor de la 1:00 am, cuando la celebración se encontraba en pleno apogeo – fue causar la mayor cantidad posible de víctimas fatales”, considera el catedrático venezolano. “Pero no solo el pueblo colombiano fue el objetivo de ese criminal ensañamiento, el deporte de alta competencia también lo fue. Ese aborrecible atentado terrorista dio al traste con los años de trabajo y organización que los bogotanos habían invertido para montar la séptima edición de la Juegos Suramericanos”, recuerda el venezolano.

“Eso es supremamente cierto, Ingenuo”, expresa el docente de la Universidad Industrial de Santander. “Vea usted que Bogotá, cuando ocurrió el sangriento ataque, se encontraba ultimando detalles para, el 3 de mayo, levantar el telón de lo que habrían sido los juegos Suramericanos más bacanos hasta entonces”, señala el de la hermana república. “Sin embargo, Ingenuo, episodios de violencia como ese no desviaron de su hoja de ruta al olimpismo colombiano. Así pues que el Estado, de la mano con la empresa privada, continuó invirtiendo, tal y como estaba previsto, en todos los órdenes del deporte de alta competencia. Ninguna arista quedó por fuera. Vea hermano, la improvisación en esta actividad ha sido prácticamente erradicada. Por eso es que le digo que en Cochabamba – la ciudad boliviana que sirve de sede para la undécima edición de los Juegos Sudamericanos que esta noche se inauguran – la selección cafetera se consolidará en el segundo peldaño del medallero general, exhibiendo el crecimiento y robustez que ha caracterizado al olimpismo colombiano en más de un lustro”, sostiene el neogranadino.

“En contraste, Venezuela, que participará en Cochabamba con una delegación de 401 atletas, viene de su peor actuación en unos Juegos Bolivarianos. En Santa Marta 2017 la delegación criolla obtuvo 94 preseas áureas – primera vez desde 1977, cuando sumó 79, que la cosecha dorada estuvo por debajo de 100 – mientras que la delegación anfitriona logró un triunfo apabullante al alcanzar 213 medallas de oro”, acota Sinduda. “Pedro Infante, ministro del deporte, considera que Venezuela finalizará entre los cuatro primeros del medallero general y pronostica entre 40 y 50 medallas de oro”, comenta Ingenuo. “Aunque esos números son similares a los obtenidos en la edición anterior, la desinversión en el deporte de alta competencia venezolano es de tal magnitud, que 40 doradas parecen exageras”, agrega. “Así las cosas, con la democracia, economía, salud, alimentación, educación, derechos humanos y olimpismo hechos un guiñapo, Venezuela llega en harapos a Cochabamba 2018”, sentencia Sinduda.

                                                                                               

(٭) Prof. Titular jubilado ULA – Cronista deportivo       

      aemora@gmail.com, @amoramarquez