El Big Ben Deportivo: Evo, tanto nadar para quedar boqueando en la orilla del despotismo

Por Andrés E. Mora M…

A Evo Morales se le reconoce el mérito – «¡Al césar, lo que es del césar!», como reza el dicho popular – de haberse convertido en el presidente que transformó la economía boliviana, al registrar sorprendentes cifras de crecimiento, reducción de pobreza y analfabetismo. Por ejemplo, mientras que la economía venezolana ha perdido más de la mitad de su valor desde que llegó al poder en 2013 el mismo que lo usurpa desde principios de 2019, la economía de Bolivia creció a una media de un 4,8% anual durante los 13 años de gestión del primer presidente indígena de aquella nación suramericana. Otro apunte interesante es que, según datos del Fondo Monetario Internacional de abril 2019, se estima que para el cierre de este año los bolivianos tendrán un PIB per cápita de 3.820 dólares, un 40,4% superior al nuestro, que calculan esté alrededor de los US$ 2.720. Para el 2020, ese estudió proyectó que el PIB per cápita de Bolivia sería de 4.050 dólares, un 57% superior al de la arrasada Venezuela que lo estiman en 2.580 dólares. Por argumentos como ese es que Geoff Ramsey, subdirector del centro de análisis Washington Office of Latin America (WOLA), considera que el país andino “había sido el ejemplo que se utilizaba para mostrar que una alternativa de izquierdas podía propiciar la estabilidad económica”.

Llevándolo al ámbito deportivo, lo de Morales puede ser comparado con lo realizado en el Liverpool por Bill Shankly, el mítico entrenador escocés oriundo de la aldea minera de Glenbuck, en el histórico condado de Ayrshire, que en sus 15 años como DT (1959-1974) se convirtió en el artífice indiscutible de la modernización del popular club al que, además, rescató del profundo abismo de la segunda división para consolidarlo como uno de los grandes de Inglaterra y de Europa, ganando tres campeonatos de liga (64, 66, y 73), dos Copas de Inglaterra (65 y 74),  tres Charity Shield (65, 66, y 67), actual Community Shield (Supercopa Inglesa), y una Copa UEFA (73), actual UEFA Europa League.

Sin embargo, la obsesión de Evo por perpetuarse en el poder – ese encanto por la arbitrariedad y autoritarismo que históricamente, sobre todo en estos más de cuatro lustros de pesadilla chavista, ha seducido a la izquierda latinoamericana – obcecación alimentada por las artimañas leguleyas de las dictaduras nicaragüense y venezolana, alentada por quienes encabezan a ese par de despóticos regímenes, y, por supuesto, apoyada por los infaltables «Maikel Moreno» y «Tibisay Lucena» de aquel Estado Plurinacional, lo llevó a aspirar a un cuarto mandato una vez le fue concedida la luz verde a través del polémico fallo del Tribunal Constitucional con aquello de que “ser reelecto es un derecho humano”, a todas luces un argumento falaz, artificioso y poco convincente. Esta decisión, entendida por Evo como un As bajo la manga, lo envalentonó para desafiar la Constitución de aquel país, la cual establece un máximo de dos reelecciones, y a la mayoría de la población (51,3%) que había rechazado esa posibilidad en un referéndum hecho en 2016. De tal manera que el líder cocalero, ante el escenario que le prepararon, decidió tirar por la borda su talante democrático y forzar la barrera de la institucionalidad boliviana presentándose como candidato a las elecciones presidenciales del 20 de octubre. Eso sí,  luciendo bajo el brazo como carnada los logros económicos alcanzados durante sus tres períodos de gobierno.  

«Una vez montado el burro hay que arrearlo», y eso fue lo que hizo Evo la noche del 20-O. Con el 84% de votos escrutados, Carlos Mesa, de Comunidad Ciudadana (CC), conseguía un 37,8% de los votos frente al 45,7% del MAS de Morales, lo que obligaba a una segunda vuelta. Sin embargo, al filo de las 8 pm, el conteo de votos quedó estancado al 83.85% para, 23 horas después con el 95,6% del conteo realizado, el Tribunal Supremo Electoral otorgarle a Evo el 46,86% de los votos frente a un 36,72% de Mesa, resultado que le otorgaba la victoria en la primera vuelta. Esa situación nos trasladó de inmediato al Mundial de Francia 1938 cuando Vittorio Pozzo, entrenador de la «Azurri», recibió un telegrama de «Il Duce», Benito Mussolini, el padre del fascismo, con tres lapidarias palabras: «Vencer o morir». Ya en el Mundial Italia 1934, el mismo DT de la selección italiana había recibido una amenaza similar del dictador italiano en persona; «Usted es el único responsable del éxito, pero que Dios lo ayude si llega a fracasar».

Evo, tanto nadar para quedar boqueando en la orilla del despotismo. Pasaste de ser un virtuoso como Bill Shankly, para convertirte en un déspota como Mussolini. Al expresidente boliviano le faltó la humildad y estatura de estadista de un Nelson Mandela. Se dejó cautivar por las loas que exacerbaron su ego al extremo de creer que sin él no hay progreso en Bolivia – de la misma manera como Zlatan Ibrahimovic profetizó que el día que dejara la MLS nadie más volvería a ver la liga estadounidense – lo que lo llevó escuchar los consejos del usurpador, quien encarna el fracaso más rotundo de la izquierda en cualquier parte del mundo, tal y como lo indica el estado ruinoso en que se encuentra el país. Demostrando además, con creces, su total desinterés y desapego por los derechos humanos y la democracia.

¡Veremos con que sale el usurpador hoy, 16-N, día de la gran movilización a la que nadie debe faltar, cuando el ventarrón democrático del altiplano sopla a favor por estos lares!  

Prof. Titular jubilado ULA – Cronista deportivo       

      aemora@gmail.com, @amoramarquez