El Big Ben Deportivo: Hablemos de legados… los hay de grandeza y de miseria

Por: Andrés E. Mora M…

Cuando Serena Williams, con apenas 17 años, daba la primera campanada de lo que sería su extraordinaria carrera en el mundo del tenis al hacerse, el 12/09/1999, de su primer trofeo de Grand Slam, el de la edición 113 del torneo femenino del US Open, venciendo en la final – 6/3, 7/6 – a la suiza Martina Hingis, ni más ni menos que la número 1 del ranking de la WTA, redondeado, entonces, una actuación memorable que incluiría, además, triunfos en tres disputados sets ante las número 2 y 4 del mundo, paisanas y exnúmero uno del mundo ambas, la campeona defensora Lindsay Davenport, en semifinales con marcador de 6/3, 1/6, 6/4; y Mónica Seles, en cuartos de final con score de 4/6, 6/3, 6/2, respectivamente, el chavismo, con apenas unos pocos días en el poder, daba las «primeras cinceladas» a la unión cívico-militar – columna vertebral de su autoritarismo rampante y responsable, en gran medida, de la corrupción que ha desangrado al país – con la puesta en práctica del Plan Bolívar 2000.

De esta primera iniciativa – lanzada en el marco del décimo aniversario del “Caracazo”, que con la participación de 70.000 militares serviría de «globo de ensayo» de la fulana alianza, la cual se consolidaría en el 2004 con el poder otorgado a los militares en la estructura del Estado – nunca se supo cuál fue su alcance, a pesar de haberse manejado un presupuesto superior a los US$ 100 millones. A partir de allí, la opacidad que rodearía a la gestión de los dineros públicos se convirtió en la «marca registrada» de lo que en sus inicios se autodenominaría «la revolución bonita».

Es de hacer notar, el largo «idilio» vivido entre Víctor Cruz Weffer – el encargado de dirigir el Plan Bolívar 2000, para entonces comandante del Ejército – y la despampanante «Impunidad», de cautivadora figura, la más deseada por corruptos, transgresores de derechos humanos y delincuentes en general, finalizado en marzo de 2018, cuando el ahora militar retirado fuera detenido en el Aeropuerto Internacional Simón Bolívar por delitos de corrupción y legitimación de capitales.

Todo hace pensar que tales «amoríos», que según parece se extendieron por algo más de tres lustros, de acuerdo a lo que se interpreta de la nota publicada por elestimulo.com el día del referido arresto – “en 2002, el Ministerio Público inició una investigación por una acusación emitida por el Seniat y por reportajes publicados en medios nacionales que aseguraban irregularidades en su gestión” – habrían finalizado por orden de alguno de los actuales jerarcas del chavismo con el que Weffer haya caído en desgracia. Es obvio que los «grandes cacaos» de la «pesadilla roja-rojita» son los que deciden a quien, y por cuánto tiempo, «Impunidad» le prestará sus favores. El bochornoso caso de Rafael Ramírez, por su sordidez e inmoralidad, es un ejemplo emblemático de tal vagabundería. Démosle un vistazo.

En el 2016, cuando la AN, de mayoría opositora, investigaba a Ramírez por un desfalco de US$ 11 mil millones en Pdvsa, el «romance» del expresidente de la petrolera criolla con «Impunidad» – al contar con la venia, aprobación y autorización del número 1 y 2 del chavismo y el TSJ – iba «viento en popa» y a toda vela. Sin embargo, todo cambiaría.

El pasado martes, luego de cinco años de críticas a los actuales jerarcas del chavismo, cúpula de la cual formó parte por mucho tiempo, y de que «Impunidad» «le dejara el pelero» con aquello de que «si te he visto no me acuerdo», El Aissami denunció a Ramírez por ante el Ministerio Público por el supuesto “mega robo” – ¿el mismo investigado por la AN en 2016? – cometido durante su gestión al frente de Petróleos de Venezuela. Pero de eso hablaremos en otro Big Ben.

Veintitrés años después, Serena, jugando en lo que será el último torneo de su carrera, el US Open 2022; siendo madre de una niña de 5 años, Alexis Olympia; próxima a cumplir, el 26 del mes en curso, 41 años; y ubicada en el puesto 605 del ranking de la WTA, producto de la poca acción que ha visto en los últimos 12 meses, volvería a ser noticia al vencer en tres disputados sets – 7/6, 2/6, 6/2 – a otra número 2 del mundo, en esta oportunidad la estonia Anett Kontaveit, de 26 años, para avanzar a tercera ronda y enfrentar a la croata-australiana Ajla Tomljanović, de 29 años. Encuentro que se disputó anoche, viernes 2S, posterior al envío de esta crónica.

Entretanto, en el chavismo, veintitrés años después, no paran los casos de corrupción encontrados y reportados por investigaciones independientes, como aquella publicada por la OCCRP (Organized Crime and Corruption Reporting Project) en abril 2020 – “El club de los 35, cómo Venezuela compró la lealtad de sus generales” – la cual expone los nexos financieros entre la administración del usurpador y 103 generales – un tercio de los 312 generales activos del Ejército con los que contaba Venezuela en 2019 – vinculados a empresas habilitadas para hacer negocios con el régimen, de los cuales, 35 son socios o están en juntas directivas de compañías privadas que aparecen en el Registro Nacional de Contratistas.

Así pues, un brevísimo resumen de los logros de Serena sería: la mujer de la “Era Open” con más títulos de Grand Slam (23), jugadora con el mayor lapso de tiempo entre su primer título de Grand Slam y el último: 18 años, entre 1999 y 2017 y única tenista (ya sea hombre o mujer) en haber ganado un torneo en cuatro décadas diferentes, después del conseguido en Auckland 2020.

En contraste, el «legado» del «capitalismo bolivariano» lo resume la siguiente frase extraída de alguna investigación realizada por Chavismo INC: la corrupción chavista dejó empobrecida, con hambre y grandes deficiencias humanitarias a Venezuela.

Así las cosas, hay legados de legados… de grandeza como el de Serena y de miseria como el del chavismo…

Prof. Titular jubilado ULA – Cronista deportivo        

aemora@gmail.com, @amoramarquez

03-09-2022