Por: Valentín Alejandro Ladra…
Todo parece una tumba, un gigantesco sarcófago sin faraones pero sí con millones de obreros que construyen vacíos y lamentos. No se preocupen, las risas pronto vienen.
¿Dónde están las sonrisas de los niños? ¿Dónde están esos alegres y felices cumpleaños, donde los niños y sus amiguitos se embadurnan de dulces, tortas y chocolates, y los adultos no pierden tiempo para hacer tremendo sancocho con bebidas espumosas, bailando y jugando dominó, entre risas, cariños y familia?
Lo que aquí escribo parecen fotos ajadas de un enmohecido álbum familiar en blanco y negro, donde el tiempo ha hecho su obra casi póstuma.
Es la terrible, casi irreal verdad y realidad en que todo el país vive, salvo algunos “francachelados” –si es que esa palabra aún existe o la estoy inventando, o sacando del polvo de los recuerdos-, donde las risas se han convertido en muecas, y la alegría en pesadumbre.
Algunos aventurados podrían discernir e incluso discutir conmigo, diciendo todo lo contrario: que el país está risueño y con inmensa alegría en sus venas… sí, pero de ¡tísico! Son personas que viven en otro planeta, en un mundo ajeno a toda realidad. Es posible que para algunos individuos aún inocentes -¿existen?- todo marcha sobre ruedas y pueden tener la dicha de libar con dioses… pero de la más oscura y maléfica estirpe.
Estos pareciera que estuvieran estigmatizados con un hierro candente sobre la frente, marca invisible entre ellos pero que los más sanos de alma y mente bien pueden ver y distinguirlos entre la muchedumbre. Como en una película de realismo fantástico.
El silencio se ha apoderado de nuestro país. Sólo quedan los susurros temerosos. Zombis sin alimento. Dolor de encías. Basura como fuente de energía. Esbozos de sonrisas. Tragando saliva. Estallando en cólera y agresiones apenas le rozan la piel, e incluso en una mirada mal comprendida. Da tristeza como los padres tratan de darle un poco de tibieza a sus hijos, los abuelos con esa dulce mirada de antaño ahora con ojos vidriosos por las lágrimas. Por la impotencia. Por un paraíso, que mal o bien, era vida. La de hoy no lo es. Es sólo supervivencia de la mayoría. ¿Esperanzas? Bueno, alguna aún anda por ahí, de gente piadosa que no ha perdido su fe.
Claro, estamos aquellos que haciendo trizas de corazón “echamos pa´lante…”
Inventamos. Creamos. Intentamos. Todo el esfuerzo de nuestro ser interior, aquel que no abandona al valiente que con las migajas de su autoestima espiritual sigue luchando por una mejor vida, de un mundo más feliz, alegre, próspero, tratando de inyectar esas vitaminas positivas a todo aquel que tenga vestigios de que sí puede “echar pa´lante…”. A pesar de todos los obstáculos y adversidades.
¿Cuándo fue usted la última vez que se rió a carcajadas, no por un chiste malo, sino que salió del fondo de su corazón? ¿Qué pudo darle de comer completo a sus hijos, a su familia? ¿Qué compartió un buen almuerzo invitando a sus mejores amigos a su casa? ¿Que compartió unos suculentos sándwiches de atún con los compañeros de trabajo? ¿Un quesillo o… algo que ya pertenece a la prehistoria, un bienmesabe?
Todavía recuerdo los fines de semana donde grupos familiares o de amigos iban a retozar a la playa, con alegría, dichosos de las bondades naturales de este gran país.
Ahora, no sólo los precios, escasez de todo, sino son los delincuentes que lo dejan a uno con los ojos mirando al cielo, agradecidos de haber salido con vida… pero sin bañador…
El color de nuestro país no es del sol, amarillos, claros, naranjas, luminosos. No, si se hace un acto de conciencia y se quiere en verdad ver la realidad dramática de lo que acontece, los colores, su armonía y musicalidad han cambiado a tonalidades grises, con muchas sombras y silencios. La algarabía se ha dejado para los pájaros y gallinas asustadas.
Pero, jamás debemos dejarnos ganar por esos colores oscuros y grises sin armonía, ni amor ni calor humano. Somos más que eso, mucho más que ellos que tienen los estigmas de la incomprensión y rencor, del odio en la frente. No somos ni esclavos ni androides ni zombis. Somos seres donde el espíritu de la divinidad cósmica floreció sembrada en esta tierra con las semillas del Bien y la Bondad, de la Alegría y la Hermandad, en la Comprensión y el Entendimiento, en la Cooperación y el Conocimiento, en la Luz y la Sabiduría. En la Rectitud.
Por supuesto que no es fácil, pero todos somos héroes, hemos dado mil batallas y seguiremos en el sendero de nuestra eterna y hermosa alegría, donde la mente es libre y el espíritu diáfano, claro como las estrellas del universo. Nadie podrá nublarlas. Nosotros las puliremos para que brillen aún más. El trabajo es nuestro.