La Universidad de Los Andes (ULA), sufre un gran deterioro de su infraestructura, especialmente el estado crítico de los techos, llegando a un punto insostenible, ya que las lluvias convierten salones de clase, bibliotecas e incluso los cafetines en espacios inundados, impropios para el aprendizaje y la convivencia.
No se trata de un problema nuevo, pero cada año que pasa se agrava sin que las autoridades universitarias ni el gobierno nacional den soluciones efectivas. Goteras que antes eran molestas se han convertido en filtraciones masivas que dañan equipos, mobiliario y, lo más grave, el patrimonio académico. Libros, computadoras y documentos importantes se pierden bajo el agua, mientras estudiantes y docentes deben improvisar clases en espacios menos afectados. El cafetín, lugar de encuentro y esparcimiento, también sufre las consecuencias, dejando en evidencia la desidia hacia quienes día a día sostienen la universidad.
Este abandono no es casual es el resultado de años de desinversión en la educación pública, de un Estado que prioriza otros intereses mientras deja que las universidades se reduzcan a ruinas. La ULA, otrora orgullo nacional, hoy es víctima de la indiferencia y la falta de mantenimiento.
Se necesitan recursos reales para rehabilitar los espacios educativos y garantizar condiciones dignas. La comunidad universitaria ha demostrado su resiliencia, pero no puede seguir cargando sola con las consecuencias de un Estado ausente. La ULA es mucho más que edificios: es conocimiento, es futuro, es la esperanza de un país.
Redacción C.C.
20-05-2025