El estrés laboral: una amenaza latente para la salud pública mundial

La sociedad contemporánea se caracteriza por un ritmo de vida acelerado, instantáneo y de sobreinformación, esto hace que el ciudadano esté en estado de alerta ante cualquier eventualidad. Casi no hay tiempo y espacio para meditar sobre lo que hacemos y cómo lo hacemos.

Este estilo de vida resulta desgastante debido al constante estrés al que nos encontramos sometidos para cumplir con nuestras exigencias laborales, o  intentar satisfacer nuestras expectativas personales y profesionales: en el trabajo, la casa, en el tráfico, con nuestras parejas, en los centros comerciales.

Sin embargo, ¿Qué es el estrés? Es una respuesta fisiológica, psicológica y de comportamiento que se produce en un individuo cuando intenta adaptarse y ajustarse a las exigencias internas y externas. En consecuencia, nos afecta de distinta manera. La Organización Mundial de la Salud (O.M.S.), lo califica como una epidemia mundial.

Es en el ámbito laboral, donde más tendemos a estresarnos porque en él invertimos la mayor parte de nuestro tiempo, enfrentarnos a distintos estresores: los estímulos, condiciones y situaciones que generan el estrés; ambiente físico (iluminación, ruido, temperatura, ambientes contaminados…); contenido de la tarea (carga mental, control sobre la tarea); y los inherentes a la organización (conflicto y ambigüedad del rol, jornada de trabajo, relaciones interpersonales, promoción y desarrollo de la carrera).

Para sustentar lo antes dicho, el gremio de científicos dedicados a estudiar el fenómeno de estrés, lo ha clasificado en dos tipos: estrés positivo y estrés negativo. El primero, resulta motivador, es un incentivo que nos ayuda ejecutar nuestras actividades con eficiencia y eficacia. En contraposición, el segundo, es un peligro para nuestra salud física y mental.

Según, María Ángeles Del Hoyo Delgado, psicóloga y autora del libro “estrés laboral” (1997): “las posibles consecuencias del estrés en la salud quedan incompletas, si no se mencionan los efectos que se producen en la salud mental: incapacidad de concentrarse y el deterioro de las habilidades para tomar decisiones, la frustración, la ansiedad, trastornos de sueño y depresión, hay que añadir otras formas en que puede manifestarse: trastornos gastrointestinales, cardiovasculares,  alcoholismo, farmacodependencia y, en algunos casos extremos, el suicidio.

Estudios recientes, demuestran el costo humano y económico que el estrés se cobra cada año: entre el 5 y el 10% de la población económicamente activa padece trastornos debido a factores psicosomáticos nocivos (O.M.S., 1984) En consonancia con estos datos, es importante señalar: en E.E.UU., los costes del estrés se calculan en 200.000 millones de dólares al año; en el Reino Unido, representan el 3,5 del Producto interno Bruto (P.I.B.). Aunque no se dispone de datos oficiales referentes a Europa, las estimaciones se asemejan a las del Reino Unido.

La investigación titulada: “factores asociados al estrés laboral en trabajadores de seis países”, publicada en enero de 2020, en la Revista de la Asociación Española de Especialistas en Medicina de Trabajo, reveló: el país con la tasa más alta de estrés laboral es Venezuela (63%), seguido de Ecuador (54%) y Panamá (49%). Las naciones con menores porcentajes fueron Perú (29%) y Colombia (26%). Los investigadores argumentan que en el caso de Venezuela, presuntamente se deba al contexto social, económico y  político.

A modo de conclusión: el estrés es un enemigo que respira en la nuca del trabajador/a;  una pesada carga que influye en los niveles de productividad; una deficiente operatividad en la organización, causando una ruptura en su vida familiar y social. Un ejemplo de ello es “La Metamorfosis”, de Frank Kafka, (1912), que relata cómo, Gregorio Samsa (protagonista), único sustento de su familia, colapsa hasta el punto de transformarse en un insecto, a causa del imperioso deseo querer producir más y mejores productos y servicios.

Carlos Eduardo León Domínguez, pasante U.N.I.C.A.

14-05-2023