El exhorto del clero: “la Iglesia habla, tiembla la tierra”

La Iglesia venezolana, sus representantes, están conscientes de la realidad que está padeciendo el pueblo venezolano en los difíciles momentos que atraviesa el país. Ellos, sienten y sufren las vicisitudes de sus fieles en carne propia. Escuchan el clamor de quienes carecen de lo más indispensable para vivir. Observan la pobreza que se cierne como una sombra maléfica sobre cada una de las familias que si acaso pueden comer una vez al día. Saben de las enfermedades que los aquejan. Los pastores de la iglesia, están allí, tratando de ayudar, de ser solidarios dentro de las circunstancias que los ahogan, por no poder hacer más. Sin embargo, no han dejado de llevar la palabra de Dios en un esfuerzo admirable a través de un trabajo encomiable, como el que vimos y sentimos en la Semana Santa. Se han reinventado, con múltiples actividades para que el pueblo se sienta asistido aunque la presencia del coronavirus en el mundo ha cambiado la forma de relacionarnos,  y no  pueden compartir físicamente con su feligresía. Como dice el exhorto, y es innegable,” La Iglesia católica, conjuntamente con otras Iglesias cristianas y confesiones religiosas, están acompañando a la población con la oración continua y propuestas creativas…”

Este jueves 28-05-2020 el Episcopado Venezolano hizo una radiografía del contexto venezolano : claro, preciso, evidente , basándose en un análisis profundo de una situación que no tiene forma de ser rebatida , porque cada reflexión es, sin ánimo de alterar el orden constitucional, una copa fiel y exacta del día a día de quienes sobreviven en nuestro suelo.

Este exhorto debe ser leído por cada uno de los venezolanos, y muy especialmente por el oficialismo, que se empeña, en no ponderar en su justa y preocupante dimensión, los problemas que nos aquejan, tratando de “ocultar el sol con un dedo” y eso,  no es posible. El sol sale, brilla, y extiende sus rayos. No hay manera de detenerlo. El sol es como la verdad, aun cuando una nube intente taparlo, su luz, siempre, inmunda la tierra, es un hecho natural.

“Los arzobispos y obispos de Venezuela, califican de “moralmente inaceptable, la dramática situación de dolor, violencia, y sufrimiento que padece la inmensa mayoría de los venezolanos “La presencia de la pandemia no ha hecho sino poner en evidencia las múltiples carencias que sufre el pueblo y la incapacidad de dar respuestas adecuadas a ellas, más allá de soluciones parciales, necesarias, pero insuficientes, pues los males hay que arrancarlos de raíz”. Nuestro pueblo, todo, sin distinción, está inmerso en una cadena de calamidades y nos hacernos eco de los sufrimientos y expectativas de la gente que llora amargamente”.

Entre los señalamientos más importantes, pero en este artículo resumidos, porque la idea es leerlos e interpretarlos por completo, el exhorto se refiere, entre otros aspecto  a que “económicamente vemos al país a la deriva, sin planes”. La merma de la capacidad de producción y distribución de bienes. Sin el sustento diario, habrá más hambre y sufrimiento en las familias. El país está cerca de una quiebra económica de grandes proporciones. Crisis en muchas empresas y comercios que ya se venían debilitando antes de la pandemia, no logran pagar a sus trabajadores. Las protestas que, en ocasiones, han sido reprimidas con violencia, pero no se puede contener el hambre con represión. El hostigamiento a algunos líderes comunitarios, periodistas y médicos, e incluso la persecución y el encarcelamiento, sin el debido proceso, de algunos activistas políticos. Es inaceptable- expresa el exhorto- que continúe la situación que vivimos. Ya ha quedado atrás el tiempo de las palabras; no debemos reducirnos a aliviar los efectos, sino acompañar y alentar los procesos para que se den las transformaciones y los cambios necesarios a nivel político, social y económico. Lo más urgente a la vista de la inmensa catástrofe nacional, material, institucional y social que padecemos es una acción moral de gran calado, una sacudida ética y una convergencia político-social que nos encauce hacia el gran deseo común: un cambio fundamental que, partiendo de las necesidades y deseos del pueblo mayoritariamente sufriente, violentado en su dignidad y derechos, asuma en ejercicio de su soberanía el protagonismo de su propio destino de justicia, libertad y paz, todo esto enmarcado en el respeto a los derechos humanos y a la justa institucionalidad…”

La Iglesia Católica siempre ha jugado un papel relevante frente a la resolución de conflictos en América y en Venezuela ha demostrado una y otra vez, cuando ha sido necesario, un alto nivel de compromiso social, es por este motivo que la ciudadanía aplaude la valentía y el coraje de exhortar sobre la situación actual del país, con argumentos y con la expresión de soluciones que podrían ser viables ante la grave crisis que conformamos.

Este nuestro hermoso país, lleno de riquezas naturales, de costas bañadas por el inmenso mar caribe, de montañas nevadas de ríos caudalosos y gente buena, se merece que se “logre la reconciliación y el perdón, construyendo caminos de justicia y vida. Necesitamos un nuevo clima espiritual y liderazgos renovados que, superando la corrupción y el fraccionalismo, sean capaces de inspirar y movilizar los ánimos y el trabajo creativo de todos…”

El llamado final del episcopado venezolano es “a  un acuerdo nacional inclusivo de largo alcance que salve a Venezuela de la gravísima crisis en la que se encuentra sumergida y a iniciar procesos para rescatar y recuperar el país social, política y económicamente. Venezuela debe volver a tener esperanza en la que todos cabemos sin distingos.

Así sea.

Edición: Redacción C.C.