Por: Germán Rodríguez Bustamante…
En todos de los países de América del Sur, casi sin excepción, se presentan un panorama de crisis económica, social y política. Las elecciones son el medio para que este malestar derive en cambios. Favoreciendo a los candidatos de ideología opuesta al gobierno de turno, pero nada más llegados al poder abandonan las banderas que los conectaron con los ciudadanos. Desafortunadamente surgen posiciones ideológicas y no pragmáticas para enfrentar el cumulo de problemas que padece la población. Pareciera un péndulo que va de desencanto en desencanto, alejando a los ciudadanos de la política.
En la Venezuela presente el relato de fraudes electorales, promesas incumplidas y corrupción, representa un temerario abismo, un particular momento en el que la credibilidad de la política es casi nula. La ciudadanía se ve sacudida y asfixiada por las decisiones del poder político, ya que sus problemas siguen igual y en muchos casos tienden a empeorar. La realidad es concluyente las instituciones democráticas secuestradas por el régimen, dejan a trabajadores, jubilados, pensionados y toda la población, en la pobreza extrema privados de sus derechos más elementales.
La política barnizada y sutil como las figuras de porcelana, sigue siendo hoy una tarea pendiente. Sus edificaciones ideológicas tienen como función legitimar su praxis, pero no buscan, el bienestar colectivo. Siempre aparece en el relato la promesa de un futuro que se ha de producir, es decir, en una idea a realizar, diferida por enemigos externos, sin asumir los errores de la gestión implementada. No hay garantía de que las ofertas realmente sucedan, en consecuencia, no se puede confiar en un proyecto político.
En el contexto actual los venezolanos son espectadores de una lucha coyuntural, de un conjunto difuso de aspirantes, sin que ninguno de ellos presente al país una propuesta de sacrificio y desprendimiento para la construcción de una unidad sincera y verdadera. Las promisorias ofertas son fantasías poco creíbles, ya que surgen de parcelas individuales y no de consensos nacionales. Los candidatos en escena de cara a unas supuestas primarias, caen en la influencia hipnótica de los atractivos favores que el poder ofrece, cínicos y codiciosos, se lanzan a una carrera impetuosa que tiene por premio la bandera de la unidad. Sin embargo, no logran ponerse de acuerdo en términos mínimos para lograr la unidad deseada. Algunos muestran una cierta sumisión al régimen imperante, lo cual aleja aún más a los ciudadanos del evento en puerta. Calentamiento necesario para prepararse para la carrera presidencial del 2.024.
Por un lado, los políticos del régimen sin intelectuales que puedan construir una narrativa creíble, dado su pobre desempeño. Y, por otro lado, los políticos opositores con la misma deficiencia un poco menos marcada, pero separados en propuestas ideológicas que no se vinculan, lo que dificulta la creación y difusión de un mensaje de unidad, a pesar de las diferencias. La crisis económica, política y social que padece el país, coloca los políticos a examen, los ciudadanos esperan un mensaje claro, racional y vinculante con las reales posibilidades de concretarse. Lejos muy lejos quedan las propuestas de cambio político, sin que se acuerde una transición. Ya lo dijo Cicerón que la forma de mantener la democracia era basándose en la parte lógica y racional de las personas, sabiendo que siempre estaría el riesgo de sucumbir a la irracionalidad. Por ello se den o no las primarias, lo cierto es que el evento del 2.024 es una posibilidad y está en nuestras manos, y no en la de los líderes, decidir si mañana queremos estar más cerca de la democracia, o de la tiranía.
Para algunos autores la teoría política se degrada por efecto de un uso meramente ornamental, o de una normativización que sondea a los hechos y a lo que la ciencia tenga que mostrar, o porque se abandona a la creencia de que la política se agota con la aplicación de principios morales, y que los buenos políticos son aquellos que albergan las buenas intenciones. Es posible que los políticos venezolanos en general, están cargados de buenas intenciones, lamentablemente en su ejercicio muestran una incapacidad para comprender las dificultades que padece la población. Quienes están en el poder tienen una mayor responsabilidad, pero quienes aspiran sustituirlos no ofrecen garantías para el cambio, dejando a la gente a la deriva. Sin conducción política para encauzar una cruzada de recuperación y mejora de las condiciones económicas, sociales y políticas.
A pesar de que estos bueyes son los que hay y con ellos tocara arar, a los ciudadanos les tocara agarrar las garrochas para enderezar su andar. Alejándolos de propuestas populistas que domina la arena política en los últimos tiempos, para consentir y agradar a la plebe. Construir una narrativa viable y posible para que la gente crea nuevamente en la política, como un conjunto de actividades que se realizan con la participación ciudadana, con la finalidad de distribuir el poder para garantizar el bien común. De cara a las elecciones se sabe que hay hacer, pero no como hacerlo para ganar las elecciones del 2.024.
La unidad nacional no puede ser un eslogan, un deseo o una promesa, debe ser una posición firme que estimule a toda la sociedad para realizar los esfuerzos y sacrificios que esta hora requiere. La situación actual requiere con urgencia de un tratamiento, es la unidad alrededor de un proyecto de reconstrucción y reconciliación nacional. No se puede renunciar a la discusión racional sobre los principios democráticos alrededor de la libertad, igualdad y fraternidad. La construcción de la unidad indivisible de la patria debe alcanzase, aunque sea accidentalmente lograda, la coyuntura lo exige. El cumulo de problemas y calamidades que padece la población, son los elementos para unir a la clase política venezolana. No pueden continuar naufragando en un mar de contradicciones e incoherencias.
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12-06-2023