Un único valor del tiempo puede ser determinado por la inteligencia humana, (en adelante IH), siempre que él esté dado.
Ahora bien, a partir de esta definición preguntamos: ¿por qué llamamos “valor intrínseco” del tiempo?
Porque es en la intimidad de la inteligencia humana donde aprehendemos el tiempo por sí mismo.
En tal intimidad la inteligencia humana le asigna un valor por el cual demuestra una “peculiar dependencia” de él.
Es decir, aunque intrínseco —sentido en la profundidad de nuestro espíritu— para considerarlo tiempo él ha de existir independiente.
Él cae bajo el dominio de la IH, porque ella le denota alguna notación filosófica, científica o teológica.
La IH puede usar cualquier número real, ya sea positivo o negativo, siempre y cuando dentro de ella y más allá de ella (ad extra) se mantenga constante un valor temporal determinado.
Por eso, ¿por qué llamamos “valor crucial” del tiempo?
Porque crucial en la inteligencia interna (intrínseca) del tiempo no ha de hacernos prevalecer en primer lugar un valor del tiempo en sentido crítico, sino en sentido decisivo o determinante.
La intersección —también llamada en artículos anteriores interconexión— nos posibilita notar que para tener inteligentemente una función temporera debe haber un dominio real, interno, crucial, recíproco, inteligencia-tiempo; por ejemplo, en el momento de leer esto invitamos a trazar de forma libre una gráfica en la que la misma inteligencia prevé que el diagrama es exactamente equivalente con lo plasmado en imagen, y sin embargo, es ella quien asegura que su dibujo satisface o aún no, alguna dependencia (función) temporal dada.
Pero, ¿qué es una “función (o dependencia) temporal”? Es aquella sobre la que el tiempo tiene un rango íntegro (dominio absoluto), y en la que nuestra inteligencia tiene de él un registro peculiar, tocante, pero relativamente correspondiente.
Esto es, la aprehensión intelectiva del tiempo por la mente —nuestra inteligencia cerebral— demuestra que no acontece en una sucesión indiferente respecto a los haberes humanos, ya que en éstos lo explícito radica en evidenciar que desde lo implícito ha habido inquietud y labor con el fin de gestionarlo con moderación; o sea, sin prisa, mas, tampoco al modo de esta actitud pesimista: si se nos da.
En fin, hay tiempo dado, pero, hay tiempo gestionado cuando lo optimizamos:
Mientras es de día, señala Jesús, tenemos que hacer la obra del que me ha enviado; porque vendrá la noche, cuando nadie puede trabajar (Jn 9, 4).
03-07-25
Pbro. Dr. Horacio R. Carrero C.
horaraf1976@gmail.com