Escuchándonos

Por: Rosalba Castillo…

Despertamos el día en un permanente diálogo con nosotros mismos. Pensamientos van y retornan. Siempre diversos o siempre los mismos. Esa voz interior establece un monólogo constante. Esa incesante necesidad de conversar, está en nosotros. Este ejercicio se realiza a lo largo y ancho del planeta, desde el amanecer hasta el anochecer. Se convierte en la tendencia de los ciudadanos de todas las nacionalidades. Todos sentimos se imperioso deseo de establecer una conversación, con nosotros mismos o con los demás. Dando voz a nuestras emociones, siempre en la búsqueda de abordar situaciones. Escucharnos termina siendo un acto de amor.

Atender no solo en las palabras, también en los gestos, en las miradas, en las sonrisas, en nuestra alma, en toda nuestra corporeidad, pero también en nuestros silencios. Saber escuchar es la mejor vacuna para el corazón. En días de la mayor conectividad del ser humano, no tenemos tiempo para sentir al otro en profundidad. Estamos urgidos de ser escuchados. Estamos tan asustados y sin nadie que nos oiga. Nos sentimos en una gran soledad. Necesitamos de esa escucha, con profunda atención, interés y respeto, aceptando al otro sin quererlo modificar. En ocasiones no requerimos de respuestas, solo de una atenta y plena escucha. Construir ese espacio donde no exista el temor, el juicio, la intervención, la desconfianza, las expectativas. Escucharnos intensamente desde la mirada, desde la compasión, desde la humildad sin observar al reloj ni los electrónicos. Escuchar para poder comprender, dialogar y comunicarse.

Ese encuentro que puede ser fácil de establecer o en ocasiones incómodo, pero necesario, requiere de dejarse tocar por las palabras y la vida del otro. Es buscar la verdad, tenerla presente. Es permitir al otro que se encuentre con nosotros y nosotros con él. Dialogar es ser permeable a las ideas de quien nos acompaña. Los que dialogan salen de su mundo para construir uno común. Es comprender, acercando sus corazones, en la búsqueda de alternativas positivas. Se trata de quererse entender desde la sinceridad y el respeto, abrirse a descubrir que hay otra verdad diferente a la nuestra.

Para poder dialogar se hace necesario hacerlo con nosotros mismos. Regalarnos la posibilidad de sabernos, escuchar nuestro silencio para poder conversar con nuestro yo profundo, hasta encontrar aquello que se esconde en nuestro interior, detrás de nuestras palabras y de nuestro sentir, de nuestras intenciones y de nuestra vida. Para cultivar ese silencio es necesario callar para poder entender nos y hacerlo con el otro. No es necesario entender la verdad del otro, solo aceptarla, desde el respeto. La sinceridad y la tolerancia son las verdaderas herramientas del diálogo y la real comunicación. Aceptar los silencios de la vida. No todas las preguntas tienen respuestas.

El verdadero diálogo supone esa crítica sincera, en la búsqueda de siempre dejar al otro mejor de como lo encontramos. Partiendo de abrazar su necesidad de ser escuchado y de darle paz en medio de esos instantes.  En ocasiones desconocemos que requerimos conversar con alguien, compartir las ideas con otro, en momentos ignoramos que se nos hace difícil abrirnos a los demás. Nos enseñaron a resguardar nuestros sentimientos en un lugar secreto que hasta que se nos dificulta encontrarlos. Abrirnos al sentir se convierte en nuestra verdadera zona de seguridad. Guardar las emociones nos lleva a somatizarlas convirtiéndose en enfermedades.

Todos agradecemos el poder contar quien nos valide desde su corazón, sin embargo, se hace necesario la reciprocidad en la escucha. Atendernos los unos a los otros debe ser la base de las relaciones. Sin embargo, hay muchas personas que asisten a terapias para ser escuchados por primera vez.

Solo necesitamos ser escuchados.

Rosalba Castillo

26 11 2022