Especial Vida Nueva: Querida Amazonía

Por: Cardenal Baltazar Porras Cardozo…

El tema de la ecología integral es una de las claves de lectura del pensamiento del papa Francisco. Es consecuencia lógica de su llamada a la Iglesia en salida con atención preferente a las periferias. Laudato Si, el Sínodo de la Amazonía con su documento conclusivo y la Exhortación Apostólica que había ofrecido al final del evento sinodal sale a la luz pública con fecha en la fiesta del 2 de febrero.

Llama la atención el respeto y valoración del trabajo sinodal, del que él formó parte, al afirmar que valora su fruto y no quiere con esta exhortación sobreponerse u opacar el trabajo realizado por los padres sinodales. Es una nota característica del compartir en sentido horizontal la responsabilidad que todos los bautizados tienen. No se corrige o puntualiza lo dicho sino se asume una perspectiva más poética, como un canto a una realidad poliédrica en la que su complejidad no permite, mejor no aconseja, cerrar puertas, poner aduanas, como tampoco lanzarse al vacío. Pienso que, en las posturas extremas, pueden sentir desaliento pues unos quisieran encontrar correcciones y otros auspiciaban una postura magisterial en los asuntos más controversiales, principalmente los relativos a los aspectos más eclesiales y a la participación o no en el ejercicio del ministerio ordenado.

La exhortación está escrita entono parenético. Quiere animar un cambio de conciencia colectiva que va más allá del espacio amazónico. Está dirigida al mundo entero porque lo que allí pasa afecta a todo el planeta. Es concebido como un “sueño” en cuatro estaciones que invita a luchar por los derechos de los más pobres, que piensa en la riqueza cultural allí presente que se convierte en un reto para la multiplicidad de culturas del mundo. Es, además, una invitación a custodiar la hermosura natural y no solo a explotarla. Y a los cristianos les pide que formen comunidades capaces de entregarse y encarnarse.

El primer sueño (cap. 1) es el social. Las realidades laceradas llaman a un grito profético y ardiente por los más pobres y excluidos. La Amazonía es el escenario de injusticias y crímenes que obliga a los indígenas a refugiarse en las ciudades dejando su habitar natural, amenazados por los explotadores madereros, ganaderos y empresarios que le arrancan a la selva su identidad convirtiéndola en un erial. No podemos habituarnos al mal. Hay que superar la mentalidad colonizadora para construir redes de solidaridad y desarrollo en las que la capacidad de fraternidad y espíritu de comunión humana esté por encima de cualquier otra connotación. Dañar las instituciones existentes es un verdadero flagelo.

El sueño cultural (cap. 2) invita a cultivar sin desarraigar. El poliedro amazónico, tan variado en grupos humanos y estilos de vida y de cosmovisiones, es un llamado a cuidar las raíces y aprender de la sabiduría ancestral oral de aquellos pueblos. Toda realidad cultural tiene sus límites y por tanto hay que entresacar lo bueno de lo originario y de lo globalizado. Las culturas ancestrales están amenazadas y sus pueblos en riesgo por la sed de una economía que daña sin pudor la riqueza humana, social y cultural.

El sueño ecológico (cap. 3) nos recuerda la estrecha relación del ser humano con la naturaleza y la existencia siempre cósmica de la existencia cotidiana. Cuidar las personas y los ecosistemas están íntimamente relacionados. Es de talante contemplativo el sueño hecho del agua, el gusto de la Amazonía que plantea el equilibrio planetario que depende en buena parte de la salud amazónica. La profecía de la contemplación y la educación en hábitos ecológicos nos pone ante la realidad de un mundo limitado y finito.

Por último, el sueño eclesial (cap. 4) invita a caminar y escuchar a los pueblos. La experiencia latinoamericana ha sido rica en este recorrido. No se puede abandonar el anuncio indispensable de la fe que conduce a la auténtica opción por los más olvidados. Inculturarse es un reto porque la Iglesia necesita crecer con la Amazonía. Dios se encarna en las culturas y no hay un único mundo cultural. Esta inculturación es social y espiritual. Insiste el papa en descubrir el valor de la santidad amazónica que no puede sin más calificarse de idolatría. Esto tiene vigencia en la liturgia, y en los sacramentos y la eucaristía. De allí el compromiso de valorar en su justa medida el papel del ministerio ordenado, de las diaconías, del papel del laico con nuevas y mayores responsabilidades, en la fuerza y el don de las mujeres que no puede ser simplemente funcional. Y concluye con un remarcar en la ampliación de horizontes más allá de los conflictos. El conflicto se superar en un nivel superior. Con ello, pienso que el papa invita a que los puntos álgidos debatidos antes, durante y después del sínodo sean objeto de experiencias serias que irán abriendo posibilidades reales y seguras para el futuro.

El sueño que queda pendiente es el que seamos capaces de no quedarnos en nuestras propias opciones sino en abrirnos a los signos de los tiempos a la luz de los signos evangélicos. Menuda tarea que postula el criterio de la sinodalidad por encima de imposiciones.

6.- 12-2-2020 (5172)