La parca se lo ha llevado hace pocos días. Aun se resiente el hecho que no esté en el reino terrenal. Se ha ido al reino celestial donde estará, de seguro, muy pendiente de lo que de aquí en adelante ocurra para bien y para mal en el toreo emeritense. Fue un visionario de la grandeza y potencial que podía tener la fiesta brava emeritense de llevarse a cabo bajo una gestión atractiva de carteles y ganaderías, en una época donde también la economía venezolana se prestaba para ello. Fue cuando la Feria del Sol pasó a tener carácter de acontecimiento a nivel nacional e internacional.
Nacido en la ciudad de Mérida, se rodeó desde el seno de su familia del ardua y laborioso trabajo de campo y ganado, pues su padre, del mismo nombre, poseía grandes extensiones de tierras en El Vigía, a mediados del siglo pasado, donde grandes piaras de ganado de leche y ceba se atendía en sus productivas fincas. Ello le marcó su contacto directo con el ganado bovino y el coleo, lo que no fue óbice para que también la pasión por la fiesta brava le naciera cuando para ese entonces estaba en sus inicios la naciente Plaza de Toros Monumental de Mérida.
Todo derivaría que primero, tanto Don Fabio padre como Fabito se hicieran ganaderos de reses bravas cuando a mediados de 1974 fundaran la ganadería La Carbonera, en predios de Jají, y en El Vigía la vacada, en la hacienda El Morichal, producto de un lote de vacas y sementales colombianos en primeras instancias, que luego con adquisiciones puntuales de lo más selecto del encaste Santa Coloma y Parladé darían origen a una de los hierros de toros bravos más importantes de finales de los ’70 y los ’80 en Venezuela, lidiando en todas las plazas de toros más importantes del país, incluyendo por supuesto el redondel emeritense donde se convirtió en ganadería puntual por varios años, lidiando en numerosas ocasiones durante el abono, que así mismo se nutría, bajo su ambiciosa organización empresarial, en éxito artístico y económico para el toreo y la economía merideña, que se rebozaba de turistas para estar presentes en las puntuales cinco tardes de toros que también hizo del “Carnaval Taurino de América” -como se le dio denominación de origen al serial emeritense- en referencia para el toreo en toda la América Taurina.
Producto también de una personalidad marcada por la gentileza, agudeza visión empresarial y en especial un manejo exitoso de las relaciones con los distintos medios de comunicación de todos los ámbitos, se convirtió en nombre de referencia para la fiesta brava merideña y nacional, a tal punto que con solo su nombre y palabra se podía armar ferias donde el éxito económico y artístico estaba asegurado.
No solo fue la Plaza de Toros de Mérida y su ganadería referencia para la fiesta brava, pues también se encargó de promoverla con la modernísima y funcional Plaza de Toros Portátil que se trajo de España para sembrar la fiesta brava en el resto del país, una apuesta que no del todo le tributó satisfacciones económicas.
Tras varios años gestionando el ciclo ferial merideño lo dejaría en la cúspide de su consolidación, valiendo para ello que pasaran varios años para que su trabajo y esfuerzo de nuevo se viera reflejado, tras los baches que posterior a su paso por la plaza de toros emeritense se vivieron; luego vendrían otros tiempos, otros momentos sociales y económicos, donde ya no sería ni igual ni superior, pero sí diferente…
Estos últimos años los pasó un poco alejado del lio de toro, más no ajeno de su actualidad, a pesar de que aun su nombre y legado quedaba en el recuerdo. Incluso hizo mancuerna con su hermano Nelson Grisolia para organizar la Feria de San Sebastián (2014-2018) bajo el nombre de la empresa que le dio renombre hacía varios lustros atrás. Pero las cosas en el país y en especial las exigencias de afición y público no eran las mismas a la que fueron a su paso por Mérida.
Una agresiva enfermedad neurodegenerativa le confinó meses atrás, bajo el cuido de su señora esposa, lo que muchos quienes le conocíamos desconocíamos, bajo petición propia y sus mismos familiares. Al final esta pudo con él, hasta que este pasado domingo, descansaría en paz su alma, también por las complicaciones de un cuadro respiratorio agudo, y con ello nacería el perenne legado de quien hizo mucho por la fiesta brava, que no del todo se le reconocería. Pero allí queda su obra y en especial la transcendencia, de quienes de verdad aún estamos en deuda de agradecimiento por quien fue, tanto dentro como fuera del mundo del toro.
Rubén Dario Villafraz
@rubenvillafraz