Con fundamento: De dictaduras y dicta-duros

Por: Bernardo Moncada Cárdenas…

Me perdonará el lector, pero el curso que han tomado los hechos en nuestro bello y arrasado país durante los últimos meses, aconseja como oportuno reproponer este texto de tiempo atrás.

¿Qué es un dictador? El dictador es una figura histórica. Así se denominaba una investidura, bien definida, en la dinámica sociopolítica que le dio origen; surgió como un servicio. El dictator era en Roma antigua un mandatario con poder total, pero designado por breve y definido tiempo para sortear una determinada crisis. El Senado romano, en casos de guerra o estados de emergencia, lo designaba para un periodo máximo de 6 meses, sin que por ello quedase derogado el ordenamiento político y jurídico.Las leyes permanecían. En cambio, emperadores y reyes no se consideran dictadores, sus status son legítimos y permanentes según los conceptos legales vigentes. En países occidentales, los reyes que persisten están sujetos a sus parlamentos.

El régimen dictatorial como lo conocemos hoy es una deformación de aquella figura originaria. La dictadura nacida en Roma retorna con la Revolución Francesa, en boca de los Jacobinos; éstos reivindican una visión ideologizada de la república romana y así reviven el término “Dictador” aunque con otro sentido.  Ha sido el siglo XX, sin embargo, el momento de máxima vigencia de las dictaduras. Desde 1900, el mundo -y más a menudo los países que apenas entraban a la modernidad- sufrió a menudo el nuevo significado de «dictadura»: Franco y Oliveira Salazar, por un lado, y el régimen soviético, por el otro, impusieron en Europa prolongados ejercicios de poder pleno. Hitler y Mussolini lo hicieron por menor tiempo. Los hermanos Castro se preparan para celebrar… ¡sesenta años! sometiendo a Cuba y Robert Mugabe lleva treinta destruyendo a Nigeria, mientras tanto, hemos visto un sucederse de dictaduras más breves en Latinoamérica, como la de Augusto Pinochet, y las de los militares brasileños, argentinos y uruguayos.

Es interesante la diferencia entre la duración de las dictaduras llamadas «de derecha» y las «dictaduras de izquierda». Es evidente que éstas implican una pretensión de permanencia ilimitada que las otras no tienen. ¿Por qué? Intentemos comprender. Existe cierta clasificación de los regímenes dictatoriales como autoritaristas, totalitarios y fascistas. Aunque las diferencias son sutiles, guardan suficiente identidad cada una. Sin embargo, a lo largo de un periodo un régimen dictatorial puede y suele tomar medidas propias de los tres, e incluso evolucionar de una forma a otra. Linz, en Totalitarian and Authoritarian Regimes, las diferencia con bastante precisión: La dictadura autoritaria se diferencia de la dictadura totalitaria porque la autoritaria no sostiene una ideología tan elaborada, sino la idolatría propagandística del líder, no busca el apoyo de las masas, sino su sumisión; su meta última no es realizar grandes cambios en la sociedad sino únicamente imponer su poder sobre la misma El totalitarismo se diferencia del autoritarismo por el peso de justificaciones ideológicas y por el grado de intensidad en que se manifiestan algunos de sus elementos comunes: Concentración de poder en una sola persona o grupo muy reducido (a menudo un partido político, que puede también gerenciar un culto a la personalidad del líder), justificación de la hegemonía indefinida mediante una doctrina global que se manifiesta en todas las esferas (economía, cultura, familia, religión), empleo sistemático del terror para eliminar a la disidencia u oposición, uso del confinamiento para aislar a opositores al régimen… Mientras el autoritarismo busca acallar a los disidentes y evitar sus expresiones en público, el totalitarismo aspira a exterminar las formas de pensamiento divergentes, adoctrina y remodela mentes. Hasta que no sea lograda la supuesta transformación global del mundo según su proyecto ideológico-político, este control total sobre la sociedad es justificable para la dictadura.

Niveles de corrupción administrativa y moral muy superiores a los de las «dictaduras de derecha», alcanzados por la incontrolada concentración de poder, auto-justificada con el pretexto de estar cumpliendo un deber histórico, causan un apego demencial al mismo en las dictaduras “revolucionarias” y sostienen redes de complicidad que -aunadas al terror- les dan asombrosa estabilidad no obstante las permanentes crisis que provocan.

Hoy en Venezuela se experimenta con una novedosa forma de régimen dictatorial revolucionario que gusta posar como gobierno democrático -y lo había hecho con algún éxito-. Pero se ha quitado la careta; estos del siglo XXI no son simples dictadores, ¡son ya «dicta-duros»!

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