Un gobierno atrincherado y una nación en colapso total

Por: Germán Rodríguez Bustamante…

La experiencia traumática que vivimos los venezolanos en la actualidad no tiene nombre, las condiciones económicas, sociales y políticas reflejan una colapso total del país. A pesar de las señales que muestran la gravedad de la situación, la Dictadura no manifiesta la intención de cambiar de actitud, por el contrario se empecinan en mantener el rumbo radicalizando sus posiciones. Las naciones que vivieron escenarios similares reflexionaron y lucharon para recuperar el sendero, construyendo una propuesta de futuro para su pueblo. No podemos permitir que la gestión nefasta, encabezada por esta supuesta unión cívico-militar nos mantenga en el fondo, condenados a la adversidad.

La Dictadura no ha terminado de comprender que las naciones siempre pueden estar en una posición peor a la actual; en consecuencia, las decisiones diferidas, apostando a la providencia, no resuelven las dificultades presentes, en todo caso las agravan. Poner el debate de la crisis sobre la mesa es indispensable si queremos presionar los cambios necesarios para que el país no siga cayendo por el despeñadero: exigir racionalidad en la política económica, proponer acciones conjuntas entre el sector privado y el gobierno, entender que no habrá salida fácil y que independientemente de quién sea el culpable, todos, sin excepción, vamos a pagar. El gobierno debe estar dispuesto a provocar y participar en los acuerdos nacionales necesarios para validar un ajuste que se hace indispensable, pero que será costoso, muy costoso, y que nos obligará a colocarnos en posición de impacto para capear el temporal de calamidades que se avecinan. Lo fundamental es hacer los esfuerzos colectivos para detener la caída acentuada que vivimos los venezolanos en nuestra calidad de vida. Para ello el gobierno debe mostrar disposición de enmienda y rectificación, de lo contrario los problemas se profundizarán con repercusiones destructivas para los ciudadanos.

Las medidas tomadas por naciones y bloques, contra individualidades no son una injerencia en la soberanía del país, son acciones que obedecen a supuestos delitos cometidos, a las cuales las personas involucradas deben de hacerle frente. Como todos los sancionados son jerarcas del régimen, las posiciones del gobierno se acrecientan para defender la Dictadura, sin considerar que esto debilita su posición para una negociación futura urgida por ellos. Lo concreto es que mientras el régimen endurece su visión llevando a la nación al terreno electoral, las calamidades de los ciudadanos se profundizan, creando un ambiente delicado que puede producir un estado de conmoción y colapso absoluto. Venezuela ha entrado en un peligroso torbellino de ingobernabilidad y destrucción institucional que amenaza seriamente la frágil legitimidad jurídica y política del gobierno, visto su trágico naufragio económico. Las evidencias prácticas del desastre económico trascienden las fronteras nacionales y el mundo observa con estupor el cuadro desolador que distingue el precario aparato productivo venezolano. El Estado dadivoso y paternal fracasó estruendosamente, convirtiéndose en un figurín monstruoso de ministerios, en una maquinaria absolutamente  inútil, únicamente concebida para  premiar lealtades partidistas con becas y migajas, duramente menguadas en la actualidad.

Nadie jamás pudo haber pensado que nuestro país pudiera llegar a los niveles de deterioro descomunal que experimentamos en lo económico, social y político. Posiblemente el hecho de no vivir una experiencia traumática como la actual en el pasado reciente nos tiene en una total apatía, desorientados, sin entender y comprender la gravedad de la situación que afrontamos. Desconocemos nuestro propio entorno y la canalla mediática del gobierno construye escenarios irreales que contradicen las realidades diarias que los ciudadanos vivimos, desde colas interminables para comprar alimento y medicinas, pasando por el autosecuestro impuesto por la delincuencia desatada, el confinamiento interno derivado de la situación de los pasaportes y cédulas de identidad, hasta la vergonzosa realidad de colas para unos cuantos picos de pan, sin dejar de un lado el proceso de control político y profundamente corrupto de la entrega de alimentos a través de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP). Para guinda de la torta de miseria, el régimen busca vincular todos los derechos de los venezolanos al “carnet de la patria”, lesionando gravemente el espíritu de la constitución.

En este estado de cosas espero que el régimen cuantifique y evalué las consecuencias de llevar a los ciudadanos al extremo, la tolerancia de la ciudadanía tiene un límite, las catacumbas no es, ni será, las fosas fúnebres que pretenden confinar a los venezolanos. Entiendo que los costos de salida del régimen cada día que pasa se hacen más elevados, sin embargo apuesto a la sensatez y cordura de algunos sus integrantes, para propiciar espacios para un dialogo sincero, comprometido y que produzca resultados inmediatos, para evitar daños mayores. Comprendo de igual manera que la transición, exige para una salida concertada un proceso de justicia especial.        

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