Hora de espectros

Por: Bernardo Moncada Cárdenas…

En un acto de grado de 1985 tuve el honroso (y doliente, por lo que tocó decir) encargo de hablar en nombre de todos los padrinos de promociones del día en la ULA. Fue una noche espléndida, en la acogedora solemnidad de nuestra Aula Magna. El recinto es un galpón hecho amable palacio por la magia de su genial arquitecto, e inspira a cualquiera.

Allí, la alegría incomparable de los grados llena el espacio e invade el espíritu, y para mí fue momento de contradictorio discurso. Porque había mucho de justificada esperanza y no quería aguar la fiesta que en mucho era la mía; empero hubo también mucho de advertencia y lamento porque fuera, en la que llamé «nuestra pobre Venezuela», veía desde mi tribuna sombríos indicios de un desastre por venir.

Cualquier venezolano sensible e informado sabía que las cosas no iban tan bien, y hacía sus críticas abiertamente. Es, sin embargo, a una especial modalidad de contestación y toma de posición ante aquella realidad que quiero referirme.

En aquel entonces, los ilustrados jolgorios de la «República del Este» o de los mesones de tasca donde incubaba cada número de aquellos semanarios humorísticos de antología como La Sápara Panda, El Imbécil, El Sádico Ilustrado, tenían eco en similares francachelas de todo el país; eso, la alegría como forma de reflexión y protesta, nos distinguía.

No había pesimismo, sin embargo, con que quien escribe anticipar pudiera este nivel de nauseabundo fastidio, terrible tristeza paralizante, que sobrevuela la actual atmósfera intelectual venezolana, este harém de plañideras en que nos hemos tornado.

Es hora de espectros. Parecemos solazarnos en la depresión. Sobrellevamos una actitud que un guerrero de estirpe no debería conservar por mucho tiempo. Mi pronóstico triste de aquel discurso de 1985 entonces vaticinó muchas cosas, menos caer en esta postración intelectual de muchos artistas actuales. Y no me refiero al humor de Talk-Show que hacen Emilio Lovera, el Conde del Guácharo, u otros comediantes, porque aquel humorismo que nos acompañaba desde tiempos de dictadura gomecista era otra cosa.

¿Y dónde está la novela que descubre las entrañas mugrientas de estos malos gobernantes de hoy, dónde la expresión, poética, literaria o plástica, que se solidariza con el evidente calvario de nuestro pueblo y lo revela?

Venezuela nos necesita revividos, aguerridamente alegres, enamorados, creativos, capaces de animarla e iluminarla en el combate que nos toca dar. Hay que salir de la hora de los espectros.

Bernardo Moncada Cárdenas
bmcard@hotmail.com