Por: Cardenal Baltazar Porras Cardozo…
El 6 de marzo 2025 falleció en Barcelona España el teólogo jesuita José Ignacio González Faus, un hombre entregado a su vocación y con una conciencia apasionada del seguimiento de Jesús; crítico de muchas cosas, pero con amor profundo a la Iglesia. Nacido en Valencia, España el 27 de diciembre de 1933, nos dejó para ir a la casa del Padre a los 91 años. Filósofo, teólogo, escriturista, estudió en España, Alemania y Roma. Dedicado a la docencia en San Cugat del Vallés y en la facultad de Teología de Barcelona, con numerosos viajes a la Universidad jesuítica de San Salvador y en ocasiones en Madrid, donde aprendimos a beber en su teología encarnada en la realidad con un acento en el seguimiento de los pobres. Prolífico escritor dejándonos una amplísima obra de grandes libros, ensayos y numerosos artículos. Entre sus obras sobresale su cristología “la humanidad nueva”, que abrió caminos a la reflexión cristólogica postconciliar y fue objeto de muchas críticas y ataques que el tiempo ha reivindicado su pertinencia.
Tuve la dicha de ser su alumno y poder compartir con él muchas de sus enseñanzas que tienen que seguir vigentes en todo momento para que crezca en todos nosotros la humanidad nueva que nos entregó Jesús. Durante la pandemia visité Barcelona y tuve una preciosa oportunidad de conversar largo y tendido con él. Me contó su experiencia en el obligado encierro por el virus, sin alumnos y sin poder salir a la calle. Lo único que sé hacer es dar clases y escribir… Son numerosos los ensayos y segundas ediciones de sus escritos. La reciedumbre de su carácter y la pasión ignaciana que lo acompañó siempre se hizo presente en la amena conversación que sostuvimos. Me regaló dos de sus libros y me dijo que la llegada de Francisco al papado lo había reconciliado con la institución. Le dedicó un libro al santo padre que me encargué de entregárselo y lo recordaba con cariño. Me dijo que lo iba a llamar por teléfono.
Genio y figura hasta la sepultura, iniciando la cuaresma, los días de ceniza, constató que la humanidad nueva de Jesús se hizo realidad en su vida definitiva. Su legado es un testimonio fehaciente de la honestidad de su pensamiento, de su entrega como buen hijo de Ignacio, en el que el amor a la Iglesia se hizo presente más allá de los tropiezos que le dio la vida. Es un ejemplo para todos, y para los que tuvimos la dicha de beber en su pozo, una gracia inigualable.
Descansa en paz mi querido padre José Ignacio González Faus, y que al estar en la presencia del Señor puedas darle ese abrazo al padre misericordioso, a su hijo Jesús y a la fuerza del espíritu santo que te acompañó tanto y a San Ignacio de Loyola el padre de tu vocación.
24-25. 7-4-25(2749)