Antes de esta debacle económica que tiene a la mayoría de los ciudadanos del país sumidos en una ignominiosa pobreza, la vuelta al colegio era una emoción compartida entre los padres y sus hijos porque era maravilloso ir a buscar la lista de útiles escolares. Hasta la más humilde de las familias, podía con sus ingresos hacer el esfuerzo de adquirir los cuadernos, lápices, cajitas de creyones, plastilina, y los libros asignados para el grado correspondiente. Todo olía a nuevo, a esperanzas, a expectativas, a reencuentros, a amigos, a felicidad.
Las papelerías y librerías lucían muy atractivas mostrando gran variedad de artículos de buena calidad y a precios accesibles, y si las cuentas no daban para llevar todo de un vez, pues se podía esperar la próxima quincena para completar lo necesario y llenar la mochilita de sueños de nuestros niños.
Los uniformes, era otros cuento muy bonito. “Vamos, mi amor, a que te midas el pantalón para el colegio, porque en estas vacaciones creciste mucho, y ya necesitas otro. Medias, camisas, zapatos, y en algunos casos, para los más pequeños hasta una lonchería para guardar la merienda.
Hoy la realidad es muy distinta y dolorosa. La compra de los útiles escolares y la vestimenta se ha convertido en otro dolor de cabeza para quienes tienen hijos en edad escolar. En un trabajo periodístico, muy detallado, realizado por Valeria Castro para Comunicación Continua, se señala que “un padre de familia tendría que gastar entre 200 y 500 mil bolívares para comprar lo básico”, entonces las preguntas que surgen son demoledoras ¿quién en las actuales circunstancias dispone de ese monto para mandar a su retoño al colegio? Y… ¿si tiene más de un niño en edad escolar? Al multiplicar la cifra por el número de hijos, nos damos cuenta de que es más que imposible solventar la situación.
No se trata de achacar las culpas a los pocos comercios que quedan en Mérida por los altos costos de los productos. No, porque en general las facturas de los proveedores reflejan el valor de los mismos y el porcentaje de ganancia no alcanza ni para pagar los fletes, que también tiene cifras astronómicas.
El problema está en el mal manejo de la economía, en el tiempo perdido en diatribas políticas, en la incapacidad para accionar. El 19 de enero de 2016 Nicolás Maduro, declaró un estado de “emergencia económica” por 60 días, pero la emergencia se ha extendido hasta la presente fecha y la crisis lejos de dar señales de corregirse, se profundiza con cada día que pasa y la población, es la que está sufriendo en carne propia los efectos de una inflación desatada, de una moneda que perdió todos su valor, de un país que se dolarizó, pero donde el sueldo promedio no llega ni a los 100 mil bolívares (7 US$ aprox.)
Se impone la solidaridad.
¿Qué podemos hacer ante semejante panorama tan desalentador? Encontrar un consenso entre instituciones educativas, maestros y profesores, para comprender que estamos viendo en una guerra sin armas y que solamente con la unión de voluntades y bajando el nivel de exigencias a su mínima expresión, podrán los padres enviar a sus hijos a las escuelas. Debemos entender que ya no es lógico exigir un cuaderno para cada materia, ni un libro para cada actividad, zapatos de deporte y de diario, y un largo etcétera, so pena de no dejar al alumno entrar a clases. Los directores, los que tienen capacidad para decidir sobre los útiles y uniformes escolares deben flexibilizar las normas, lo cual no implica que haya anarquía o desorden, lo que debe prevalecer es la comprensión de una escenario muy difícil.
Lo verdaderamente trascendental es que los maravillosos maestros y maestras, profesores y profesoras con los cuales todavía contamos, los que no se han ido y apuestan por Venezuela, continúen enseñando con amor y dedicación, no es importante si el alumno que está aprendiendo tenga los zapatos remendados o que la camisa le quede pequeña. Tampoco es relevante si no trajo la cajita de creyones, porque su compañerito se los puede prestar; definitivamente en estos tiempos aciagos, se impone la hermandad, la fraternidad, la unión y el compromiso por seguir adelante, firmes en la sagrada misión de educar, y los niños venezolanos tienen el derecho a estudiar.
A.E.L.L.C.C