La ciencia de la Cruz: Santa Teresa Benedicta de la Cruz Edith Stein

La frase del título de esta reflexión forma parte de unas palabras dirigidas a otra religiosa en 1941 por Sor Teresa Benedicta de la Cruz, conocida como Edith Stein antes de su ingreso en el monasterio carmelita de Colonia; a la vez tal locución aparece en la “dedicatoria” al ensayo sobre San Juan de la Cruz, escrito por Sor Teresa Benedicta con motivo de la celebración del 400º aniversario del nacimiento del místico carmelita (1542-1942).

Desde luego, cómo no unir dicha expresión “la ciencia de la Cruz” a la personalidad de Edith Stein, cuyo recorrido vital, 1891-1942, nos posibilita ensamblar la frase a estas dos pronunciadas por el Señor y transcritas por el profeta Oseas, «la llevaré al desierto y allí le hablaré a su corazón» (2, 16b), y «yo te desposaré con mutua fidelidad» (v.22). Por supuesto, esas oraciones dirigen puntualmente a esta otra dicha por Jesús y aludida en el evangelio de Mateo, «“entonces, el Reino de los Cielos será semejante a diez vírgenes, que, con sus lámparas en la mano, salieron al encuentro del novio”» (25, 1).

Así, igualmente podemos apreciar el cumplimiento en Edith Stein de una «biografía como teología» (Antonio Ricupero, I), la cual, aunque parezca contradictorio, inicia con su nacimiento, 12 de octubre de 1891, momento en el que su familia celebra el Yom Kipur, el Día de la expiación, la principal festividad judía; continúa con la pérdida de la fe en Dios, su postura cual “feminista radical” (Breslau, 1911), de la que se aleja adhiriéndose a las “soluciones puramente objetivas”; su pasión por la filosofía que la lleva a Gotinga en 1913 al encuentro con E. Husserl, principal representante de la fenomenología contemporánea, (con ésta el conocimiento del mundo dejaba de ser al modo kantiano, sólo reproducción subjetiva, notando un giro hacia lo concreto); de Husserrl E. Stein fue discípula, asistente y con él obtuvo su título; al mismo tiempo conoció a Max Scheler, teórico de la axiología o estudio de la jerarquía de los valores.

Al estallar la Primera Guerra Mundial realizó un curso de enfermería y sirvió en un hospital militar austriaco hasta 1916; luego, retorna a las lecciones del antiguo profesor, Husserl (1917) y concluye exitosamente la tesis Sobre el problema de la empatía. Por este tiempo, la “biografía como teologia” sustentada en la dignidad de E. Stein, la enriquece este sencillo y providencial acontecimiento: ve entrar una plebeya con su canasta de compras a la catedral de Frankcfurt a hacer una pequeña oración, ante lo cual confiesa, «“esto fue algo nuevo para mí. En las sinagogas e iglesias protestantes a las que asistí, los creyentes van a los servicios religiosos. Aquí, sin embargo, una persona entró en la iglesia desierta, como si fuera a una conversación íntima”» (Teresa Benedicta de la Cruz Edith Stein (1891-1942) monja, carmelita descalza, mártir).

Ahora, sin la ayuda de lo alto, sin su amistad, la biografía teológica de E. Stein sería insignificante, destituida del valía verdadera del testimonio de una mujer a la que Cristo la condujo hasta llegar a serle su esposa y una de las cinco vírgenes sensatas (Mt 25, 2); en efecto, ella misma asevera, «“visto desde el lado de Dios el azar no existe; toda mi vida, hasta el más mínimo detalle, ya está trazada”».

En 1918 prescinde de la labor junto a Husserl, y busca un trabajo independiente. En 1930 lo visita y le comenta su sincera adhesión a la fe católica; viendo la resistencia de Husserl a tal decisión, señala este pensamiento, «“después de cada encuentro que me hace sentir la imposibilidad de influir directamente, la urgencia de mi proprio holocausto se agudiza”». Quiso ser profesora universitaria, pero no le permitieron; Husserl la recomendaría sin reparo alguno, mas, su ascendencia judía también le impidió el ejercicio de dicha profesión.

En 1921 viaja a Bergzabern (Palatinado) donde topa a Hedwig Conrad-Martius, discípula de Husserl, y en la biblioteca de su casa halló una obra, la autobiografía de Teresa de Ávila, que desveló y fermentó su vocación a la “soledad sonora” del Carmelo; de hecho afirma, «“cuando cerré el libro me dije: ésta es la verdad”», y posteriormente, «“mi anhelo por la verdad fue una sola oración»; de esta forma, en ese período para E. Stein resonaba con más intensidad este versículo, «“¡ya está aquí el novio! ¡Salgan a su encuentro!”» (Mt 25, 6).

  1. Stein fue bautizada en la fiesta de la Circuncisión de 1922, y confirmada el día de la Candelaria por el obispo Speyer.

Luego, quiso ingresar al carmelo, pero por el momento le pidieron esperar; además, debía entender en profundidad que «“cuanto más uno se siente atraído por Dios, más hay que ‘salir de sí mismo’, en el sentido de volver al mundo para llevar allí una razón divina de vivir”»; a la par, ante la lectura de las obras del filósofo danés Kierkegaard, las traducciones de las cartas precatólicas de Newman, la lectura de los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola, la traducción de las Quaestiones disputatae de veritate de Santo Tomás de Aquino, E. Stein afirma: «“practicar la ciencia al servicio de Dios… solo por esta razón pude decidir comenzar trabajos científicos serios”; en 1932 ejerce la docencia en un instituto católico, el de Pedagogía Científica de Münster, y sólo anhela ser «“instrumento de Dios”», ya que, recalca, «“quien viene a mí, quiero conducirlo a ÉL”».

En 1933 inició la arremetida nazi contra los hebreos, y a la sazón rotula, «“me había convertido en una extraña en el mundo”»; en este año ingresa al convento carmelita de Colonia, y subraya, «“no puede ayudarnos la actividad humana, sino solo la pasión de Cristo. Mi deseo es participar de ella”». En 1938, recrudeció el odio nazi contra los judíos, por ende, la madre superiora la envía al monasterio carmelita de Echt, Holanda. Allí, el 9 de junio de 1939 redactó su documento y en él labró estas líneas, «“que venga su reino en toda su magnificencia para la salvación de Alemania y la paz del mundo”».

El 2 de agosto de 1942 la Gestapo llegó a Echt, y, Santa Teresa Benedicta de la Cruz fue apresada junto a su hermana Rosa, quien estaba de servicio en el monasterio; al momento de la aprehensión le comunica, «“ven, vamos por nuestra pueblo”». Fueron conducidas al campo de concentración de Westerbork, y el 9 de agosto de 1942, Santa Teresa Benedicta de la Cruz y Rosa murieron en la cámara de gas de Auschwitz.

En conclusión, reseñamos esta frase del evangelio, «“llegó el esposo y las vírgenes que estaban prontas entraron con él a las bodas”» (Mt 25, 10); de este esposo, Cristo, la madre de Edith Stein, fiel judía y de fe inquebrantable, le relató: «“¿por qué la conociste (la fe cristiana)? No quiero decir nada en contra de él. Puede que haya sido un buen hombre. Pero, ¿por qué se convirtió en Dios?”»; ante lo cual referimos estas palabras de E. Stein de 1934, «“hoy entiendo […] lo que significa ser la esposa del Señor bajo el signo de la Cruz”», y por consiguiente exclamar con el Salmo 44, «tu hermosura al rey conquistará: Él es tu Señor».

 

Biografía:

Ricupero, Antonio, La fede lievito della Storia, Editrice Messaggero di Sant’Antonio, Facoltà Teologica del Triveneto, Padova, 2016.

Teresa Benedetta della Croce Edith Stein (1891-1942) – biografia, en: https//:vatican.va/news_services/liturgy/saints/ns_lit_doc_19981011_edith_stein_it.html.

 

09-08-24

Pbro. Horacio R. Carrero C.

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