Lo primero en tener claro es: lo que Cristo da a los hombres.

Fundamentalmente les ha dado un logos humano, por el cual perciben y dicen lo que son en su enfoque transcendental.

Este enfoque no sólo lo tenemos, sino, además, y con más peso, es algo que somos. Por eso, la tecnología no es quien lo agrega a nuestra razón, porque la inutilizaríamos justamente para lo teologal, pues no tenemos una cuestión teologal sobre la cual vamos a pensar tecnológicamente, sino con sensibilidad humana, teologalmente.

Lo teologal está y es constitutivamente nuestro ser, y una vez conscientes de él, nuestra intelección asume lo tecnológico, antes que tecnocéntrico, antropocéntrico, y antes que antropocéntrico y tecnocéntrico, teocéntrico, cristocéntrico.

En los canales electrónicos son muchos los modos en y con los cuales apreciamos la manifestación de una verdad. No tratamos en ellos una verdad incomunicable con la que escuchamos en un templo.

Por esto, la tecnología también instituye un ámbito de convivencia con Cristo.

Ella en lugar de levantarse cual herramienta poco favorable al acceso del hombre a Cristo, más bien le es viable como un método concreto y práctico para nutrir el encuentro, asimismo concreto y práctico, con Él.

Cierto, estricta y formalmente la idea precisa que tenemos de Cristo es inmutable sea escuchando su instrucción por un audiolibro o leyéndola directamente en la Biblia impresa.

Cristo ha manifestado las ideas acerca de su inmutable realidad, las cuales se han moldeado de maneras distintas en diferentes situaciones individuales e históricas, y en éstas, para aquella modelación también ha contribuido el surgimiento y el avance del desarrollo técnico.

Por supuesto, los medios digitales, si bien con tanta riqueza de programas algorítmicos, imágenes, videos, etc., de ningún modo pueden intercambiar por ellos y hacer que ello ocurra en la humanidad, la manifestación una y única con que Cristo es manifiesto a todo hombre.

La tecnología contribuye a la elevación que lo teológico y lo religioso produce en el ser humano. En esto ella es muy importante pero perfectamente secundaria. Hay, empleando este término de X. Zubiri, una “multiformidad” en la reciprocidad Dios y hombre. Desde luego, Dios, real, efectivo, unitario, uniforme, ha abierto al viviente humano el acceso a “una entrega optativa” a la que la tecnología secunda, pues, es improcedente una divinidad considerada en una “remota lejanía”, en la que más bien el hombre pueda estar en riesgo de perderla (1999, 42-43).

Referencia:

Zubiri, X. (1999). El problema teologal del hombre: cristianismo. Alianza Editorial.

01-05-2025

Pbro. Dr. Horacio R. Carrero C.

horaraf1976@gmail.com