La crónica menor: Dos cristianas de verdad, verdad

Cardenal Baltazar Porras

Por: Mons. Baltazar Enrique Porras Cardozo…

A distancia de horas, al filo de la solemnidad de la Resurrección del Señor, gozan de la pascua eterna dos mujeres singulares: una seglar, madre de sacerdote y una religiosa. Me han impresionado los testimonios escuchados a raíz de su muerte. Somos muy dados a valorar poco a las personas en vida y a exaltarlas cuando fallecen. Sin embargo, “la hoja de servicios” de ambas muestran a las claras que “la confesión de la fe” fue el norte de sus actuaciones a lo largo de la existencia de ambas.

La señora Custodia Borrero de Rojas, murió en la madrugada del 5 de abril, después de una rápida gravedad de 22 días, en la que se le descubrió un cáncer en las vías respiratorias. La serenidad y la paz de esta mujer de 57 años al conocer su mal, es una lección de la reciedumbre de su espíritu; a ello se unía la satisfacción que sentía de “haber cumplido su deber” de levantar a sus hijos, darles estudio y futuro, con la alegría de ser madre sacerdotal. Sus últimos días no fueron más que el reflejo de lo que llenó toda su vida: su amor a la iglesia, su actitud militante como cristiana en la comunidad de Mesa Seca, Ejido, donde era motor de todas las actividades pastorales. Devota de la eucaristía y de la Virgen, miembro de la Sociedad de San Benito de Palermo, cursillista de cristiandad participaba con entusiasmo en todo lo que podía. Se sentía madre de “todos los sacerdotes” y a todos nos atendía con primor y dedicación. Los testimonios expresados en su misa exequial queremos publicarlos en un folleto para dar a conocer “modelos de vida cristiana” de nuestros días.

El lunes de pascua, 6 de abril, dejó esta tierra, Sor Bienvenida Orozco, dominica de Santa Rosa de Lima, a los 82 años de edad. Complicaciones de una operación y su estado general la llevaron a la tumba. Apureña, profesional de farmacia, licenciada en educación y en teología en Roma, religiosa venciendo obstáculos, más de medio siglo desgranados en dirigir colegios, formar nuevas religiosas, conducir como madre general en varios períodos su amada congregación; en estos últimos años, en el Instituto Coromoto de San Cristóbal prestaba su servicios como una más.

“Todos estos años de oración y entrega entrenaron su espíritu en la misericordia, en la compasión, en la humildad, en la bondad, en la escucha y en el silencio gratuito de la gracia divina. Incontables son las situaciones que supimos, supo enfrentar con fortaleza e incontables también las tribulaciones y alegrías que como Superiora General supo aceptar, agradecer y vivir en soledad. Sin duda, la Madre Georgina y Nuestro Padre Domingo de Guzmán fueron acompañantes fieles para Sor Bienvenida, de quienes testimonió el tesón guerrero y la valentía constante en el trajinar del día a día. De sus labios siempre brotó el saludo filial a la Madre del Cielo, mientras a diario rezaba con piedad el Rosario sosteniéndolo en sus manos como arma contra las infidelidades del mundo”.

Hay que ver crecer la hierba para que la esperanza sobresalga ante tanta negatividad que corre a nuestro alrededor. Los grandes hombres y mujeres de Dios fueron grandes intercesores nos dice el Papa Francisco. Contamos con dos más que nos ayudan a adentrarnos en el Padre y descubrir nuevas dimensiones que iluminan las situaciones concretas y las cambian. ¡Custodia y Bienvenida, rueguen por nosotros!