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domingo, febrero 16, 2025

La crónica menor: El silencio sonoro

Por Cardenal Baltazar Porras Cardozo…
La música callada y el silencio sonoro son dos pequeños versos de San Juan de la Cruz, uno de los místicos españoles, maestro de la vida interior. Para los tiempos presentes estos versos pueden parecer música celestial, pura poesía, bella y hermosa, pero nada más. Sin embargo, quizá ahora más que nunca hace falta cultivar el silencio personal. Vivimos sometidos al continuo bombardeo de miles de ruidos que nos arrastran sin piedad y, lo que es peor, que no nos permiten pensar, reflexionar y actuar autónomamente. Nos montamos en un vehículo y lo primero que hacemos es prender la radio o activar la pantalla de imágenes, con el peligro de darnos un tortazo con cualquier obstáculo, por la distracción que supone no ver hacia donde nos dirigimos. Nos levantamos en la mañana y prendemos la televisión o la radio para “enterarnos” de lo que pasa en el mundo. Vemos por la calle a casi todo el mundo con el celular y los audífonos en las orejas, pendiente de todo menos de lo que está en el entorno. Pasamos por delante de cualquier comercio o tarantín y nos aturde la música estridente que nos invita a entrar, ver y comprar.

No se trata de rasgarnos las vestiduras y huir. La globalización y la tecnología que tienen mucho de positivo, son también instrumentos en manos de manipuladores profesionales para llevarnos como borregos a donde quieren. Aquí entra en juego el aprendizaje inteligente para saber andar por caminos tortuosos. Hay ciertos “ruidos” que hay que tener en cuenta: necesitamos estar informados, también entretenernos y además, la comunicación interpersonal es parte de la vida. El asunto está en saber medir el uso de los mismos. El ruido de los demás es una fuente de constante distracción y a veces de conflicto.

Sin embargo, el silencio es necesario en la vida. El ser humano necesita cuidar algunas dimensiones de la vida sin estar constantemente sometido al imperativo del ruido. En días pasados, alguien me consultaba sobre el tema, porque vivía sometido al estrés de miles de noticias que no satisfacían sus aspiraciones. La desesperanza cunde, paraliza y desanima. Por casualidad cae hoy en mis manos un número de la revista “Sal Terrae” dedicada al silencio. Aprovecho para compartir con mis lectores algunas de las ideas de los enjundiosos artículos sobre la vivencia del silencio que estimo pueden ser útiles para nosotros.
Una dosis de soledad es necesaria en la vida. Cada uno de nosotros necesitamos espacios en los que poder procesar con calma la vida. Necesitamos también desconectarnos. No podemos estar como veletas a merced de cuanto mensaje nos llega. Así no se puede vivir. Hacer silencio y tomar distancia pueden ir unidos. Con frecuencia necesitamos prescindir de lo inmediato, para verlo mejor, así podemos sentir, comprender y profundizar.
A muchos les cuesta acoger el silencio. Quieren vivir el presente como si fuera el último momento y con frenesí viven fuera de sí. Sin embargo, quienes se apartan del ruido, de los mensajes preparados para idiotizarnos y distraernos, nos recuerdan el valor impagable del silencio en la vida. Es en la quietud y el silencio donde bullen ideas, inquietudes, preguntas, anhelos y donde se gestan nuestros encuentros más hondos y la fuerza y el coraje de resistir y ser creativos ante la adversidad.
34.- 30-7-19 (3344)

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