Por: Cardenal Baltazar Porras…
El mensaje de la Paz del Papa Francisco de este año tenía por título “la no violencia: un estilo de política para la paz”. Hay que alentar una cultura con actitudes personales y acciones públicas, políticas que vayan por ese camino. La mera ausencia de violencia no significa que haya paz, pero la no violencia es el principio necesario para que la paz sea posible.
En Venezuela, buena parte de la acción política de las dos últimas décadas ha estado signada por el fantasma de la guerra. El lenguaje ordinario es el de amigos-enemigos, estamos en una revolución pacífica pero armada, todos los conflictos ordinarios de una sociedad plural y democrática son tildados como amenazas de invasión, de guerra, de golpe de estado. Los ciudadanos son catalogados como cooperantes o apátridas. Se ha creado una milicia y se pretende que todos los ciudadanos deben tener un uniforme militar y armas para “la defensa de la patria”. Existen unos grupos paramilitares denominados “colectivos” que actúan como comandos bien entrenados, armados hasta los dientes y actúan a sus anchas destruyendo vidas y bienes. Las cantidades de dinero que se invierte en armamento de guerra y en arsenal antimotines ascienden a cantidades astronómicas. Es un tremendo negocio que favorece la corrupción pues se trata de inversiones “secretas” que no pasan por los tamices ordinarios de control político y ciudadano.
Vivimos en un ambiente permanente de confrontación “casi bélica”, lo que no es saludable bajo ningún aspecto. Aunque es posible identificar los intereses geoeconómicos y geopolíticos que alimentan el recuero a la fuerza bruta al servicio de un objetivo político, nos deslizamos por un tobogán en el que la dinámica de la violencia se convierte en un fin en sí mismo. Aspiramos que no se imponga por la fuerza la voluntad del más fuerte. Pero la clave está en la eliminación de las desigualdades y de la exclusión que alientan la lucha de clases y la imposición de sistemas políticos obsoletos.
La mirada cristiana del Papa Francisco nos sirva para templar los espíritus por los caminos de la paz. Escogió el nombre de Francisco por el amor de este santo por los pobres y por su esfuerzo en construir la paz. Ante los dramas de las migraciones forzadas, exclamó en Lampedusa: “quiero hacerme intérprete del grito que sube de todas las partes de la tierra. ¡Es el grito de la paz! El grito que dice con fuerza: ¿queremos un mundo en paz, queremos que en nuestra sociedad, destrozada por divisiones y por conflictos, estalle la paz!
En la exhortación “la alegría del Evangelio” (n. 185) dedicado a la dimensión social de la evangelización, desarrolla con amplitud el tema de la inclusión de los pobres, de la paz y el diálogo social. Vale la pena no echarlo en saco roto. Y, por último, sus mensajes para las jornadas mundiales de la paz, el Papa nos da claves importantes para alimentar una buena cultura de la paz: La fraternidad, fundamento y camino de la paz (2014), no esclavos sino hermanos (2015), vencer la indiferencia y conquistar la paz (2016), y, la no violencia: un estilo de política para la paz (2017).
La paz nos pide en momentos difíciles, una actitud muy propia de los cristianos: el perdón y la reconciliación. Las tradiciones religiosas poseen una especial sabiduría que podemos y debemos compartir. La experiencia de la misericordia y reconciliación de Dios con nosotros hace posible lo imposible: una triple reconciliación con nosotros mismos, con los otros hermanos y con la naturaleza. Es el camino de la paz y todavía estamos a tiempo en esta convulsionada Venezuela.
16.- 21-4-17 (3636)