La crónica menor: Maestro Fiorito

Por: Cardenal Baltazar Porras Cardozo…

En los días navideños tuvo lugar en la Casa Generalicia de la Compañía de Jesús la presentación de los escritos de Miguel Ángel Fiorito, sacerdote jesuita argentino, maestro de muchos, entre ellos, el papa Francisco, quien lo llama “el maestro Fiorito” y afirma que la publicación de su legado“es motivo de consolación para los que nos nutrimos de sus enseñanzas a lo largo de muchos años. Estos escritos harán un gran bien a toda la Iglesia”.La ocasión fue muy significativa pues coincidió con el 50 aniversario de la ordenación sacerdotal de Francisco, un «ministerio fructífero al servicio del pueblo de Dios», tal y como ha enfatizado el padre Sosa en su saludo de bienvenida. Fue, de parte del Papa y de la Compañía un signo de gratitud y un momento para presentarlo como lo que fue: maestro del diálogo, pues hablaba poco, pero tenía una gran capacidad de escucha y discernimiento. “Enseñó a muchos a rezar, a dialogar en amistad con Dios, y a discernir los signos de los tiempos, dialogando con los hombres y con la realidad de cada cultura. Su escuela de espiritualidad es escuela de diálogo y de escucha, abierta a escuchar y dialogar con todos con buen espíritu probando todo y quedándose con lo bueno”.

 

Continúa el Papa en la presentación de los cinco tomos, afirmando que “como jesuita, le cabe la imagen del salmo 1, la del árbol plantado al borde de la acequia, que da fruto. Como este árbol de la Escritura, Fiorito supo dejarse contener en el mínimo espacio de su pieza del Colegio Máximo de San José, en San Miguel, Argentina, y allí echó raíces y dio frutos y flores, como lo expresa su nombre, en los corazones de los que somos discípulos de la Escuela de los Ejercicios. Espero que ahora, gracias a esta hermosa edición de sus Escritos, que tienen la altura de un sueño grande, echará raíces, dará flores y frutos en la vida de tantas personas que se nutren de la misma gracia que él recibió y supo comunicar discretamente dando y comentando los Ejercicios Espirituales”.

 

Llama la atención la referencia que el Papa hace a las enseñanzas de su maestro, haciendo hincapié en que algunas de las líneas de su pensamiento y acción como Pontífice máximo de la Iglesia, están en la senda de lo aprendido. Lo primero es que para ser maestro hay que ser discípulo, y serlo a lo largo de la vida porque el aprendizaje es continuo y permanente, nutriéndose de la vida cotidiana, de la experiencia y del cultivo de la vida interior. Esto se logra mediante el trabajo personal y la colaboración con el maestro.

Sus escritos están dispuestos en orden cronológico. Más que tratados, son enseñanzas plasmadas en artículos y reflexiones en su función de formador de conciencias. Me permito resaltar algo que nos debe llamar a reflexión. Nos solemos nutrir de los maestros venidos sobre todo de Europa. Poca atención hemos hecho a lo que se ha ido fraguando a lo largo de cinco siglos en el subcontinente americano, con el sello de la tradición recibida de los mayores, pero con el signo de lo encarnado en la realidad de nuestro subcontinente. El mejor legado que podemos hacer a la Iglesia universal y al mundo, en consonancia con Francisco al ser el primer papa venido del fin del mundo, es el dar a conocer y nutrirnos también de ello, de la experiencia acumulada en medio de las peculiares circunstancias del nuevo continente. El Papa destaca algunos aspectos del Padre Ángel: «te respetaba», «no exhortaba», «no era celoso», «no emitía ningún juicio» y «tenía mucha paciencia», lo que encaja perfectamente con la puesta en práctica de la sinodalidad, protagonismo de todo creyente en cuanto bautizado.

Vale la pena conocer lo propio, hurgar en nuestra historia, pues tiene mucho que enseñarnos y mucho que ofrecer a un mundo en el que la alegría y la cercanía a los otros no es virtud probada.

9.- 17-2-2020 (3866)