La crónica menor: Si es posible

Por: Cardenal Baltazar Porras Cardozo…

La tradición épica republicana ha marcado una cultura belicista que nos hace honrar los éxitos bélicos o celebrarlos con eventos militares. Cada cosa en su puesto. Si quitamos el 19 de abril como fecha en la que triunfó la civilidad sobre la irracionalidad, pero que ha desdibujado en su celebración el sentido que nos haga crecer en los valores de lo local, de la participación ciudadana y de la exigencia de libertad sin necesidad de la violencia; el 12 de octubre “era” la única fecha que nos recordaba que nuestra historia reciente no comienza en el siglo XIX sino tres siglos antes, con la posibilidad de retomar lo positivo de lo encontrado en el “nuevo mundo”… Las otras fiestas “patrias” tienen el sabor del endiosamiento, pues el natalicio de Bolívar se celebra en fecha que él jamás lo hizo, porque la tradición postulaba el día del santo más que el del nacimiento; las demás, ya sabemos lo que son, y las que estaban ligadas a festividades religiosas, con la excepción de navidad y semana santa, han sido borradas del calendario. Solamente las “celebran” los bancos y no creo que sea por razones piadosas.

Unas fechas que deberían ser parte del calendario patrio, para que nos demos razón de que en situaciones límites y hasta absurdas privó la sensatez, son los acontecimientos habidos en la ciudad de Trujillo, los días 25, 26 y 27 de noviembre de 1820. Después de casi una década de montoneras absurdas, fratricidas, en las que salieron a relucir los antivalores del odio y la destrucción, léase Monteverde, Boves, Bolívar con el decreto de guerra a muerte, seguido por los desmanes de una y otra parte, se llegó al convencimiento de que por esa vía no había vida.

Los Tratados de Regularización de la Guerra y el Tratado de Armisticio, producto de la entrevista entre Simón Bolívar en su calidad de presidente de la República de Colombia y el General en Jefe, Mariscal del Ejército de los Reinos de España, pusieron sobre la mesa la prioridad de los derechos humanos en tiempos de guerra. No estamos ante un hecho banal. Pusieron fin a un conflicto armado inútil, pero además, fueron una clarinada para poner las bases de los derechos humanas y los procesos de conciliación y acuerdos para resolver conflictos. Las diferencias se logran mediante procedimientos racionales, en los que priva la sensatez y no el fanatismo y la cerrazón.

No fue fácil llegar a este punto. Pero la paciencia acompañada de la buena fe de ambas partes, la diplomacia sincera que asumió la realidad pensando en la gente, hizo que los negociadores, Antonio José de Sucre, Pedro Briceño Méndez y José Gabriel Pérez por Colombia; y por España Ramón Correa, Juan Rodríguez de Toro y Francisco González de Linares, llegaran a buen fin. Todo quedó sellado con el encuentro entre Simón Bolívar procedente de Trujillo y Pablo Morillo de Carache, en la localidad de Santa Ana.

Reconocer al otro como un auténtico otro es el único camino para el entendimiento. Nos iluminan estas palabras del Papa Francisco: “Ante tantas formas mezquinas e inmediatistas de política, recuerdo que la grandeza política se muestra cuando, en momentos difíciles, se obra por grandes principios y pensando en el bien común a largo plazo” (Fratelli tutti 178).

La Venezuela de hoy está en una encrucijada similar a la de entonces. De espalda los unos a los otros nos hundimos en el abismo de los enfrentamientos inútiles que no proporcionan bienestar y paz a la ciudadanía. Si Bolívar y Morillo, con sus negociadores, pudieron entenderse, encontrarse y abrir las puertas a la superación del marasmo en que estaba sumido el territorio, no podemos dejar pasar esta oportunidad para ofrecer en el corto y mediano plazo un horizonte de paz y fraternidad para todos los venezolanos. Nunca es tarde para recomenzar, cada día se nos ofrece una nueva oportunidad, una nueva etapa. “Hoy estamos ante la gran oportunidad de manifestar nuestra esencia fraterna, de ser otros buenos samaritanos que carguen sobre sí el dolor de los fracasos, en vez de acentuar odios y resentimientos” (Fratelli tutti 77). Sí, es posible. Es la tarea que nos espera para que el 2021 sea de verdad un año nuevo.

75.- 24-11-2020 (4197)