La crónica menor: Sin justicia para todos, no habrá paz para nadie

Por: Mons. Baltazar Enrique Porras Cardozo…

Es paradójico celebrar el día del trabajador en Venezuela, en medio de la promulgación permanente al “reposo”, con la excusa de la sequía y la falta de energía eléctrica. Lo único que dignifica a la persona humana es el trabajo, no la dependencia de las dádivas o migajas del gobierno. No hay progreso posible sin la actividad creadora y transformadora del hombre. Estas medidas gubernamentales no son más que castigos a la población, haciendo en buena parte culpable de lo que pasa, y cargándole todos los sacrificios a la población. La gente que necesita viajar en autobús hoy, primero de mayo, se encuentra con que no hay unidades porque han sido contratadas para transportar gente a la capital para el gran mitin del gobierno.

Uno de los males que trae las erradas políticas económicas gubernamentales es el de la inequidad. Los recursos existentes se reparten a dedo, casi en exclusividad a los “nuestros”, dejando por fuera a los demás. El caso más emblemático es el de Polar. Una y otra vez repite el Presidente que no habrá ni un dólar para Mendoza. Ciertamente que no es él ni su familia los más afectados. ¿Dónde quedan los diez mil trabajadores directos y los muchos más indirectos que van a la calle? Lo que importa es el poder y no la gente. Si se mueren o no tienen qué comer allá ellos. Que se conformen con recibir una bolsa de comida, si no protestan, si no salen a denunciar en los medios.

Hay una flagrante infracción al artículo 26 de la Constitución: “El Estado garantizará una justicia gratuita, accesible, imparcial, idónea, transparente, autónoma, independiente, responsable, equitativa y expedita, sin dilaciones indebidas, sin formalismos o reposiciones inútiles”. Seguramente el TSJ dictaminará que las palabras del Presidente valen más que la constitución. Es un pecado que clama al cielo, y un delito porque pone en juego la vida de miles de venezolanos.

Celebrar el día del trabajo, sin posibilidades de tenerlo, es una contradicción. Obligar al aumento del 30% del salario cuando no hay producción es un sueño. Quien no cumpla le cae el peso de la ley. Pero son muchísimos los trabajadores del sector oficial que tienen que conformarse con lo que les den; si protestan los botan, cosa que no puede hacer ningún privado porque la inamovilidad laboral allí si funciona.

Un Estado al revés no puede progresar. Sin diálogo, que no es otra cosa sino aceptar la existencia y valor del otro, estamos condenados a ir más al foso. Sin justicia, sin equidad, sin normas iguales para todos, no hay paz para nadie. No hay campo para la desesperanza sembrada desde arriba. La esperanza alegre, con sacrificio y constancia, con sudor y lágrimas, con creatividad, con fe transformadora, es la que puede y debe cambiar nuestro horizonte. Es el mejor mensaje de esta fecha.