La deconstrucción orienta al interés investigador

La deconstrucción es un tema tratado de modo sucinto en el artículo “la lectura y el análisis”. Ella para nada es destrucción, sino rastreo de la estructuración gramatical y lógica de un determinado libro, a partir de la cual el lector encuentra ambigüedades y asimismo precisiones conceptuales con las que las desenreda.

Con la deconstrucción el interés investigador incrementa, pues, a) la mayoría de textos tiene un tenor verdadero, por el cual quien accede a él ni lo plagia ni le priva ladinamente de su incambiable originalidad; b) este contenido es autónomo, pero nadie humanamente puede exigirle la capacidad de entender y de querer; ha entendido y quiere el emisor como entiende y quiere el receptor; y, c) el modo en el cual están las cosas dentro del contenido, esto es, como temple verdadero e incambiable originalidad, de un lado, resaltan su orden gramatical y lógico, y de otro lado, las precisiones conceptuales, si bien no desaparecen las ambigüedades por arte de magia, sí prueban en tanto que algo muy positivo esta sentencia dicha a Parménides por la diosa una vez entrado en su recinto, a saber: «“el alma no tocada por la verdad completa”» (Poema Sobre la Naturaleza, en: Berti, Enrico, 2002, 21).

La frase del filósofo de Elea asumida para comprender la “deconstrucción”, tal vez la desentrañe como una labor signada por el pesimismo o quizá por un velado escepticismo, para el cual llegar humanamente a la firme verdad es irrealizable.

Cierto, el prosista de una obra considera verdad únicamente aquello dotado de necesidad, es decir, de la noción elemental propuesta por él, necesariamente el intérprete extrae una serie de derivaciones, de grafías con las que el ensayista delinea un juicio de la realidad expuesta, las elecciones amañadas, el abuso del más vulnerable y el encubrimiento descarado, etc.; ahora bien, dicha concepción es absurdo generarla de lo que no es, porque el resultado de ello es el embuste, o, un engaño sensorial conexo a la lectura, forjado sobre todo de la vista y el oído.

Por consiguiente, el lector solícito evita tal incidente con la “deconstrucción” al acoger con ella la verdad original del contenido del libro no únicamente con el afán de revelar solo espejismos o palabras supuestas, (por esto la deconstrucción no está condicionada por el pesimismo); pues además, le es inevitable el ingreso con la lectura a un modo deductivo del texto con el cual muestra, no su caza a una mezcla de verdades, engorrosamente desiguales e insostenibles, sino la seguridad de una orientación, desde el prefacio a la conclusión, por la cual nota diversidad de demostraciones y explicaciones; por supuesto, desde puntos de vista diversos no abandona el presupuesto que, aunque invariable la autenticidad de la verdad planteada y desenvuelta por el escritor, él la consigue y también la examina en cuanto formada de la estabilidad, no de las nociones, sino de un único asunto.

En fin, un pesimismo y un escepticismo en sentido drástico y exagerado en torno al análisis de los argumentos y descripciones que apoyan la verdad en tanto que unidad de un único asunto, la fragmentarían tanto e indebidamente que la volverían vacía e inútil.

Bibliografía:

Berti, Enrico, Storia della filosofía. Antichità e medioevo, LATERZA, Bari, 2002, 295.

Pbro. Dr. Horacio R. Carrero C.

horaraf1976@gmail.com

10-11-24