La memoria de la ciudad en peligro.
Por: José Luís Chacón
La erección de monumentos para conmemorar personajes o hechos importantes de la historia representa una de las actividades civiles más importantes de toda sociedad. Mérida tiene el privilegio de ser una ciudad con la mayor cantidad de monumentos en el país, y todos de una gran calidad artística y arquitectónica. Según Alois Riegl los monumentos tienen el rol de mantener en el tiempo la memoria colectiva del pueblo en una ciudad. En este sentido, el pueblo merideño es un ejemplo insigne en nuestro entorno, de esa capacidad civilizatoria, hecho que confirmamos a través de sus monumentos.
Lamentablemente en estos precisos momentos se está cometiendo una acción que va contra todos estos preceptos. En la plazoleta de entrada a lo que hoy día es la Corporación de Salud del Estado Mérida se ha destruido el monumento al Canónigo Uzcátegui, en pie allí desde los años 40, para alzar en su lugar una escultura pedestre del presidente fallecido Hugo Chávez. Hasta el momento, en ningún medio público se ha informado si el monumento al Canónigo Uzcátegui ha sido simplemente desplazado; lo que se sabe es lo que se ve: su destrucción.
Esta insigne obra de un estilo clásico con algunas referencias modernas, pertenece a un grupo de monumentos que se construyeron a mediados del siglo pasado en lo que entonces era la periferia de la ciudad. Entre ellos están los monumentos a Páez y Campo Elías en la Plaza Glorias Patrias, a Julio César Salas diagonal al mercado Periférico, a Don Tulio Febres Cordero en la redoma al inicio de la avenida que lleva el mismo nombre (hoy desaparecida y el busto reubicado indignamente al lado del Judo de la ULA).
El monumento al Canónigo Uzcátegui consistía de un elegante pedestal hecho en mampostería y acabado en concreto martillado que servía de apoyo a un bello busto de mármol hecho en Italia, como la mayoría de las esculturas públicas. Este busto había sido originalmente colocado en 1915 en el patio central del antiguo edificio principal de la Universidad de Los Andes. Luego fue trasladado y ubicado en 1942 en la Colonia Hogar Simón Bolívar (hoy día Corposalud), en donde se le construyó el pedestal. Recientemente en 2011 había sido remodelado junto con la plazoleta a su alrededor.
El monumento conmemoraba a uno de los merideños que participaron en la gesta independentista; de hecho, como sabrá, fue protagonista principal de la junta que firma en el Ayuntamiento merideño la proclamación de independencia el 16 de septiembre de 1810 uniendo la provincia así a la Primera República. Un sacerdote muy querido por el pueblo, Francisco Antonio Uzcátegui, el ilustre canónigo, representa el espíritu de independencia que existía en estas tierras. Por tanto, ese monumento, aunque algo escondido y desconocido por muchos, era un justo reconocimiento a su persona.
Aparte del daño material irreparable del hecho artístico y arquitectónico, esta acción está violentando la memoria e identidad de nuestra cultura local. Es cierto que el presidente Chávez, quien no era de aquí, ha significado algo grande para muchos venezolanos, pero no es justo que su imagen destruya precisamente la imagen de un independentista merideño que luchó por lo que el mismo Chávez decía que luchaba.
Ante los hechos ocurridos, solicitamos a los responsables de la colocación de esta estatua, expliquen sus planes y den razón, a la colectividad merideña, del monumento al Canónigo Uzcátegui y su destino.
Ante esta lamentable situación, el programa de Maestría en Historia, Teoría y Crítica de Arquitectura de la FADULA, rechaza contundentemente la destrucción del Monumento al Canónigo Uzcátegui, e invita además a todas las instancias públicas que de cualquier manera están ligadas a este particular, e incluso a la ciudadanía merideña en general, a reprochar esta iniciativa. En específico, al Consejo de Facultad de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la ULA, al Instituto de Patrimonio Cultural, a la Comisión Municipal de Patrimonio, a la Alcaldía de Mérida, y a la dirección de la Corporación de Salud del Estado Mérida, para que comprendan la gravedad del asunto, por cuanto son también responsables ante la sociedad del patrimonio cultural que administran, y puedan de alguna manera lograr una solución que pueda reparar el daño causado.