Por: Fernando Luis Egaña…
La vieja costumbre de finales de Semana Santa, de seleccionar un personaje público para hacer parapetos alusivos y expresar así el rechazo popular, recayó en esta oportunidad, de manera general, en Nicolás Maduro. No es de extrañar, no sólo porque representa al poder establecido –blanco favorito de este tipo de situaciones, sino porque suscita un rechazo casi consensual en la nación venezolana. Y sin el casi…
La aguda polarización de otros tiempos está siendo superada en la figura de Maduro. Los opositores tradicionales se le oponen más que nunca. Los partidarios tradicionales del oficialismo, le están reclamando el desastre en número creciente. Y los denominados “ni-ni” o “no-alineados”, se unifican en un “no-no” o en un alineación en su contra. Como se puede apreciar, la base política de Maduro se angosta día a día.
No podía ser de otra manera, dada la profundidad y extensión de la crisis que padece Venezuela. Una que entra en los terrenos de la crisis humanitaria, tanto en materia de falta de alimentos y medicinas, como de avasallante violencia criminal. Una crisis sin precedentes en la memoria contemporánea de los venezolanos. No es un retroceso. No. Es más bien un salto en el vacío…
Las encuestas señalan que una amplia mayoría quiere que Maduro se vaya. Incluso algunas encuestas amigables al poder establecido, así lo indican, aunque se adornen un poco las cosas. Estamos hablando de un repudio que ronda el 80% de la población. En este sentido, la Constitución formalmente vigente dispone de varios mecanismos para esa salida. El más expedito y por tanto el más conveniente es la renuncia. Un mecanismo, debe repetirse, plenamente constitucional.
El tema no puede ser más serio. La realidad política, económica y social es sumamente grave, y debe atenderse con prontitud. No hacerlo sería una irresponsabilidad con el conjunto del país. Y además también sería un acicate para eventos todavía más peligrosos. Las condiciones de Venezuela son tan difíciles que hasta el Papa Francisco lo acaba de reconocer en un mensaje mundial. Ignorar la gravedad de la crisis sólo conduciría a hacerla aún más dañosa.
Para quien tuviese dudas del ánimo popular, lo que recién ha ocurrido el domingo, –la escogencia preferida– debería despejarlas. La abrumadora mayoría de los venezolanos quiere un cambio que le abra caminos al futuro. Y eso pasa por la salida constitucional de Maduro.
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