La esperanza efectuada entre autoconciencia y heteroconciencia

La autoconciencia relacionada a la esperanza explicita: la esperanza es algo realizado por el hombre con el particular saber de “estarle afectando”. El hombre “individualmente” acoge en su ser la energía de la esperanza. La trabaja en él, es decir, la paladea. Personalmente la trabaja como un bien verdadero con el específico dominio de cuanto le comunica a su innegociable intimidad.

Por su lado, la heteroconciencia vinculada a la esperanza alecciona: el gusto de la esperanza, apreciándolo el hombre en su individualidad, (en efecto, autòs es un pronombre griego que significa “él mismo”), no lo desgasta totalmente en la intimidad de su cuerpo, pues ya éste le impulsa a transmitirlo —el gusto por la esperanza— en el reconocimiento de su parentela con los otros, (de hecho, heteros en griego equivale a “diferente”).

En los dos semblantes, autoconciencia y heteroconciencia, el viviente humano, racional y razonable, debe prescindir de esta excusa: como la esperanza es algo incontable, sin medida ni peso, no existe un “esperanzómetro”, entonces algunos finalizan por admitir un “plenamente desconocido” —la esperanza con medida y peso— que la inteligencia desconoce.

El deleite en el sabor de la esperanza, distinto del azúcar o la sal, produce en el hombre, inevitablemente, un conocimiento reflejo, voluntario, directo y necesario. Quien admita su vida como un ser inafectado por ella, cae en una mentira interior y hasta en una injusticia. Ante la esperanza personal y desde ella comunicada al otro o a los otros, la voluntad, incluso la considerada entre comillas “indomable”, se rinde de buena gana.

Por eso, el conocimiento reflejo de la esperanza significa la refracción de algo que no es sólo intelectual, sino, y con más razón, una seguridad viviente. Es inadmisible, y pasmoso, que cualquier hombre o mujer permanezca inalterable ante la situación desesperanzada del otro.

El conocimiento voluntario de la esperanza subraya: el hombre es libre para dar esperanza, no exclusivamente para recibirla. La esperanza voluntariamente requiere la reciprocidad. Así, cual ser libre que da y recibe esperanza, el hombre combate con el objeto de precaver que “su integridad” en el ámbito social sea reducida —aunque utilicen la fuerza coercitiva— a simple “número”, nivelado ridículamente a la clasificación y al bien del poder constituido. En la sociedad, el singular individuo halla el medio de interacción recíproca con el otro, con la esperanza de que ninguno, en esa interacción recíproca, sufra la destrucción de su persona.

El conocimiento directo de la esperanza recalca: el ser humano, lejos de creerse él solo individuo de derechos y deberes, también en la confianza los promueve con la finalidad de que no les sean invisibles a los demás. Con el suceso de la esperanza, los deberes y derechos en el hombre, obtienen su expresión más completa, y él en el ámbito social no queda como una especie de profeta que grita en el desierto, al contrario, como quien alienta entre entusiasmo y desilusión, la continuidad de este regio motivo: que la esperanza se construye, no en invenciones nuevas, sino en un esfuerzo grandioso del hombre destinado, no a la ruina en una caricatura de su ser, sino en una personalidad tranquila ordenada a conservar su propia integridad sobre todo en la tarea de reconfortar al desalentado.

Y, por último, el conocimiento de la esperanza es necesario, porque ella, muy otra de una mera posibilidad, es la forma de apreciar las alegrías y los dolores, no “con” una broma, mas sí “con un tanto” de buen humor, por el cual acortar las distancias, en ocasiones especulativamente intransitables e infinitas, entre los buenos deseos y obras típicas de una persona y la perentoria necesidad del prójimo.

En consecuencia, en el lenguaje humano existen expresiones aptas parta significar dignamente la esperanza, pero, su esplendor es su práctica en la que el diverso llega a ser semejante, y en la igualdad, o bien en la unidad, en la que la comprensión llega a ser armoniosa.

Pbro. Dr. Horacio R. Carrero C.

horaraf1976@gmail.com

17-11-24