El compendio de este artículo tiene un antecedente, publicado el 30 de diciembre de 2024, y titulado: la fe es algo que el ateo no debe limitarse a esperar.
La parte del título, “la fe es algo”, tocante al ateo indica: no debe hacer de su pensamiento un efecto del egoísmo. En éste, hasta los aspectos biológicos, sensibles y afectivos, quedan descalificados. El ateísmo, con mucho respeto al que lo profesa, no es una ley universal para todos los hombres. Ciertamente, en él hay una necesidad objetiva, es decir, no es un legislador que obliga a creer o no creer en Dios, sino es “algo”, —el ateísmo del ateo—, que más que producir exclusivamente discordia y desarmonía, produce, sobre todo en el creyente, la energía de enriquecer y conservar la fe, en especial de mantenerla pura y libre de este otro dios —ídolo = dinero, sexo, vicio, poder, espectáculos religiosos, boom de grupos, etc.— que a menudo la mantienen apartada para ése por el que una gran mayoría confunde fascinación con verdadera confianza.
Esa parte del ateísmo no es decepcionante. Tampoco es ajeno y extraño a la forma racional, porque el ateo no interpela a un Ser ajeno y extraño; de ser así perdería tiempo y pensamiento, pues cualquier ente, no al Omnipotente que cuestiona, puede satisfacer esta exigencia, —omnipotencia—, y ser revestido como tal.
Ante eso, cualquier tipo de ente reconocido omnipotente, el creyente no debería contentarse con asentir “nada debo hacer”, porque legitima su idolatría cuando ese “nada debo hacer”, lo convierte “en que ésa no debe ser negada”. En efecto, el título de este apunte ilustra, la fe es algo que el ateo no debe limitarse a criticar.
Con su omnipotencia Dios no humilla a nadie. Pero, al observar en el mundo el auge de potencias políticas, económicas, tecnológicas, terroristas, manipulación indebida del ecosistema y la biología humana, etc., de cada cosa de éstas parecieran aspirar a elevarla a un “poderoso” que únicamente reconoce como tales, actividades que exclusivamente él mismo ha hecho y hace.
El ateo, sin embargo, objeta un Ser no originado en el talento humano. Él cuenta con Él precisamente para argumentarlo. Esto parece un aspecto incomprendido y tergiversado, no obstante, incluso como sinónimo de Omnipotente, ese poderoso le muestra al ateo un sentido esencialmente distinto, sentido originario y originado en un Dios, uno y sólo así, al que ni siquiera de los mejores argumentos que lo adversan el mismo argumentador “sienta inteligentemente” que alcanzan limitarlo.
El Dios, uno y sólo así, no destruye toda argumentación, porque en verdad con ello buscan un origen y fundamento seguro, y el viviente humano aún es capaz de realizar demostraciones que en realidad sólo pueden ser efectivas cuando reconoce e interioriza al talante de esta practicable instrucción, «es un reflejo de la verdad eterna la operación intelectual de nuestra alma, por la cual comprende los términos de la definición, forma las proposiciones y, por virtud del raciocinio, deduce las conclusiones» (AMOROS León, 1955, 140).
En fin, el epílogo, la fe es algo que el ateo no debe limitarse a criticar, recalca que las críticas no encapsulan todas las reflexiones tanto de religiosos como de no religiosos, pues, la razón sin la fe es una semilla infecunda, y ésta sin aquella flota en la superficialidad. Por eso, todo razonamiento en este punto tiene al Omnipotente, el que pacientemente le solicita a su productor (del razonamiento) la paciencia de las oportunas rectificaciones, como su fundamento.
Bibliografía:
AMOROS León–APERRIBAY Bernardo–OROMI Miguel, «Introducción general», Obras de San Buenaventura, Tomo I, BAC, Madrid, 1955.
Horacio Carrero, La fe es algo que el ateo no debe limitarse a esperar. (30-12-24)
https://comunicacioncontinua.com/la-es-algo-que-el-ateo-no-debe-limitarse-a-esperar/.
02-02-25
Pbro. Dr. Horacio R. Carrero C.
horaraf1976@gmail.com