En América Latina, la filosofía de los distintos pensadores y patrias, ha dejado de ser algo raro y extemporáneo. La iniciativa de estos pensadores, Andrés Bello, Simón Bolívar, Sor Juana Inés de la Cruz, José Victorino Latarria, José María Luis Mora, Domingo Faustino Sarmiento, Juan Bautista Alberdi, Francisco Bilbao, Augusto Salazar Bondy, Alfonso Caso, Joaquín Xirau, José Gaos, Juan David García Bacca, Alberto Wagner de Reyna, Carlos Astrada, Agustín Farabundo Martí, Juan Eduardo Vásquez, José Rafael Núñez Tenorio, Ludovico Silva, Guillermo Hoyos, Daniel Herrera Restrepo, Ernesto Mayz Vallenilla, Leopoldo Zea, Jorge Portilla, Félix Schwrtzmann, Enrique Dussel, Juan Carlos Scannone, Horacio Cerutti Goldberg, Bolívar Echeverría Andrade, Esther Díaz, etc., ha sido la de buscar en la tradición filosófica europea, típicamente fenomenológica y existencial, positivista y marxista, cristiana y, en alguna medida, postmoderna, no una amalgama afín a un boom de propaganda, sino más bien una heterogeneidad erudita que de ningún modo reemplaza la rica diversidad de pensamiento y cultura latinoamericana.

Así, en ésta la filosofía europea ha entrado a formar parte de un rico mestizaje artístico y cultural, desde el cual siguen surgiendo lecturas muy sugestivas con reales aplicaciones al hoy que vivimos.

Ahora, estas lecturas y aplicaciones son improductivas y encapsuladas en lo egolátrico, cuando al pensamiento generador de forma del “rico mestizaje” lo consideran privilegio de pocos o algo exclusivo de especialistas. Esto, por ejemplo, en algunos sectores de los pueblos, ha involucrado tanto las malas noticias relacionadas a la colonización, que, lo bueno prorrumpido en los alrededores latinoamericanos, acelera el peligro de ser obscurecido. No obstante, entre lo positivo está la insistencia en lo antropológico, pues, la FL sustentada en los aportes de la FE, comprende que el conocimiento no es sino la indagación de la vida en sus diferentes dimensiones individual, social, moral, histórica y religiosa.  Por tales razones, gestiona la preocupación por el contacto directo y el análisis de problemas comunes, con el empleo de un método de servicio y coordinación entre rasgos científicos típicos y foráneos.

De “servicio”, porque la realidad latinoamericana desafía la simple y llana categorización o conceptualización, y, por ende, impele la dinámica del encuentro hacia un entendimiento moldeado desde una innegable situación multicultural.

Y, de “coordinación”, porque además de los problemas de la cotidianidad, la globalización y su condición de países de situaciones complejas, los hace centro de muchas decisiones de carácter político y económico, ante lo cual muestran una cualidad interna tanto en lo estructural como en lo cultural.

La reflexión sistemática sobre ambos aspectos, “servicio y coordinación”, pertinente a la interacción entre lo latinoamericano y lo europeo, también ha demostrado que los valores equilibrados no están condicionados, mucho menos deben estarlo ni por ideologías ni por adoctrinamientos; en efecto, la idea y praxis que prevalece en tal interacción es la de sostener, tanto en la cultura como en la religión, en la política, en la economía, en la sabiduría popular, aquellos valores en cuanto humanos, permanentes e intransferibles. En realidad, esto ha sido preocupación constante y sonora en la denominada filosofía de la liberación y, en la que actualmente más repercute, la filosofía inculturada.

La liberación y la revolución, más que riñas para ver quién prevalece, mejor han de ser ideas y avances que demuestren la esperanza que ondea en el ser de los moradores de estos pueblos; una filosofía cuya salida a las crisis sea el apoyo irreflexivo a las confrontaciones enardecidas, gasta en esto, ni siquiera con el diálogo y la colaboración, mucho más de lo necesario en la consecución de su principal objetivo: el bien material y vital de las naciones.

Por supuesto, palmariamente existe una identidad, y a la llegada de los conquistadores los que parecían humanos han llegado a asegurarse realmente humanos; por esto, fueron prestándole su propia atención y artes autóctonas a la confianza, esclareciéndola en el adelantamiento de una sociedad más común y civilizada. Claro, la pérdida forzosa de la memoria con el objeto de suprimir el pasado y empezar de nuevo, admite afirmar: la FL apenas nace con el pensador actual, en esta era de sofisticado progreso electrónico y tecnológico; pero, sin duda, esto anula un adelanto verídico entre logros y fracasos, construido conjunta y paulatinamente, en el cual lo que “es hoy” tal estilo filosófico implica la existencia de hombres y mujeres, verdaderos arquitectos de esta identidad de razonamiento sudamericano.

La universalización es unilateral cuando por ella discriminan la armonía; y la regionalización es una imposición taxativa a una determinada cultura, cuando la sobreprotegen bajo la férula de unos grupos que todo le planean, atrofiándole su capacidad y sus talentos de conservar lo autóctono en la interacción con las demás civilizaciones.

Obviamente, el pensador latinoamericano investiga, analiza, escribe, y forja por consiguiente vínculos humanos e intelectuales con otros estudiosos de distintas partes del mundo; entonces, desde “su realidad”, observa con ojos hipercríticos la mediocridad que le rodea y, con sentido alentador, trabajado, y asimismo con oportunas autocorrecciones, adquiere mayor originalidad filosófica para alumbrar precisas correcciones en el otro, a quien de ningún modo ve como un producto de anaqueles, sino individuo que, como él, es inexorable e intercambiablemente persona de la especie humana.

Abreviaturas:

FE: Filosofía europea.

FL: Filosofía latinoamericana.

Pbro. Horacio R. Carrero C.

horaraf1976@gmail.com

22-09-24