La mayor de las traiciones

Jesús de Nazaret fue un maestro, bondadoso, ecuánime, caritativo. Sanó a los enfermos, hizo milagros, perdonó los pecados y se atrevió a ofrendar su vida por los seres humanos, sin embargo, todas esas virtudes y buenas acciones, no impidieron que los hombres lo traicionaran.

Hoy por hoy sus prédica y su ejemplo están vivos en los Evangelios plasmados en el Nuevo Testamento y podemos recurrí a ellos en busca de guía, de consuelo, mantener viva la fe y sentirnos protegidos por su amor incondicional.

Este Viernes Santo, para los cristianos es terriblemente doloroso porque recordamos la pasión y muerte de ese ser maravillosa, especial, que fue Jesús de Nazaret, hijo de Dios. Se burlaron de él, lo martirizaron, le pusieron una corona de espinas que lo laceraba, y por si fuera poca tanta crueldad, lo obligaron a latigazos a cargar una pesada cruz sobre sus hombros y a subir al Calvario,  también conocido como el Gólgota, un sitio que se encontraba cerca de las murallas de Jerusalén, donde sería crucificado, en un espectáculo denigrante.  Se ensañaron con él. Su viacrucis, su camino a la cruz, fue intenso y terriblemente difícil  y cuando pidió agua le dieron a tomar hiel.

Allí quedó, solo, abandonado, herido y maltratado. Junto a Jesús estaban su madre, nos podemos imaginar el sufrimiento intenso de María, al ver a su hijo clavado en la cruz, presenciando la mayor de las traiciones cometidas  en la historia de la humanidad.

El dolor de la traición según el Papa Francisco

“Jesús sufrió la traición del discípulo que lo vendió y del discípulo que lo negó. Fue traicionado por la gente que lo aclamaba y que después gritó: «Sea crucificado»”. El Papa Francisco, en su homilía durante la Santa Misa del Domingo de Ramos y de la Pasión del Señor, hizo profundas reflexiones sobre el comportamiento de los seres humanos en este mundo. El Pontífice explicó que Jesús nos sirvió hasta el punto de “experimentar las situaciones más dolorosas de quien ama: la traición y el abandono Es terrible cuando se descubre que la confianza depositada ha sido defraudada” dijo el Papa, pues “nace tal desilusión en lo profundo del corazón que parece que la vida ya no tuviera sentido”. El Papa considera que esto nos sucede porque “nacimos para amar y ser amados” y es por ello que lo más doloroso es “la traición de quién nos prometió ser fiel y estar a nuestro lado”.

Ante esto, el Santo Padre invita a que nos examinemos interiormente: “Si somos sinceros con nosotros mismos, nos daremos cuenta de nuestra infidelidad. Cuánta falsedad, hipocresía y doblez. Cuántas buenas intenciones traicionadas. Cuántas promesas no mantenidas”. Además – dice el Papa – “el Señor sabe que somos muy débiles e inconstantes, que nos cuesta levantarnos de nuevo y que nos resulta muy difícil sanar ciertas heridas” y por eso  “nos curó cargando sobre sí nuestra infidelidad, borrando nuestra traición. Para que nosotros, en vez de desanimarnos por el miedo al fracaso, seamos capaces de levantar la mirada hacia el Crucificado, recibir su abrazo y decir: “Mira, mi infidelidad está ahí, Tú la cargaste, Jesús””.

En esta homilía que perdurará en los corazones de los fieles, y a  la que debemos poner el máximo de atención, el Papa Francisco recuerda que, Jesús en la cruz dice una frase, sólo una: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». “Es una frase dura” asegura el Papa, pues Jesús sufrió el abandono de los suyos, que habían huido, pero  – puntualiza – “le quedaba el Padre”. “Ahora, en el abismo de la soledad, por primera vez lo llama con el nombre genérico de “Dios”. Y le grita «con voz potente» el “¿por qué?” más lacerante:

Francisco detalla que Jesús experimento este abandono precisamente para servirnos una vez más: “Para que cuando nos sintamos entre la espada y la pared, cuando nos encontremos en un callejón sin salida, cuando parezca que ni siquiera Dios responde, recordemos que no estamos solos.

En estos momentos difíciles que vive la humanidad ante la pandemia del coronavirus “ante tantas certezas que se desmoronan y con el sentimiento de abandono que nos oprime el corazón “Jesús nos dice a cada uno: “Ánimo, abre el corazón a mi amor. Sentirás el consuelo de Dios, que te sostiene” asegura el Papa.

En esta Semana Santa 2020  atípica, distinta sin gente en las calles, viviendo confinados por temor a este enemigo común, hemos sentido más cerca que nunca a los Pastores de la Iglesia Católica, quienes no han dejado de acompañar a la feligresía para que no se sienta abandonada. En general  todos los  cultos, iglesias y las diferentes religiones han hecho lo suyo porque comprenden que en este momento el distanciamiento debe ser social, pero jamás espiritual, que la solidaridad se impone y la oración es un bálsamo que alivia los corazones atormentados.

Arinda Engelke. Leo León. C.C.