La Palabra de Dios en el 32º Domingo del Tiempo Ordinario

El tema dominical

Los modelos de comparación, propuestos en las lecturas de este domingo, son dos viudas, expresiones de una de las condiciones más humildes y precarias de la sociedad de Israel y de todos los pueblos. Junto a los huérfanos y los extranjeros, las viudas vivían en un estado de abandono y necesidad que requería continuamente protección y apoyo. La ausencia de sus maridos las privaba de todo apoyo social y económico y, debido al inevitable impago de sus acreedores, vivían en un estado de esclavitud. Su peculiar vestido de luto era un signo de su situación interior. Sin embargo, son precisamente ellos a quienes la Biblia señala como modelos de fe. Para quien tenga el valor de aceptar el reto.

El Evangelio: Mc 12,38-42

El mensaje del Evangelio camina en la misma longitud de onda. Para comprender todo su alcance, hay que fijarse primero en el fuerte contraste que Marcos traza para caracterizar las dos escenas que lo componen. En un primer momento, se describe a los escribas: largas túnicas, primeros asientos, largas oraciones, saludos y ensueños… En un segundo momento, surge una viuda pobre, despojada precisamente por la codicia de los escribas, rica con dos céntimos que necesita para vivir. Un contraste provocador y – seamos sinceros – bastante molesto. Porque se podrían hacer mil disquisiciones sobre la gula de los ricos, pero también de tantos pobres, y sobre el espíritu acogedor de la gente sencilla, pero también de los ricos, que ponen a disposición sus riquezas y posesiones para elevar el estatus social de los pobres. Podrían introducirse muchas «distinciones», quizá necesarias en un discurso tan maximalista. Pero el problema es otro y, reconozcámoslo, nuestras «distinciones» suelen ser «distinciones» de gente satisfecha.

Los escribas son descritos por Marcos no en su conflictiva relación con Jesús, sino en su religiosidad que oculta el vacío tras una máscara de hipocresía. Es interesante observar que esta descripción es propuesta por el autor mediante una construcción sintáctica griega bastante desordenada, probablemente signo de un caos expresado también lingüísticamente. En efecto, todo lo expresa Marcos con una exposición sintáctica descuidada (un infinitivo y tres sustantivos objeto del verbo principal y una serie de participios, que crean una profunda incomodidad en el lector). El descuido parece destilar un fastidio que contagia también el contenido del discurso. Tanta vanidad de gente socialmente venerada y respetable esconde en realidad dejadez y vacío: una religiosidad hipócritamente ostentosa y sin profundidad.

Comparado con las grandes sumas de los ricos, lo que ofrece la viuda pobre es totalmente insignificante (el término griego indica un valor absolutamente despreciable). Pero Jesús la señala como modelo a imitar, porque da todo lo que puede dar. ¿Por generosidad o por confianza en Dios? Aparentemente no hay respuesta en el texto, pero el contraste con los escribas parece sugerir que su fe no se alimenta de la apariencia, sino de la verdad.

También es interesante observar que, al igual que Bartimeo, la viuda pertenece a esa serie de personajes de Marcos que sólo hacen una breve aparición en escena y luego desaparecen en el anonimato. Se trata de personajes menores: no son discípulos ni hombres de talla considerable, como -por ejemplo- Juan el Bautista. Son anónimos, pero dejan una huella indeleble en el alma del lector. Esto lo entendió muy bien Juan Crisóstomo, que escribió: «Aunque seas muy pobre y seas de los que piden limosna, si echas dos monedas, lo has hecho todo; aunque des poco, si sólo tienes esto, has alcanzado la meta». ¿No son éstos, después de todo, los verdaderos creyentes? ¿Mujeres y hombres que, sin énfasis y sin apariencias, construyen un mundo de esperanza, donde lo importante no es la fría presunción de tener y el papel que uno desempeña, sino sólo la fuerza del amor?

Pbro. Dr Ramón Paredes Rz.

pbroparedes3@gmail.com

10-11-2024