26 DE ENERO DE 2025

LA PALABRA DE DIOS EN EL III DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

El tema del domingo

El acontecimiento de la sinagoga de Nazaret es increíblemente apropiado para expresar el sentido del Domingo de la Palabra, porque Lucas lo ve como un gran portal de introducción al ministerio público de Jesús. Un portal en el que están esculpidas con caracteres monumentales las claves del propio Evangelio. Es interesante observar que, a diferencia de Marcos, que sitúa la visita de Jesús a Nazaret bastante tarde en la misión, En cambio, Lucas lo sitúa como el inicio del ministerio público de Jesús, ampliando la narración y dándole protagonismo. El acontecimiento adquiere un significado programático y «fundacional»: no es sólo el archê / «el comienzo», sino el arquetipo; no sólo inicia la misión, sino que expresa su sentido. La obra de la propia Iglesia encuentra su magna carta en este acontecimiento y en la continuación de su obra, Lucas no hace nada por ocultarlo.

La liturgia divide el acontecimiento en dos secciones, proponiéndolo en parte hoy y en parte el próximo domingo, como para sugerir una lenta asimilación, como corresponde a los grandes acontecimientos de la salvación. Seguiremos paso a paso esta historia, que adquiere -a medida que avanza- un desarrollo dramático, porque, nacida como canto de liberación, acabará convirtiéndose en rechazo y expresión de la cerrazón humana.

El Evangelio: Lc 1,1-4; 4,14-21

El relato de Lucas se contextualiza en la parte central de la liturgia sinagogal tal como se desarrollaba en tiempos de Jesús. Consistía en las lecturas bíblicas y la homilía que podía pronunciar cualquier varón adulto, designado de vez en cuando para esta tarea por el jefe de la sinagoga. Es precisamente a esta parte central de la liturgia a la que se refiere el relato de Lucas, llamando la atención sobre la cita de Isaías, engarzada en una estructura concéntrica, casi perfecta, compuesta de gestos correspondientes y antitéticos que se suceden. 

Antes de la lectura, Jesús «se levantó, recibió el libro y lo abrió», mientras que después de la lectura «cerró el libro, lo entregó al asistente y se sentó». Parecerían observaciones puntuales, propias de especialistas, y en cambio tienen una gran función: la de dar solemnidad a la Palabra leída (la del profeta Isaías) que está en el centro de esta estructura y de la que Jesús toma pie para presentar su misión. La cita está tomada sustancialmente de Isaías, y por tanto la referencia histórica es al retorno del exilio, pero el trasfondo teológico es el anuncio del año jubilar, en el que se perdonaban las deudas de los pobres y se devolvía la libertad a los esclavos. Jesús se presenta así como el profeta escatológico que inaugura el año jubilar, el acontecimiento del final de los tiempos, la liberación definitiva.

Su misión se describe mediante cuatro infinitivos con valor final, pero entre ellos destaca el primero, «evangelizar a los pobres», que resume todos los demás. Dice que la salvación pasa por las calles donde nadie pensaría encontrarla, se construye con las piedras desechadas por los constructores. La mención de los ciegos, los cojos, los leprosos, los sordos, los muertos… categorías muy concretas, al margen de la sociedad, debió de resonar provocativamente, tanto para los oyentes de Jesús como para la comunidad de Lucas. Para las expectativas de la época, marcadas por la hipertensión apocalíptica de los «más fuertes», y para los lectores acomodados de las ciudades helenísticas, no era nada evidente reconocer en la actitud escandalosa de Jesús la marca del enviado divino. Más bien al contrario, si es cierto que la duda invadía al propio Bautista, obligando a Jesús a decir: ‘bienaventurado el que no se escandalice de mí’.

Debió de causar cierto escándalo, entonces como ahora, ‘la buena noticia anunciada a los pobres’. Pero la elección de Jesús (y la de Lucas) no era una elección de clase, porque estaba en consonancia con la historia de la salvación y con el Dios que elige a un pueblo insignificante en lugar de los grandes imperios de la época, elige a las estériles que no tienen hijos en lugar de las mujeres fecundas, y elige a Jacob en lugar de Esaú, el primogénito, para mostrar su gratuidad y su total libertad. Jesús toma en serio a los pobres como interlocutores suyos: no hace de ellos un adorno con el que adornarse en momentos oportunos, sino que los convierte en los verdaderos portadores de la sabiduría de Dios. ¿No estamos llamados, como Iglesia de Cristo, a vivir esta dimensión salvífica de la Palabra también hoy, en el Año jubilar 2025, para que nuestro anuncio no sea hipócrita? ¿No es éste el camino de la libertad del que habla la primera lectura de Nehemías?

«Hoy se ha cumplido esta palabra en sus oídos» es el cierre de la sección de Lucas leída este domingo. Es un fuerte recordatorio para los oyentes/lectores. El hombre – todo hombre – está situado en el hoy: en el hoy de la salvación y de la elección, en la liberación que Dios obra día a día; en el camino de Jesús, pero también de la Iglesia. Hoy es el tiempo del cumplimiento: el tiempo en que los cristianos están llamados a continuar el anuncio de la palabra de liberación (cf. en Lc 4,18 y Lc 24,47; Hch 2,38) hasta los confines de la tierra. La liberación, por tanto, no se produce automáticamente. «En sus oídos» (4,21) apela a la escucha y a la responsabilidad de los lectores. Cada uno está llamado a dar su respuesta.

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Pbro. Dr. Ramón Paredes Rz.