Por: Fernando Luis Egaña…
El ex-presidente de la Asamblea Nacional, Henry Ramos Allup, mucho más declarativo en tiempos no tan recientes, le preguntó públicamente a la presidenta de la pretendida asamblea constituyente de Maduro, Delcy Rodríguez: ¿para qué elecciones si no piensan entregar el poder? La referida pregunta fue formulada luego de que ésta señalara que nunca vamos a entregar el poder… Señalamiento que, por lo demás no es nuevo, sino que los jerarcas de la hegemonía roja lo vienen repitiendo desde hace años, e incluso han comprimido la idea en la expresión “hasta el dos mil siempre”.
No obstante, la pregunta de Ramos Allup sigue siendo pertinente, y es de suponer que él conoce la respuesta. La cual, desde luego, no es difícil de discernir. Y es que las llamadas elecciones bolivaristas, en realidad son los mecanismos de convalidación de la hegemonía, es decir de su continuismo. No son para que la voluntad popular determine quién gobierna y quién no. Nada de eso. Son para apuntalar la fachada más o menos democrática de la hegemonía roja, que le ha servido y todavía le sirve como bombona de oxigeno.
Incluso en los casos en que el CNE no ha podido evitar la derrota de su parcialidad política, tampoco han entregado el poder correspondiente a los comicios en cuestión. Si alguien sabe de esas cosas es el propio Ramos Allup, primer presidente de una Asamblea Nacional surgida de una clamorosa derrota de la hegemonía, pero que muy pronto fue anulada por la derrotada hegemonía, que le dio la vuelta a la tortilla, y a fuerza de aplastar a la Constitución, termino acrecentando su poder efectivo y dejando a la Asamblea y a sus principales voceros, pintados en la pared.
A partir de diciembre de 2015, cuando la clamorosa derrota electoral de la hegemonía, los patronos castristas de Maduro y los suyos, han debido de plantear que ya se acababa el disimulo democrático, o por lo menos se atenuaba al máximo posible. Y así ha sido, con la “cooperación” de figurones como Rodríguez Zapatero –el operativo más visible de las “negociaciones” para enfriar la protesta social–, y otros figurones de ciudadanía venezolana, que no sólo se encuentran combinados en la estrategia de las anunciadas “elecciones presidenciales” de mayo, sino que se lanzan como candidatos, prometiendo victorias si todos salimos a votar como ellos indican.
La pregunta de Ramos Allup pone en evidencia dos dramas. El de la Venezuela sojuzgada por una hegemonía despótica pero habilidosa en el tablero político. Y el de un ensamble opositor que no sabe, no puede, o no quiere encarar la realidad.
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