Por: Germán Rodríguez Bustamante…
La negociación es una versión entendida y formal de la resolución de conflictos empleada con mayor frecuencia cuando existen situaciones que deben ser acordadas. La negociación es necesaria cuando una de las partes requiere el consentimiento de la otra parte para lograr su objetivo. El objetivo de la negociación es la construcción de un entorno compartido que lleva a la confianza a largo plazo y en la mayoría de los casos actúa un tercero neutral, que intenta eliminar las emociones de los actores involucrados. Existe un consenso entre los autores de la teoría de la negociación en cuanto a entender la negociación como un proceso, aunque difieren en la descripción que hacen del mismo.
Existen elementos que condicionan en la negociación las posiciones simétricas o asimétricas de las partes. El poder expresado en hechos materiales como el uso de las armas y el representado por normas, leyes e instituciones son elementos que inclinan las posiciones ventajosas para una de las partes en la negociación. En Venezuela pareciera que el gobierno en este momento cuenta con ambos poderes; sin embargo, los fenómenos sociales en desarrollo debilitan su posición. El uso desproporcionado de la fuerza para reprimir los reclamos de los ciudadanos por el desabastecimiento de alimentos y medicamentos deslegitiman la actuación del gobierno, en consecuencia sus opciones se reducen en una mesa de negociación. Desde el punto de vista estratégico, la negociación planteada como diálogo entre el gobierno y la oposición venezolana debe partir del derecho de veto de las partes. Para la oposición es fundamental precisar las verdaderas intenciones expresadas por el gobierno en el diálogo político, en este marco se trata de concesiones acordadas entre las partes para darle sustento al diálogo.
La negociación debe verse como un proceso: se comienza con puntos divergentes y a través de las concesiones se llega a puntos convergentes; si no existe seguridad, la retirada de la mesa es una opción legítima. Por supuesto que existen etapas para la concreción de la negociación y en el caso venezolano estamos en las aproximaciones previas; sin embargo, no podemos perder la visión integradora de la negociación. El presidente Maduro, con la invitación formal al diálogo realizada al presidente de la Asamblea Nacional, busca imperiosamente que la etapa de acercamiento le permita definir la ruta de la negociación. El gobierno es un actor de mala fe, lo cual significa que no tiene la voluntad de llegar a un compromiso, intenta utilizar el diálogo político como estrategia para mejorar su imagen internacional y nacional sin asumir ninguna concesión. De entrada juega al fracaso de la negociación para endosarle la responsabilidad a la oposición y hasta este momento la oposición ha leído perfectamente sus intenciones ruines. En el año 2014 utilizó la misma receta, forzado por UNASUR y el Vaticano, y el conato de diálogo significó la liquidación de la llamada “conferencia de paz” en medio del silencio más completo. El paréntesis que se abrió en medio de las protestas de calle que sacudían a todo el país las utilizó el gobierno para montar otras respuestas maquilladas sin resultados. Encarcelar y destituir, con ayuda del Tribunal Supremo, a dos alcaldes opositores electos tres meses antes.
En el presente: restricciones a la libertad de expresión; toma de medios de comunicación; escasez de medicamentos y productos básicos; interrupción de jornadas de trabajo en empresas, industrias, organismos públicos y escuelas por falta de energía; líderes políticos y jóvenes presos, y sus mujeres vejadas; temor a los colectivos que invaden y esparcen zozobras; micro estallidos y saqueos. Son realidades que parecen indicar que estamos hablando de un país que sufre las consecuencias del final de una guerra convencional. En este contexto Venezuela requiere de una negociación, lo que significa un diálogo sincero entre los factores políticos. Estamos en una situación difícil que demanda el establecimiento de un camino para resolver el cúmulo de problemas.
Las condiciones requeridas para que los ciudadanos vuelquen sus frustraciones, resentimientos y deudas por cobrar en violencia social aparecieron, manifestación que alcanza casi todos los estamentos de la sociedad; fenómenos sociales extremadamente preocupantes, ya que no podemos prever las consecuencias de tales acciones.
Las conversaciones alentadas esta vez a través de UNASUR por los expresidentes de España, José Luis Rodríguez Zapatero; de Panamá, Martín Torrijos; y de República Dominicana, Leonel Fernández, no han logrado mayor avance. A pesar de que representantes del gobierno venezolano han asistido a dos sesiones con los mediadores, la oposición observa con cautela normal, para determinar si participa o no en el diálogo. La duda, por recurrente, surge con naturalidad: “¿es posible creer en este gobierno cuando actúa de mala fe?”.
ULA – FACES
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