El presente artículo consiste en un apéndice procedente del ensayo “la interacción en la realidad del cerebro, lo religioso, lo científico, lo tecnológico, lo cultural con lo teológico”. Ciertamente, sin una explicación de lo llamado “las alianzas”, “los vestigios religiosos en la realidad”, el tema general, religión y ciencia, estaría quedando muy escueto, en consecuencia, el argumento presente contendrá una centralidad perentoria.
El “espíritu de observación” (Aa. Vv., 2007, 110) tanto en religión como en ciencia solicita profundidad y sutileza. Por eso, tal espíritu es y está encarnado en el viviente humano (Ortega y Gasset), y por tal motivo, la observación corresponde a una “visión del mundo” la cual recoge no condiciones unívocas, más bien varias y fragmentarias.
A estas condiciones, varias y fragmentarias, les encaja un concepto: el de la morfogénesis. El cerebro humano aprehende una forma (morphé) de realidad la cual consiste en una “reproducción”; pero, ¿de qué? La respuesta a esta pregunta pide la restitución, aun parcial, (de hecho, el aspecto “fragmentario”), en el análisis de los remanentes, de una génesis en sí ni alterada ni degradada. Algunos científicos, o sabios de la China o místicos de la India, a esta “génesis” la denominan “energía” o “intensidad”. Y esta “energía” o “intensidad” no deja empobrecer los regulares procesos del cosmos desde la región mineral hasta el individuo racional. No obstante, a los católicos tal energía los orienta a una divinidad con el poder de determinarse, acentuarse y revelarse personalmente, no cual emanación de procesos que la reconstruyen cada vez, al contrario, interrumpe toda reconstrucción, porque “en tanto en cuanto que unidad”, “yo soy el que soy” le aseguró a Moisés (cfr. Ex 3, 14) y más adelante ha ratificado este su “yo soy” (cfr. Jn 8, 58; 18, 4-5), no logran pensarla cual segmentación en una serie, pues su ser, su yo soy, es esencialmente el mismo a aquel actual.
Entonces, el concepto de “morfogénesis” está oportunamente vinculado al de “visión del mundo”, porque así consiente una amplia difusión más allá de los límites de los orígenes naturales, en cuanto que en éstos el cerebro y la industria del cuerpo humano ha de alumbrar cada vez más una frecuente presencia según el objeto que la determina a desvelar ya en estratos inferiores aquello que precisan estratos superiores; esta “precisión” en ocasiones acaece en un tiempo muy breve, por ende, el cerebro debe lograr una “conservación indispensable” en un ritmo progresivo normal y real con el fin de evitar agregados inoportunos a la forma y de este modo suspender una morfogénesis arbitraria o excesivamente convencional.
Es decir, los vestigios, dejados en la creación ex nihilo (de la nada) por el Supremo Hacedor, de ningún modo incitan un salto de excepción dentro de la misma creación; al contrario, un ritmo progresivo normal, real y paciente que en sus estratos inferiores el hombre nota y evalúa con suficiente seguridad condiciones competentemente útiles, y parcialmente válidas, pues, hace comparaciones entre los estratos con el objeto de determinar una correspondencia largamente difundida en la “mejor propiedad” del otro o de los otros.
Bibliografía
Aa. Vv., «IV. Dal paleolitico al Neolitico. 3. La “rivoluzione” del Neolitico», La Storia. 1 Dalla preistoria all’antico Egitto, MONDADORI, Novara, 2007, 799.
15-09-24
Pbro. Dr. Horacio R. Carrero C.
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