La terminal de Albrook en Ciudad de Panamá estaba desbordada de autobuses partiendo a diversos destinos del país y en el andén 15 C los voluntarios suramericanos abordaban la unidad que los trasladaría hasta Santiago, en Veraguas. El viaje no culminaba allí, pues luego habría de tomarse hasta la comunidad de Quebro unos pequeños colectivos coloquialmente conocidos como “chivitas” y finalmente un taxi a Mata Oscura.
A orillas del camino emergió una valla de bienvenida al hogar de gente emprendedora, que con las faenas del campo y del mar obtienen su sustento. En años recientes asumieron la gestión responsable de los recursos naturales, y aunados a su acervo cultural “crean” para el visitante genuinas experiencias con “identidad”.
Mata Oscura y los poblados aledaños presentan opciones variadas de disfrute; que van desde ordeñar una vaca y preparar queso, conocer los trapiches de caña de azúcar, aprender cocina tradicional guiados por cocineras expertas, caminar entre el bosque húmedo para refrescarse en pequeñas cascadas y para los osados, hacer kayak entre mangles cobijados por árboles que con su follaje apenas dejan pasar sucintos rayos de sol.
Ya habría tiempo para “vivir” a Mata Oscura, recién era el primer día de una estancia de 8. Dónde empezar fue la interrogante; la respuesta sencilla, reparar el cercado que resguarda el buen desarrollo de cientos de huevos de tortugas marinas, recolectados por custodios comunitarios durante sus patrullajes nocturnos en la playa.
Tras agotadora jornada, los voluntarios tendieron sus hamacas debajo del árbol de mango y descansaron arrullados por el oleaje; aunque este fue interrumpido ocasionalmente por el picoteo de 3 pájaros carpinteros y la caída de varios mangos maduros, ideales para una jalea.
El atardecer poco a poco pasó a ser protagonista con todas las gradaciones posibles del amarillo, y transcurridas 2 horas la oscuridad se apropió del firmamento. La radiante luna llena y miles de luceros presagiaban excelentes condiciones para que las tortugas marinas se orientaran, salieran del mar y anidaran cerca de la orilla. De esta manera prosigue el ciclo de vida que empezó cuando sus madres décadas atrás recorrieron miles de kilómetros en el océano Pacífico para desovar en la misma playa.
Faltaban pocos minutos para las 5 y 45 de la mañana y con muchas expectativas los voluntarios se levantaron, se vistieron y salieron a encontrarse con cientos de tortuguillas que serían liberadas antes que el sol se adueñase de los cielos y que los pelícanos y gaviotas sobrevolaran las aguas procurando un suculento bocado para desayunar.
Todo un espectáculo de la naturaleza ver como sus aletas los impulsaban hacia el agua; los más intrépidos y fuertes pasaban por encima de sus hermanos y los de atrás apresuraban el paso cada metro recorrido para no ser el último. Esa mañana las aves no tuvieron oportunidad de darse festín y la suerte de las tortuguillas ya estaba echada, solo quedaba emprender un largo viaje hacia el fondo marino; sin saber que su carrera de supervivencia recién iniciaba.
Al mediodía unos vecinos de Quebro pasaron por los voluntarios para guiarlos en el recorrido en kayak a través de los manglares. Este comenzó cerca de la confluencia de los ríos locales con el mar y después de unos 5 kilómetros finalizó en los potreros de una pequeña finca que muestra el aprovechamiento sostenible de los recursos; aunados a una labor de concienciación medioambiental para propios y extraños.
Los días transcurrían entre hermosas vivencias y aprendizajes, que se magnificaban cuando los voluntarios se encontraban con los habitantes locales; quienes con evidente sentido de pertenencia expresan lo que para ellos es su tesoro más preciado, el arraigo y compromiso con la tierra que les vio nacer.
El calendario marcaba el día séptimo, el final de la experiencia en Mata Oscura se aproximaba y los voluntarios deseaban expresar su agradecimiento y por eso la noche antes de regresar a la capital panameña convidaron a sus nuevos amigos a una velada.
En el encuentro no faltó la emotividad y las anécdotas, además fue importante que la gente de Mata Oscura supiera que sus esfuerzos de integración y desarrollo colectivo son aleccionadores y dignos de replicar más allá de las fronteras istmeñas. A partir de esas vivencias, los voluntarios se convertirán en promotores del modo de vida en Mata Oscura, que desmontó los retrógrados paradigmas que han justificado el desarrollo a expensas de la naturaleza y los valores socioculturales de un pueblo.
Antonio Rivas
Especialista en Desarrollo Sostenible y Turismo comunitario y rural.
15 de octubre 2025