Por: Germán Rodríguez Bustamante…
El médico psiquiatra venezolano Francisco Herrera Luque, publicada en 1979, una novela en la cual se describe, con una mezcla de personajes ficticios y reales, la historia de Venezuela desde la época de la conquista del Valle de Caracas hasta el bautizo en la Catedral de Caracas de Simón Bolívar. El título de la obra “Los Amos del Valle”, hace referencia a las veinte familias mantuanas que regían los destinos de la ciudad de Caracas desde el siglo XVII, llegando a conformar una especie de «nobleza criolla”.
En la Venezuela presente en estos 22 años desgraciados de revolución, aparecen unos personajes con poco linaje, pero integrantes de la cínica unión cívico-militar, quienes con intención destruyeron todo el país, para luego repartirse lo poco que queda en pie. En nuestra realidad actual no son familias mantuanas, quienes comparten el territorio y toda la infraestructura productiva sobreviviente del naufragio, sino un conjunto de forajidos inescrupulosos e insaciables. En el contexto de la repartición del botín, las desigualdades económicas se han hecho más evidentes incluso en medio de la pandemia. A medida que aumenta la crisis humanitaria surgen tiendas donde se venden productos importados y de lujo, los llamados bodegones. Así como la apertura de tiendas de ropa de marca, zapaterías, mueblerías y negocios de artículos para el hogar.
Un mercado de lujos producto del lavado de dinero que surge del narcotráfico y de otros negocios ilícitos o producto de la corrupción. A pesar de la crisis y la pobreza, ha surgido un comercio paralelo de costosos productos de lujo que solo una minoría adinerada puede pagar. Algunos empresarios y emprendedores venezolanos pudientes de larga tradición han sabido detectar y aprovechar oportunidades para sobrevivir, e incluso crecer en sus negocios. También existen nuevos empresarios que se han visto favorecidos por sus nexos y relaciones con la cúpula de poder. Teniendo acceso a contratos, concesiones y oportunidades de manera poco trasparente o ética, y al margen de la legalidad. Estos empresarios viejos y nuevos han visto crecer su riqueza de forma exponencial, con una nula tributación.
Para los 200 venezolanos sancionados internacionalmente y a cientos más vinculados con el chavismo a quienes les revocaron sus visas en EE. UU. Y a los más recientemente sancionados vinculados con la trama de comercialización y corrupción del crudo venezolano para evadir las sanciones impuestas a las empresas petroleras. Les parece placentero y cómodo gastar a manos llenas en Venezuela, estimulando el consumo de bienes y servicios delicados. Esta nueva clase con poca casta y abolengo, no procura austeridad por el contrario hacen gala visible de sus fortunas. Comercios de alta gama han tenido éxito en los últimos años: los amos del país exigen la provisión de bienes y servicios a la altura de sus patrimonios. La gastronomía es uno de los sectores en que se pueden observar carros deportivos aerodinámicos y camionetas de equipo completo, muchas blindadas y custodiadas por guardaespaldas, o motos con escoltas uniformados.
La nueva clase social y política ha desplazado apellidos de empresas multimillonarias, y los apellidos de rancio abolengo están venidos a menos. Los nuevos amos son personajes siniestros que están dispuestos a financiar las mayores excentricidades y bacanales, al precio que sea desde cantantes especiales para tararear una estrofa a conciertos de días completos tipo Woodstock. Los modelos de negocio enfocados a bienes y servicios de alta gama, disienten con la situación actual del país, marcado por una pandemia gestionada torpemente y una crisis humanitaria compleja precedente al COVID-19. Ante la imposibilidad de viajar producto de las sanciones individuales y la pandemia, los amos se interesan en el turismo interno, afectando los ecosistemas como el archipiélago de Los Roques y parques nacionales contraviniendo leyes, construyendo casas para satisfacer sus necesidades superiores.
Estos gustos raros tienen poco de socialismo, y paradójicamente los seguidores más bienaventurados se han convertido en lo que parece ser una muy pequeña oligarquía, que ostenta su poder con las riquezas que logra adquirir en medio de una crisis humanitaria sin precedentes. Los amos del país disfrutan y satisfacen sus necesidades sin restricciones, dándose muchos lujos y extravagancias sin mínimos, mientras la gran mayoría del país apenas logra sobrevivir a la sentencia de muerte impuesta. Según los datos de la (ENCOVI), el 96.3% de los hogares venezolanos son pobres, y casi el 80% de ellos se encuentra en pobreza extrema. Estas cifras reflejan lo grave y complejo de la crisis humanitaria. La evidencia está en la ayuda de alimentos y medicinas que recibe Venezuela de organismos internacionales, y en los millones de venezolanos que han emigrado del país. A los amos del país poco le interesa estas cifras, mientras sus privilegios se mantengan las muertes son una cifra, su única prioridad es mantener el poder a todo costo. La distribución selectiva de la Nación se mantendrá, los nuevos nichos de negocio irán apareciendo, derivado de las condiciones económicas y sociales. Algunos territorios serán entregados a colaboradores políticos externos e internos, para mantener la fidelidad al régimen, consintiendo su actuación al margen de la ley. Se mantendrán los caramelos políticos electorales, mientras los amos perpetúen su poder y su patrimonio.
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07-06-2021