Mi Universidad

Mi vínculo con la Universidad se remonta a los inicios mismos de mi vida. Fueron los pasillos de la Facultad de Ingeniería los que prácticamente vieron mis primeros pasos, en varios de los cubículos, con las manos y brazos llenos de tiza, donde garabateaba mis primeras letras, incluso también en la pizarra de algún salón. El canal del Laboratorio de Hidráulica se convirtió en mi lugar preferido de juego, mientras corría entre mangueras y tuberías que abastecen al Laboratorio.

 El canto de las vigas del tercer piso del Edificio Administrativo incentivó más de una vez la ilusión de creerme el “hombre araña” mientras los recorría intrépidamente del lado del vano de la escalera. No recuerdo cuantas veces recorrí, siempre con mucha admiración, los pasillos del Rectorado, ni a cuantas marchas, de niño, y luego de adolescente, acudí, junto a los profesores, empleados, obreros y estudiantes, siempre encabezadas por nuestro eterno Rector, el siempre recordado y querido “Perucho”.

En los espacios de la Facultad, así como en el Edificio Administrativo, conté siempre con lo que puede llamarse “mi otra familia”, nunca faltaron tíos, y tías (para estar en concordancia con la nueva gramática Bolivariana), prestados por la vida, y suministrados por esta, Mi Universidad, que estuviesen pendientes de un pequeño curioso que, sin serlo formalmente, siempre fue universitario, de esto me doy cuenta ahora, unos cuantos años después, cuando veo la terrible situación en la que han colocado a la Academia.

Ya en el momento de elegir carrera, a manera de chiste (o tal vez no), se me dijo que podía “estudiar lo que quiera y donde quiera, siempre que fuese Ingeniería Civil en la ULA”, cosa que terminé haciendo, y de la que jamás podré sentir otra cosa más que profundo orgullo.

Durante 10 semestres recorrí, de nuevo, los pasillos de aquella mi segunda casa, de la que nunca realmente estuve alejado, ahora con la intención no de garabatear en las pizarras incipientes letras, sino con la de formarme como profesional, tratando con respeto a aquellos “tíos”, ahora mis maestros, y a los que eternamente estaré agradecido por su dedicación a hacer de un grupo de jóvenes los mejores profesionales, invirtiendo, literalmente, todo su tiempo y empeño en ello, (¿o acaso no recibía nuestro añorado Pether Inglessis inoportunas e insolentes llamadas a cualquier hora de la madrugada?) siempre de muy buena gana, a menos que se descalificara del mundial de fútbol a su equipo.

Ejemplos de lo que significa ser un profesor, y su amor por la Universidad, son infinitos, pero, por la cercanía, y por lo que puede representar, quiero citar dos: La entrega con la que la PROFESORA, si, con mayúsculas, Luz Marina Pereira, se une a la huelga de hambre, luego de su magistral discurso de orden al recibir el último de sus títulos universitarios, reflejan, a mi parecer, el sentimiento de la gran mayoría de los académicos y lo que para ellos significa la Universidad, o la preocupación que tuvo, en su lecho de muerte, por sus estudiantes, a quienes remitió una muy emotiva carta pidiéndoles, entre otras cosas, que la perdonaran por no poder terminar el semestre, mi abuela, la también PROFESORA, Clara Baretic.

A esta, mi Universidad, puedo decir, le debo todo, no solo por haberme formado profesionalmente, sino porque, de manera podría decirse indirecta, pude crecer en un hogar, ir a la escuela, tener vacaciones, ropa, zapatos, comida, juegos…

Hoy veo con dolor y tristeza como esa ULA a la que tanto cariño le tengo, en la que también mi hijo dio sus primeros pasos mientras cursaba mi Maestría, está herida de muerte porque a un minúsculo grupo que circunstancialmente dirige el país, no le interesa que la Universidad sea lo que, por definición, tiene que ser: un espacio abierto toda corriente de pensamiento, el lugar por excelencia para el debate crítico, el lugar de debe impulsar, tal y como intenta hacerlo aún en la situación de ahogo a la que está sometida, el desarrollo de la nación en todos sus ámbitos.

La terrible situación universitaria no se reduce al claustro, nos afecta a todos como Nación y nosotros, ciudadanos, pueblo, pues, tenemos que tomar conciencia de que, sin Universidad libre, democrática, autónoma, poco podemos esperar de un futuro medianamente “decente”. Es menester de todos apoyar la lucha por la sobrevivencia de nuestra Universidad.

Miguel E. Medina P.

C.I.: 12.347.735

miguelmp5@hotmail.com

Ingeniero Civil

MSc. Planificación y Desarrollo de los Recursos Hidráulicos

ULANDINO