Mochilitas de colores

En Venezuela, cuando se acercaba la fecha fijada para que los niños comenzaran un nuevo año escolar  todo el ambiente se llenaba de emoción y de alegría. Era casi un ritual en las familias salir a comprar los útiles, las franelitas y monos, los zapatos, en fin,todo lo necesario para tan magno día. Había de dónde escoger, las tiendas especializadas ofrecían, a buenos precios y hasta con ofertas,  desde los cuadernos con figuras de animalitos, o de princesas, para las niñas más coquetas, lápices, plastilinas y cajas de creyones para que los dibujos quedarán bien bonitos. Y, muy importante, una lonchera que no podía faltar, esa  cajita  mágica, en la que mamí guardaba la merienda, bien “resuelta”, un jugo y una fruta.

Algunos niños, no podían ni dormir por la emoción del mañana, otros, menos ganados a la idea de asistir a clases, preguntaban: ¿mamá por qué debo ir a la escuela?pero todos concurrían a sus colegios. Esos “locos bajitos” en poco tiempo se sentían contentos, dando carreras y encontrando amigos, jugando con su maestra y entonando, muy temprano el himno nacional, y el de Mérida, por supuesto. Días de sol, o de lluvia, tareas para la casa, un compartir en el salón porque era el cumpleaños de Anita, la partida de metras o el concurso de trompo, a la salida, risas,algarabía.Poquito a poquito,  la preparación para el futuro, marcada por pasitos cortos en el aula de clase los llevaba a pasar de grado, a crecer, a ser independientes, a formarse. 

Hasta los niños de condición más humilde, no dejaban de sentir la dicha inmensa de participar en las actividades propias de su condición:  Yo quiero ser bombero, yo, doctora de animales, yo ingeniero, yo maestra. Así los deseos de sus almas infantiles. Así la cotidianidad de los infantes en un país que ofrecía oportunidades  para ir a la escuela, estudiar y prepararse.

Sin embargo, esta crisis terrible por la que estamos atravesando, económica, política, pero sobre todo de valores, también tocó las puertas de los colegios y entró pararobarlas ilusiones infantiles. Hemos presenciado con preocupación que, pese al llamado a clases, esta semana, la ausencia de los estudiantes, se nota y mucho. Las causas son diversas: los altos costos de los útiles escolares, de uniformes y zapatos, impidieron a muchas familias dotar a sus hijos de lo necesario; el problema del transporte que impera y se acrecienta, entorpece llevarlos a sus centros educativos. La dificultad para comprar comida porque hasta la harina de maíz, para preparar las arepitas, escasea.Las frutas están carísimas, leche y cereales, inalcanzables y ¿quién puede rendir física e intelectualmente con hambre? Asistir a clases en las condiciones actuales, es una proeza.

Declaración Universal de los Derechos del niño

Aprobada en 20 de noviembre de 1959 por la Asamblea de las Naciones Unidas, la Declaración de los Derechos del Niño reconoce por primera vez la ciudadanía de los niños y niñas. En su Principio 7 dice: “El niño tiene derecho a recibir educación que será gratuita y obligatoria por lo menos en las etapas elementales. Se le dará una educación que favorezca su cultura general y le permita, en condiciones de igualdad de oportunidades, desarrollar sus aptitudes y su juicio individual, su sentido de responsabilidad moral y social, y llegar a ser un miembro útil de la sociedad. Y las autoridades públicas se esforzarán por promover el goce de este derecho” También y muy importante-añadimos nosotros-que los niños tienen derecho a recibir, amor, besos, abrazos, muchos “te quiero”. Tienen derecho a caminar con sus padres de la mano, a ir a un parque, sin tropezarse con cerros de basura; a comerse un helado, a tener una mascota, a que les lean cuentos por las noches antes de dormir,a sentirse seguros y protegidos en esta Venezuela hermosa que los vio nacer.

Nuestro deseo más ferviente es que muy pronto, Dios, mediante, todos los conflictos por las que estamos pasando se solucionen y que, muy especialmente los niños y niñas, los jóvenes liceístas, los universitarios, puedan desarrollar sus potenciales en un país con cielos claros, luz, paz, y horizontes promisorios. Deseamos que nuestros niños y niñas con sus mochilitas de colores cargadas de fantasías infantiles, jueguen, canten, recen sus oraciones, llenen con  sus risas los salones de clase y que nada les impida ser felices.

Arinda Engelke. Foto: Leo León