Las motocicletas se han convertido en un elemento indispensable en el paisaje urbano. Ya sea como medio de transporte ágil, herramienta de trabajo o alternativa para sortear el tráfico, su presencia es innegable. Sin embargo, este crecimiento no ha ido acompañado de una cultura vial sólida, lo que se traduce en accidentes, imprudencias y un clima de tensión en las calles. Por eso, es fundamental promover una conciencia ciudadana entre los motorizados, basada en tres pilares: el respeto a las normas de tránsito, la seguridad vial y el reconocimiento al creciente rol de las mujeres en este ámbito.
Las normas de tránsito no son simples formalidades; son herramientas diseñadas para salvar vidas. Sin embargo, en Mérida y el país muchos motorizados las ignoran: exceso de velocidad, invasión de carriles, zigzagueo entre vehículos y el incumplimiento de semáforos son prácticas que aumentan el riesgo de accidentes. Estas acciones no solo ponen en peligro al conductor, sino también a peatones y otros vehículos.
La solución no está solo en sanciones más duras, sino en un cambio cultural que valore la responsabilidad sobre la conveniencia. Usar el casco, respetar los límites de velocidad y señalizar las maniobras deben ser hábitos automáticos, no opciones. Las autoridades deben reforzar la educación vial, pero los propios motorizados también deben autorregularse y exigirse mutuamente un comportamiento cívico.
En un espacio tradicionalmente masculinizado, cada vez más mujeres están tomando las riendas—literalmente—de sus motos, ya sea por trabajo, movilidad o pasión por el motociclismo. Su presencia no solo desafía estereotipos, sino que aporta una perspectiva diferente en la cultura vial. Estudios y experiencias en varias ciudades muestran que las conductoras suelen ser más prudentes y respetuosas de las normas, lo que contribuye a una movilidad más segura.
Es crucial visibilizar y apoyar a estas mujeres motorizadas, desde políticas que fomenten su inclusión hasta campañas que normalicen su presencia en el sector. Talleres mecánicos inclusivos, redes de apoyo entre mujeres motociclistas y programas de capacitación pueden empoderarlas y, al mismo tiempo, enriquecer la cultura vial con mayor responsabilidad.
La seguridad en las calles es responsabilidad de todos: motorizados, peatones, automovilistas y autoridades. Los motorizados, por su flexibilidad y presencia masiva, tienen un papel protagónico en esta transformación. Pequeños gestos—como respetar al peatón, no usar el celular al manejar o ayudar a otro conductor en emergencias—construyen una convivencia más humana.
Las mujeres motorizadas, por su parte, son un ejemplo de cómo la diversidad enriquece la movilidad. Su crecimiento en el sector debe ser visto como una oportunidad para promover una conducción más consciente y segura.
La conciencia ciudadana en los motorizados no es un tema menor; es la diferencia entre el caos vial y una ciudad ordenada y segura. Exijamos más educación, más respeto a las normas y más inclusión. Que las calles sean un espacio donde todos—hombres y mujeres, conductores y peatones—podamos transitar con seguridad y respeto mutuo.
Redacción C.C.
19-05-2025