Por Ricardo R. Contreras…
En las últimas semanas, el mundo ha estado pendiente de las noticias que se generan en varios escenarios. En el caso venezolano, el proceso electoral ha copado las redes informativas por la importancia y gravedad de los acontecimientos posteriores a la elección del 28 de julio. Sin embargo, a pesar del peso noticioso que el clima poselectoral ha tenido en el país, también se ha dado espacio a otro acontecimiento relevante: los Juegos Olímpicos de París 2024. En tal sentido, no podemos comenzar a hablar de las olimpiadas sin hacer mención a la inauguración, llevada a cabo el viernes 26 de julio de 2024, la cual generó una gran controversia debido a una representación considerada por muchos como irrespetuosa hacia las creencias religiosas, especialmente el cristianismo. Por otro lado, transcurridas ya dos semanas del encuentro olímpico, si bien es cierto que los eventos deportivos se han desarrollado con éxito, la ideología de género parece haber tomado un protagonismo inusitado.
Sobre el tema de la ceremonia de apertura, es menester señalar que, a pesar de que debería haber sido un momento de unión y celebración deportiva, estuvo marcada por una parodia inspirada en la pintura La Última Cena de Leonardo Da Vinci. En el acto, que asemejaba la escena del evangelio donde Cristo y sus apóstoles comparten la Última Cena antes de la Crucifixión, aparecían drag queens ocupando lugares preponderantes y una mezcla incoherente de elementos que incluía a un cantante semidesnudo disfrazado de Dionisio, el dios griego de los festines y el vino. La primera impresión de los espectadores de tan grosera escenificación fue de incredulidad pues, ¿qué tiene que ver la Última Cena con los Juegos Olímpicos?
La representación, sin lugar a dudas de carácter blasfemo, fue planificada meticulosamente. Los organizadores de los Juegos Olímpicos sabían de antemano que, para los católicos y el cristianismo en general, sería algo obsceno. A pesar de ello, decidieron apostar por esta pantomima sin considerar el respeto a la religión, el decoro y la tradición de sobriedad y seriedad que ha caracterizado la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos modernos desde 1896. Con toda seguridad, el francés Pierre de Coubertin, fundador del Comité Olímpico Internacional (1894), no se habría dejado seducir por esta ‘ansia’ de protagonismo que le trajo a las olimpíadas francesas este espectáculo que el comité organizador justificó como un intento de “celebrar la tolerancia comunitaria” (1). Sin embargo, en un evento de esta magnitud, que reúne a delegaciones de todo el mundo en un ambiente de concordia, esperanza y paz, va más allá de ser un simple intento de evento social de carácter internacional; se pone de manifiesto el espíritu olímpico. Sobre esto último, el Papa Francisco señaló: “El auténtico espíritu olímpico y paralímpico es un antídoto para no caer en la tragedia de la guerra y para poner fin a la violencia” (2).
Este lamentable episodio no ha pasado desapercibido y muchas personas, a través de las redes sociales y varias instituciones, comenzando por los obispos católicos de esa nación a través de la Conferencia Episcopal Francesa, señalaron que la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos 2024 en París “incluyó escenas de escarnio y burla del cristianismo, que deploramos profundamente […]. Pensamos en todos los cristianos de todos los continentes que se han sentido heridos por el ultraje y la provocación de ciertas escenas” (3).
Además de esta polémica inicial, la ideología de género parece haber entrado a jugar un papel significativo durante estos Juegos Olímpicos. La manifestación más fehaciente de este hecho fue el encuentro protagonizado por Imane Khelif (Argelia), que se enfrentó a Angela Carini (Italia), quien a los 46 segundos abandonó la competencia, en la categoría wélter del boxeo femenino (4). Khelif llegó a los JJ.OO. de París luego de ser descalificada del Campeonato Mundial de Boxeo Femenil Amateur. Si bien la Asociación Internacional de Boxeo (IBA) no señaló la razón específica de la descalificación, pues mantiene el estudio confidencial (5), en los medios de comunicación se ha hablado sobre altos índices de testosterona, e incluso se ha dicho que existen pruebas que indican una genética masculina, todo sin confirmar. Sin embargo, para el Comité Olímpico las pruebas son científicamente deficientes y por esa razón le han permitido competir (6).
Pero hay una cuestión de fondo que va más allá del debate que se ha promovido por el caso de Imane Khelif. El asunto aquí es que se trata de la existencia de una agenda que persigue promover una visión específica de la famosa ‘inclusión’, pero al hacerlo, ha ignorado las preocupaciones y sensibilidades de una parte significativa de la audiencia mundial. El respeto a la diversidad no debería implicar la imposición de corrientes de pensamiento como la ideología de género, que no todos comparten, especialmente en un evento de la magnitud y tradición de los Juegos Olímpicos.
La politización y la imposición de ideologías pueden socavar el espíritu olímpico y causar preocupación y desaprobación en una parte significativa de la audiencia global. Tenemos la confianza de que, al final, estos episodios controversiales, especialmente lo visto en la inauguración de estas olimpíadas, no se repetirán y la sindéresis se impondrá para hacer que los Juegos Olímpicos sean realmente una celebración que exalte la concordia internacional y los logros deportivos, uniendo a las personas de todo el mundo en un espíritu de paz que exalte el respeto a los valores éticos de un verdadero humanismo.
Fuentes citadas:
(4) https://www.bbc.com/mundo/articles/cyx56xqxrq1o
Nota: la imagen que acompaña al artículo fue generada por inteligencia artificial mediante DALL·E (OpenAI)
08-08-2024
