PDVSA: raspado de olla

Por: Germán Rodríguez Bustamante…

Esta semana Maduro ratifica la comisión de restructuración de nuestra principal industria PDVSA, renovándole 6 meses adicionales de un proceso que llevo a la empresa a la ruina total en muy poco tiempo. La destrucción gestada es premiada manteniendo a los gestores hasta llevarla a su mayor éxito, que no es otro, que llegar a producir cerca de cero barriles de petróleo día. La meta plateada por estos piratas petroleros es acabar con lo poco que sobrevive en la industria, no fue suficiente 6 meses, en los cuales se redujo de forma acelerada la producción petrolera, ubicándola en los años 40 del siglo pasado y de los accidentes industriales, que han marcado profundamente el territorio nacional en catástrofes ecológicos irreversibles.

La reestructuración se utiliza para abordar procesos de cambios, en las estructuras existentes para hacerlas más eficientes, productivas y rentables. La comisión designada en febrero de este año, profundizó la destrucción acumulada en estos años fatales de revolución. En el marco de la pandemia la banda no podía quedarse cortos en la catástrofe: la corrupción sobrevive a la precariedad financiera; las estructuras se maquillaron, sin embargo las arrugas gerenciales son más marcadas; los desastres productivos son cotidianos y el mercado internacional se ajusta continuamente quedando la industria en manos de improvisados y voraces administradores. En definitiva el proceso es una cortina de humo, para encubrir la ineficiencia, la improductividad y la quiebra financiera. Los reestructuradores tienen como misión propiciar la ruina total y absoluta, y hundirla sin salvación. Cometido que para culminarlo requieren de un poquito de tiempo adicional.

En estos desdichados años de revolución nuestra principal industria PDVSA, fue sometida a una gestión empresarial desdichada que eliminó sus capacidades competitivas: en primer lugar los despidos masivos, producto del paro petrolero, descapitalizó intelectualmente a la empresa, gran cantidad de profesionales capacitados fueron sacados de cargos de dirección y sustituidos por camaradas sin ninguna o poca formación y conocimiento del negocio; en segundo lugar, la empresa asumió responsabilidades vinculadas con el desarrollo social que desvirtuaron sus objetivos fundamentales, en este marco con ingresos extraordinarios derivados del elevado precio del petróleo, el régimen presionó a la empresa y se derrocharon recursos orientados a gasto público y no al incremento de capacidades; en tercer lugar se comprometió la producción a través de convenios comerciales, obviando las autorizaciones de la AN; como si esto no fuera suficiente, se liquidaron activos en el extranjero en procesos oscuros, socavando la estructura patrimonial de la industria.

Los ensueños del comandante supremo, produjeron una política de solidaridad internacional, de acuerdo a la cual se brindó créditos a largo plazo y cuotas de petróleo preestablecidas a los países más débiles de la región, contribuyendo no solo a fortalecer alianzas estratégicas de carácter geopolítico, sino disminuyendo imaginariamente, además, las asimetrías existentes en las naciones del hemisferio. La realidad es que los venezolanos padecemos las consecuencias de dicha solidaridad, PDVSA ha visto disminuir su flujo de caja por ventas de crudo a precios subsidiados y a periodos de financiamiento superiores a los estándares de mercado. Periodos de crédito de 10 y 20 años tuvieron repercusiones financieras enormes para la industria petrolera. Los delirios geopolíticos orientados hacia el establecimiento de mecanismos de cooperación e integración, utilizando los recursos energéticos de Venezuela, han generado consecuencias dañinas en la salud comercial, financiera y administrativa de PDVSA.

La caída de la actividad económica global derivada del coronavirus y la acumulación de los saqueos, eliminaron la estrategia de distribución de renta y la continuidad de la iniciativa empresarial. Los daños consumados por la banda revolucionaria son irreparables: fragilidad financiera que la coloca en posición desventajosa para captar financiamiento, pérdida patrimonial por la venta de activos en el extranjero y la incapacidad técnica para enfrentar las condiciones presentes y futuras del mercado petrolero. Estos elementos conducen irremediablemente hacia la insolvencia financiera de la empresa, expresada en su incapacidad de poder cumplir con los compromisos asumidos. La visión anacrónica del socialismo del siglo XXI produjo las catástrofes que observamos en todos los segmentos de la actividad económica y particularmente en la industria petrolera.

La reestructuración de una empresa en terapia intensiva será inútil, las heridas infringidas sangran copiosamente, la falta de gasolina, gas doméstico, combustibles en general son las manifestaciones naturales de esas lesiones. La banda a cargo de la reestructuración es totalmente incapaz, incompetente y sobre todo corrupta lo cual conduce a anticipar el mayor fracaso en la gestión encomendada. No cuentan con las capacidades y las habilidades parar llevar con éxito un proceso de reestructuración, en una corporación compleja como PDVSA, sobre todo en un contexto macroeconómico hostil, situación operativa de la infraestructura industrial molida y una estructura financiera endeble. La política petrolera perdió el balance entre los objetivos que se deberían tener en el largo plazo en función del interés nacional, impulsado por la orientación ideológica, con fuertes raíces en la izquierda radical, opuesta a la economía de mercado y a su promoción de relaciones internacionales guiadas por el antiimperialismo. Con estos condimentos la reestructuración de PDVSA es un cuento más y tristemente un hundimiento empresarial pronosticado.

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